Problemáticas del uso de Internet. ¿Te ha pasado que cuando quieres crear una cuenta en un sitio web te pasas un buen rato tratando de demostrar que eres un ser humano?
Antes lo único que tenías que hacer era pulsar el botón de «no soy un robot» o teclear en una ventana la secuencia de letras que aparece en pantalla y parece sumergida en agua.
Ahora debes pasar distintas pruebas, como esa en la que se te muestran unas imágenes segmentadas y tienes que responder, por ejemplo, cuántos puentes, señales de tráfico o árboles ves en ellas. Pero ¿lo que se ve en la esquina de la imagen es una rama o la sombra de un poste?
El proceso suele ser tan complicado que puedes llegar a sentir que más bien estás tratando de pasar un test psicológico o una prueba de admisión de una universidad.
Y todo se debe a un sistema automatizado llamado Captcha que, en su versión avanzada, pone a prueba tu capacidad de reconocimiento invariable, de segmentación y de análisis sistematizado.
El proceso llevado a cabo satisfactoriamente le confirma al sitio tu condición de humano y te permite seguir adelante, por ejemplo, con tu compra.
Es comprensible que sitios que ofrecen bienes y servicios quieran evitar el fraude, el hackeo y el spam, pero es incómodo que la inteligencia artificial te esté exigiendo de forma cada vez más exigente que demuestres que no eres un autómata.
¿De dónde viene el Captcha?
La prueba Captcha se llama así por las siglas en inglés del «Test público de Turing completamente automatizado para diferenciar a las computadoras de los humanos» (Completely Automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart) .
Originalmente, ese test fue desarrollado por el matemático y científico de la computación británico Alan Turing (1912-1954), que descifró el Código Enigma, la encriptación de las comunicaciones de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Turing creó el test en los años 50 para determinar si una computadora era capaz de pensar como un humano.
A partir de esa prueba, expertos en computación de la Universidad Carnegie Mellon, en Estados Unidos, desarrollaron el sistema Captcha a finales de los años 90, precisamente para evitar que personas pudieran programar robots automatizados para crear cuentas falsas en sitios web.
Google lo compró en 2009 para digitalizar libros, una herramienta muy útil para interpretar textos impresos, pero también para identificar a personas como humanas.
Cuando un usuario inicia una sesión en un sitio web, debe probar que es un humano resolviendo acertijos visuales que requieren que identifique letras, números, símbolos u objetos que han sido distorsionados o animados de una manera u otra.
Inicialmente un robot tenía problemas para resolver cuestiones que los humanos pueden fácilmente analizar.
El problema es que la inteligencia artificial aprende, y siempre más rápido, así que las primeras pruebas perdieron su efectividad.
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