Más de 800.000 niños venezolanos crecen sin sus padres por la migración

Una de las consecuencias que ha dejado el éxodo de venezolanos es la ruptura del nucleo familiar. Muchos han tenido que dejar a sus hijos con abuelos o amigos para emprender la búsqueda de un futuro mejor en tierras extranjeras, dejando un vacío en los niños, niñas y adolescentes. De acuerdo a Cecodap, 839.059 menores en el país viven la tragedia crecer sin sus padres cerca.

La decisión de emigrar no es fácil; los pensamientos de dejar el hogar, la familia y en especial a los hijos es una pesadilla, pero a la vez una opción para buscar mejores condiciones de vida ante la grave crisis que se acentúa en Venezuela. Sin embargo, esa migración forzada trae como consecuencia que 839 mil 059 niños hayan quedado en manos de otros familiares que no son sus padres, eso según datos del Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap).

Según Cecodap, de esa cantidad de niños que queda en el país luego que sus padres emigran, son de edades comprendidas entre tres y siete años, además precisan que el 40% de ellos quedan en manos de abuelos de 50 y 60 años; mientras que el otro porcentaje de los niños es dejado en casas de tíos, padrinos e incluso hasta vecinos o con uno de los padres.

Yonaide Sánchez, sociólogo y coordinadora regional de la organización Transparencia Venezuela, explicó que ante la migración forzada uno de los efectos es la reestructuración o reconfiguración del sistema de la familia, «porque el migrante no se va por su propia voluntad, sino que es expulsado por la necesidad, hambre y falta de condiciones» y deja a sus hijos en contra de su voluntad, lo que hace que este episodio sea traumático.

Sánchez explicó que en el caso de los abuelos que se quedan dando la crianza de sus nietos, también presentan una condición precaria para atenderlos. «Hay un asunto incluso de energía física», dijo y añadió que hay casos extremos donde el niño queda en manos de cualquier otro familiar, pero que deben trabajar y los vecinos son quienes apoyan con el cuidado.

A pesar de que la familia es ese sistema de apoyo, protección y de educación, con la migración se rompe y se fractura. Sánchez explicó que a pesar de que a esos niños se les explique que los padres tuvieron que irse a trabajar para buscar mejores condiciones de vida, no lo entienden y sufren miedo, inseguridad y angustia.

Sobre este punto, María González, quien es psicólogo, también concuerda con la sociólogo al decir que los niños que se quedan sufren cambios de conducta y hasta bajo rendimiento escolar. «Porque se enfrentan a un duelo migratorio», no logran comprender por qué sus padres se van, a veces sin previo aviso, sino que llega de un momento a otro por la misma necesidad y ellos se deben enfrentar al duelo de ese vínculo que sigue existiendo, pero de manera ausente.

Cecodap estima que en un 78% de los niños que se quedan en el país porque sus padres migraron presentan la afectación en la salud mental, pues son una generación aquejada por la ausencia y el abandono. Ante eso, Dulce Meléndez, miembro de la Federación Nacional de Trabajadores de la Educación, explicó que eso también contribuye a que se acelere el ausentismo escolar, tomando en cuenta que los niños no se sienten motivados para ir a clases, pero tampoco cuentan con una figura de autoridad como la madre o el padre que los oriente sobre la importancia de la educación.

Marisol Bustamante, politólogo y defensora de los Derechos Humanos, explicó que la madre es el primer centro de todo «y el hogar más afectado siempre es donde la mamá se va y deja a los hijos», y hay cientos de casos, lo que también afecta el desarrollo del país, porque se está dejando de un lado la unidad familiar.

La historia más común en el país es ver a un niño con un celular hablando por notas de voz o incluso por videollamada, en donde le cuentan su día y lo que hicieron a sus padres; sin embargo, esas palabras no pueden ir acompañados de un beso o un abrazo, sensación y sentimiento que extraña no sólo el que se queda, sino también el que se va.

