¿Y entonces Venezuela entró en el espionaje ruso en Colombia?

Un ejecutivo colombiano admitió que, en varias entregas y en sobres sellados, terminó por recibir cerca de 10.000 dólares en efectivo –unos 30 millones de pesos– de un ciudadano ruso que inicialmente se presentó como asesor de negocios del gobierno ruso del poderoso Vladimir Putin.

Ya no recuerda si el ruso lo abordó en un foro académico o económico pero, poco a poco, se le fue acercando a través de encuentros casuales e invitaciones a restaurantes y a reuniones, en donde el moscovita se mostraba como un hombre influyente y adinerado.

Pero el supuesto asesor de negocios terminó siendo uno de los dos espías que el Gobierno colombiano expulsó, el pasado 8 de diciembre, en una decisión diplomática sin antecedentes que tensa aún más las relaciones con el Kremlin, maltrechas por su apoyo público y militar a la dictadura de Nicolás Maduro.

El gobierno de Duque acusó a los dos rusos –Alexander Paristov y Alexander Belousov– de estar comprando información sobre temas estratégicos del país: recursos minerales, redes eléctricas, infraestructura petrolera y centrales hidroeléctricas.

“Desde 2017 rastreábamos este tipo de actividades inusuales. Pero el Gobierno decidió proceder cuando se confirmó que no se trataba de hechos aislados sino de un trabajo sistemático y sostenible que desarrollaba personal que llegaba a la embajada Rusa con la credencial de diplomático, pero con entrenamiento en inteligencia”, le dijo a este diario un oficial colombiano.

De hecho, ahora se verifica con agencias de Estados Unidos si Belousov, uno de los expulsados, es el mismo espía que el gobierno Obama sacó –a finales de 2016– junto con otros 34, por la supuesta interferencia de Rusia en las elecciones presidenciales de ese país.

En ese momento se habló de la participación de estos ciudadanos en “actividades cibernéticas maliciosas”.

Bajo sospechas similares, este año también fue expulsado personal diplomático ruso de Bulgaria, Austria, Noruega, Eslovaquia y la República Checa. Pero la estrategia en Colombia, que Rusia niega tajantemente, es otra.

Se calcula que cerca de 23 miembros del cuerpo diplomático apostados en Bogotá, que ingresaron desde mediados de 2016, tenían perfiles atípicos. Agencias extranjeras ayudaron a verificar que estaban ligados al Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) y al Departamento Central de Inteligencia (GRU).

Armaron poco a poco una red de informantes sólida y paga, en empresas públicas y privadas, especialmente en multinacionales que le prestan servicios a Ecopetrol.

La razón: tal como lo reveló EL TIEMPO, Rusia domina el mercado del gas en Europa, una fortaleza político-económica que disminuiría si petroleras, como la colombiana, incursionan localmente en el ‘fracking’ (fractura hidráulica para extraer crudo y gas). De hecho, Ecopetrol ya explota crudo y gas en la Cuenca Permian (Pérmica) en Texas, usando esta técnica.

Rastreo político y militar

Documentos oficiales del gobierno Trump señalan que Rusia viene desplegando una estrategia para boicotear esos proyectos. Pero el interés en Colombia iba más allá.

Algunos de los informantes fueron contactados en Expomilitar, en donde los rusos entregaron tarjetas de presentación con rangos militares y llegaron a ofrecer hasta venta de armamento moderno.

Aseguraban que tenían ingreso a estamentos militares y a oficinas castrenses clave. Sin embargo, EL TIEMPO estableció que, además de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), el Ejército ya había detectado los movimientos de los señalados espías.

Estos insistían en obtener información del sector energético y tecnológico, pero también indagaban por el político y militar. EL TIEMPO se abstiene de revelar datos, porque la investigación aún está en curso.

No obstante, el propio presidente Iván Duque señaló a mitad de semana que Colombia no va a permitir “ningún tipo de injerencia, manipulación o intención que trate de minar la libertad de los ciudadanos cuando se van a las urnas”.(Además: Rusia califica de infundadas las acusaciones de espionaje de Colombia)

“Cuando los rusos que cumplían estas labores eran movidos de Bogotá, le heredaban los contactos y misiones al que llegaba”, explicó otro oficial que participó en la investigación de inteligencia, bautizada ‘Operación Enigma’.

Y agregó que no dejaban trazabilidad en llamadas a celulares o mensajes de WhatsApp o Signal: “Todo lo hacen con mensajes escritos que luego destruyen o en encuentros personales; como en la vieja guardia del espionaje”.

Además, manejaban un esquema de seguridad discreto y de alto nivel que incluso les prohibía moverse por algunos sectores de Bogotá y usar TransMilenio.

El vuelo venezolano

Al trasiego de ‘diplomáticos’ sospechosos se unió un inusual aumento de rusos en plan turístico en Colombia.

Incluso, los dos expulsados solían alquilar lujosas fincas en las afueras de Bogotá y viajar a Santa Marta, Cartagena y Barranquilla, supuestamente en plan de descanso, para hacer nuevos contactos.

