Los presidentes de Venezuela y Guyana se han visto las caras en San Vicente y las Granadinas para acordar no amenazarse ni usar el fuerza en su disputa por el Esequibo, una región rica en petróleo y minerales que hoy pertenece a Guyana. No se llegó a ninguna resolución de fondo, seguramente porque no puede haberla.
Nicolás Maduro reclama para su país ese tierra, mientras que el máximo mandatario de esa diminuta nación, Irfaan Ali, asegura que no hay ninguna posibilidad de que las demandas venezolanas sean atendidas, por lo que el asunto ha quedado en punto muerto. Los presidentes se han reunido después de dos semanas de enorme tensión, en las que la comunidad internacional ha llegado a temer que las diferencias se tradujeran en un conflicto bélico.
El encuentro se ha llevado a cabo con la presencia de miembros de la Comunidad del Caribe (Caricom), la Celac, representantes del Gobierno de Brasil y observadores de la ONU. Parte del Esequibo perteneció en el siglo XIX a Venezuela, pero Guyana, que era colonia británica, ensanchó sus límites en busca de minas de oro y bauxita hasta quedarse con el territorio completo.
Venezuela reclamó a las instancias internacionales sin suerte: un laudo arbitral de 1899 dio la razón a los británicos. Numerosos historiadores venezolanos sostienen que ese fallo estuvo amañado gracias a que un explorador falsificó la cartografía. 124 años después, lo que supone un abrir y cerrar de ojos, el Gobierno chavista ha hecho suya esta causa y parece dispuesto a llegar hasta sus últimas consecuencias.
En la declaración conjunta, de 11 puntos, Guyana muestra su plena confianza en los procedimientos de la Corte Internacional de Justicia de la ONU, que dirime la controversia fronteriza. Venezuela, en cambio, no reconoce su jurisdicción en este asunto.
Ambos Estados se comprometen a no intensificar el conflicto y a evitar incidentes en le frontera que se puedan considerar un ataque. Si ocurriera, mediarían los actores que este jueves se han sentado en la mesa. Habrá una comisión conjunta de ministros de relaciones exteriores y técnicos que trabajarán conjuntamente en una solución. Y, dentro de tres meses, las partes volverán a encontrarse en Brasil.
Maduro aterrizó en San Vicente y Granadinas para dar la batalla. “Vengo con un mandato del pueblo de Venezuela, con una palabra de diálogo, pero a defender los derechos de nuestro pueblo. A buscar por la única vía posible, la del diálogo, soluciones efectivas, satisfactorias como manda el Acuerdo de Ginebra”, dijo.
La Corte Internacional no prohibió el referéndum que organizó Maduro hace tres semanas para corroborar el deseo de los venezolanos de reclamar el Esequibo (de ahí que Maduro hable de “mandato del pueblo”), pero le advirtió que no cambiase el statu quo de la frontera. China, Estados Unidos y Brasil también le han pedido a Maduro que no tome ninguna decisión a las bravas.
Por lo pronto, Maduro ha presentado al público un nuevo mapa del país que incluye el Esequibo, una enorme extensión de selva que dobla el tamaño de Portugal o quintuplica el de Bélgica. El nacionalismo venezolano ha celebrado ese golpe de mano. Además, el Gobierno ha promulgado una ley que declara el Esequibo como una región de Venezuela y se abre a ofrecerle a sus 125.000 habitantes la ciudadanía.
Estos no pueden estar más alejados culturalmente de Venezuela: hablan inglés y conducen por la derecha, herencia de la colonia, y apenas tienen contacto con otros países de la región.
Guyana vive ensimismada. El país, que era uno de los más pobres del entorno, aspira ahora a convertirse en uno de los más ricos por los ingentes yacimientos de petróleo que ha encontrado la estadounidense ExxonMobil en sus aguas. Algunos de esos hallazgos se han producido frente a las tierras del Esequibo, lo que ha pronunciado la sensación de engaño entre los venezolanos.
Ali, el único presidente musulmán de Occidente, representante del PPP, un partido socialdemócrata de mayoría indoguyanesa en el poder desde 2020, se ha mostrado inflexible: “Guyana no es el agresor, Guyana no busca la guerra, pero Guyana se reserva el derecho a trabajar con todos sus socios para defenderse”.
Añadió que se han reunido en estos términos para pedirle a Venezuela que rebaje la tensión y respete su territorio, que supone dos terceras partes de su país, de acuerdo al derecho internacional. Emulando a Maduro, se sacó de la chaqueta un trozo de cuero en el que venía pintado el mapa de Guyana al completo, con el Esequibo incluido.
En un acuerdo en Ginebra, en 1966, se decidió que los países agotaran las vías de diálogo en las instancias de la ONU para resolver sus diferencias.
Eso no terminó de dar resultados y, en 2018, Antonio Guterres decidió pasar el caso a la CIJ por petición de Guyana. Maduro desea regresar a lo acordado en Ginebra para replantear el pleito de cero y tener argumentos para lograr su propósito, que en el Esequibo ondee la bandera venezolana. Guyana, por su parte, se resiste. El Esequibo, ese trozo de tierra en discordia.
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