Al poco de asumir la presidencia de Venezuela, en 1999, Hugo Chávez viajó a La Habana para pronunciar un largo discurso que sentó las bases de la profunda relación que se establecería en los años venideros entre su país y Cuba.
Entre el público, en una escena insólita, estaban los hermanos Castro, Fidel y Raúl, así como varios altos cargos del Gobierno cubano. En un ejercicio de pura diplomacia comunista, todos escucharon al nuevo presidente venezolano con suma atención.
Chávez sentía por Castro una gran admiración y Fidel veía en el impulsor de la revolución bolivariana una suerte de heredero, el «mejor amigo de Cuba», y también la oportunidad de someter a sus intereses, cuarenta años después.
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