El interés por Colombia se hizo visible el 2 de junio pasado, cuando Rusia pidió que se aprobara un vuelo humanitario para sacar a sus nacionales, atrapados por la pandemia.

Varias cosas llamaron la atención. Todos fueron movidos en una aerolínea venezolana (Avior Airline), por tres pilotos venezolanos y varios de los 57 pasajeros manifestaron que estaban de paseo en ciudades que no se venden en paquetes turísticos internacionales: Nemocón, Doradal, La Vega, Zipaquirá, Girardot, Chía, Copacabana y Popayán.

“Y cerca de una docena, que no viajaban en grupo, dijo que estaban de turismo en Córdoba. Es posible que el interés se deba a que una firma rusa participó en la construcción de la represa de Urrao y aún hace algún tipo de mantenimiento”, explicó una fuente de inteligencia.

Ese mismo oficial dijo que no es nuevo que Colombia esté alerta a movimientos inusuales de otros gobiernos. Y recordó que Migración Colombia ha expulsado a ciudadanos cubanos y venezolanos por espionaje.

Además, a través de buenos oficios diplomáticos, se frenó una generosa donación de otro gobierno que quería regalarles ‘tablets’ y computadores de última generación a un grupo de mandatarios regionales.

¿El efecto Saab?

Sobre la participación de Venezuela en la avanzada rusa en Colombia, no hay comentarios. Sin embargo, agentes de inteligencia recordaron que Álex Saab –el señalado testaferro de Nicolás Maduro, preso en Cabo Verde– alardeaba con la supuesta infiltración a oficiales en Colombia.

“Y el señor Saab, al igual que su actual pareja y sus hijos menores, registran múltiples ingresos a Rusia y movimientos financieros hacia y desde ese país”, agregó un agente antimafia de Estados Unidos.

Por ahora, además de la expulsión de dos miembros del cuerpo diplomático de Colombia en Rusia –en una reacción espejo–, el gobierno de Vladimir Putin no ha tomado medidas adicionales sobre los señalamientos de Colombia.

Pero no se descarta algún tipo de coletazo, como un ataque cibernético, para lo cual el país ya se está blindando.

“Y damos por hecho que la planta de espías en Colombia será renovada paulatinamente. Se trata de actividades que Rusia despliega en decenas de países y el nuestro –aliado de su archirrival, Estados Unidos– no va a ser la excepción”, señaló uno de los investigadores que alista la ‘Operación Enigma II’.

Congreso busca explicaciones sobre la trama

Autoridades le dijeron a EL TIEMPO que intentan verificar si uno de los señalados espías rusos expulsado es el mismo que aparece en el listado de 35 que el gobierno Obama sacó de Estados Unidos por la interferencia en las elecciones de 2016.

De manera paralela, congresistas de la Comisión Segunda del Senado le pidieron al Gobierno convocar a la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores por este caso. Según el presidente de la comisión segunda, el senador conservador Juan Diego Gómez, en ese escenario “se podría revisar la forma como se ha llevado la relación con la Federación Rusa hasta ahora y, a partir de ahí, determinar el camino a seguir”.

En similar sentido se pronunció el senador Antonio Sanguino (Partido Verde), quien dijo que se debe establecer qué interés tiene Rusia en las actividades de la petrolera de mayoría estatal, Ecopetrol. El Gobierno dice que, por ahora, no citará a la comisión asesora.

Gobierno de Putin niega injerencias indebidas

El 22 de diciembre pasado, 14 días después de la expulsión de los dos ‘diplomáticos’ rusos, Alfonso López Caballero, embajador extraordinario y plenipotenciario de Colombia en la Federación de Rusia, fue citado a la Cancillería de ese país.

Allí, funcionarios del gobierno Putin le expresaron una protesta por lo que llamaron “una decisión infundada de Colombia de expulsar a dos diplomáticos de la embajada de Rusia en Bogotá”.

Según le dijeron al diplomático, la determinación de Bogotá no corresponde a “las relaciones tradicionalmente amistosas y mutuamente respetuosas que existen entre Rusia y Colombia”. Y le informaron que, en una decisión espejo, ese país expulsaba a dos de los miembros de la misión diplomática de Colombia.

El presidente Iván Duque y la Cancillería aseguraron que, pese a este incidente, el “propósito de Colombia es mantener el buen nivel que tradicionalmente han marcado las relaciones diplomáticas, comerciales y de cooperación con la Federación Rusa”.

Luego se supo que la sanción cayó sobre Leonardo González y Ana María Pinilla, quien estarían arribando a Colombia en las próximas horas. La expulsión de los colombianos –informada por La W radio– terminó por dejar en evidencia el tenso episodio con el gobierno de Putin, que iba a ser revelado a principios de enero por gente allegada a colombianos en Moscú.

EL TIEMPO ya venía indagando desde hacía meses el tema. Incluso, la incomodidad por el desembarco de ciudadanos rusos ‘con perfiles no diplomáticos’ se empezó a conocer desde el gobierno de Juan Manuel Santos.

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