Lucía (nombre ficticio) es una niña de cinco años, vive con sus dos abuelos; su padre tuvo que emigrar a Colombia y luego su mamá también emprendió el mismo rumbo, pues la única razón es trabajar para poder mandarles dinero y que de esta manera puedan comer bien e ir a la escuela; Lucía está acompañada de su otro hermanito, este dos años menor que ella, pero aún no entiende la situación.

Todos los días espera de manera impaciente las horas de la noche para que sus padres llamen porque llegan de trabajar, pero a veces el sueño la tumba y se acuesta sin la bendición de ellos.

Esa misma historia es la que viven los 839 mil 059 niños que estima Cecodap, que quedaron en manos de abuelos y otros familiares desde el 2020.

También sufren
Yonaide Sánchez, sociólogo, dijo que los padres que se van también sufren y más durante la pandemia, en donde las condiciones laborales y de los migrantes se agudizó y se sienten frustrados porque no pueden enviar la cantidad de dinero suficiente para el buen cuidado de sus hijos, pero también para el familiar que queda a cargo.

«Poco se habla del que se va, ese que tuvo que dejar a los hijos que también quisiera verlos», dijo Sánchez. Añadió que aún en la distancia el contacto debe ser permanente, constante y afectuoso.

Se unen
Para la organización Aldeas Infantiles SOS, a través de un estudio, aseguran que las familias que se habían separado en el 2018 se están volviendo a encontrar; sin embargo, no lo hacen en Venezuela, sino en el país al que emigraron, tomando en cuenta que todos esos que se fueron nunca tuvieron la intención de dejar a su familia.

La organización también explica que hasta los mismos abuelos y los demás familiares que se quedaron han migrado, porque han entendido que prefieren pasar sus últimos años de su vida con la familia reconstruida en el exterior, que pasar sus años solos porque la posibilidad de retorno es menor.

Llevan 20 casos en lo que va de año
Desde el Proyecto Juvenil Misionero (Projumi), han atendido 20 casos de acompañamiento psicológico a abuelos y niños que se quedan en el país, luego que sus padres migraron en búsqueda de mejores condiciones de vida.

Gerardo Pastrán, director de Projumi, dijo que el año pasado tuvieron alrededor de 50 asesorías, mientras que en lo que va del 2022 ya suman 20 casos «y todos han sido solicitados por abuelos, porque los nietos presentan un cambio de conducta cuando sus padres se van y la idea es prevenir».

Pastrán contó que ellos en Projumi les brindan atención psicológica no sólo al abuelo, sino también al niño, porque ambos deben entender lo que significa y las consecuencias de la migración. Explicó que en los niños o adolescentes «hay cambios en la conducta, se sienten solos y pueden llegar a sentir depresión».

«La importancia de la prevención es porque esos cambios de conducta pueden llevar a peores acciones, como el consumo de drogas o la venta», dijo Pastrán, tomando en cuenta que sienten que el dinero que envían sus padres no es suficiente.

«Y el objetivo es buscar ayuda, muchos van cuando ya tienen un año que su familiar emigró, pero otros se acercan unos meses después», dijo.

La desesperanza es otro factor que agobia al familiar que se queda a cargo, pero también al niño o adolescente, porque ellos se sienten abandonados y también huérfanos, entonces ninguno de los dos puede controlar sus emociones y ahí es donde vienen los cambios de conducta.

Pastrán dijo que en las escuelas y liceos también deben estar pendientes de esos cambios de comportamientos o conductas, porque muchos se sienten desorientados y los docentes o cualquier otra persona que forme parte de la institución educativa puede ser el primer filtro para detectarlo, pues ya no es la misma persona alegre o incluso ya ni siquiera se relaciona con sus compañeros de clases, ni siquiera un saludo.

Desde Projumi hacen un llamado e invitan a todas las personas que estén pasando por casos similares que busquen ayuda psicológica, para que puedan llevar el duelo de la migración.

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