A solo días para que en Venezuela se realicen las “elecciones fraudulentas” de la Asamblea Nacional que el régimen chavista pretende mostrar como legitimas ante el mundo a pesar de las diversas denuncias del gobierno interino venezolano que lidera Juan Guaidó, las alarmas de la abstención sacuden los oídos de Nicolás Maduro que una y otra vez solicita a su militancia a participar.
El aparato propagandístico ha mostrado incluso nuevamente un enorme gasto económico para lograr captar electores, quienes abrumados por la situación humanitaria que atraviesa el país ignoran todo esto y desconocen incluso el nombre de los candidatos que disputaran la contienda.
Largos debates televisivos no han servido siquiera para alentar a sus más cercanos amigos de la región, quienes antes se mostraban más complacientes ante quienes usurpan el poder político del país sudamericano.
Maduro al darse cuenta de esto ha buscado de todas las formas ser incluso irónico ante la posibilidad de una derrota, manifestando que renunciaría a su cargo de no lograr una victoria aplastante el venidero 6 de diciembre.
“Al pueblo se lo digo, dejo mi destino en sus manos. Si vuelve a ganar la oposición, yo me voy de la Presidencia. Si la oposición gana las elecciones, yo no me quedo más aquí. Dejo mi destino en manos de Venezuela. Me perdonan lo crudo que soy, pero la oposición cinco años más en la Asamblea, así no. Asumo el reto”, dijo durante un acto de cierre de campaña del Psuv este martes.
Los fantasmas de la abstención y su credibilidad en juicio
La primera vez que Maduro sintió un golpe duro dentro de su ego político fue en el año 2018, en donde se vistió de “ganador” en unas elecciones en la cual la oposición venezolana decidió no participar, para el momento se exigía más legitimidad y separación de poderes en un Consejo Nacional Electoral (CNE) a cargo de Tibisay Lucena, figura abiertamente identificada con el chavismo y amiga intima del fallecido presidente Hugo Chávez.
Para entonces, los principales diarios del mundo reseñaron la victoria del usurpador con poca atención, a sabiendas de que los centros de votación se encontraban totalmente vacíos. Sin embargo, el régimen no escatimó en decir que mantuvieron una competencia limpia, adjudicándose la presidencia con cerca de 5.823.728 millones de votos.
¿Los rivales, los mismos?
Para justificar que pueden ser unas elecciones legitimas el chavismo ha utilizado a unos viejos “aliados “conocidos, entre ellos Henri Falcón que obtuvo para ese momento 1.820.552 votos, y el expastor evangélico Javier Bertucci 925.042 votantes, todos bajo supuestas diferencias con el chavismo pero que en la opinión política del país no han logrado ningún alcance significado durante estos dos últimos años.
A Maduro no le ha bastado con robar las toldas políticas de gran tradición como Acción Democrática (AD) y Partido Socialcristiano (Copei), ni con apresar a los diputados legítimos, su miedo ha sido mayor, y las posibilidades de no ser correspondido le atormentan.
Guaidó ha convocado a una gran Consulta Popular, que según Horacio Medina integrante del comité organizador, contará con al menos 7 y 9 millones de personas.
Todo el mundo sabe qué sucederá para el próximo lunes de la segunda semana del mes de diciembre, seguramente las planas dibujarán una aparente satisfacción para ellos, pero que ni con eso evitarán que la sociedad les siga rechazando y la atención internacional ahora sea mayor.
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