Las ofertas a Fedecámaras y los objetivos políticos de Nicolás Maduro

En los últimos días, de los guiños entre sectores empresariales y el Ejecutivo madurista se ha pasado a reuniones para acordarse sobre algunos asuntos de interés mutuo. Lo más destacado fue la presencia de Delcy Rodríguez en la asamblea anual de Fedecámaras.

Aquello fue de lujo. Demuestra la vicepresidente su versatilidad. No solamente se reúne con el «Koki». También lo hace con los máximos representantes del empresariado. A aquél le ofrece áreas para su control. A los otros, zonas económicas especiales (ZEE), y de ñapa la ley antibloqueo que condena a Venezuela toda a ser una ZEE.

Luego, se realiza una reunión entre Delcy y Tareck el Aissami, con empresarios diversos. Denominan el encuentro como la instalación del rimbombante Consejo Superior de Economía Productiva. Las ofertas no se hicieron esperar. Brindar algo del mercado interno a la producción nativa parece ser del agrado de algunos sectores empresariales. Pero, sobre todo, eso puede satisfacer a Maduro.

Esta fórmula, elemental en las actuales condiciones, parece haber sido descubierta recientemente por la administración gubernamental. Sin embargo, no vaya a creer algún incauto que se trata de un proyecto de desarrollo con sentido nacional. Para nada. Simplemente atienden la emergencia.

Un proyecto de desarrollo es otra cosa. Las ofertas que brinda el gobierno a los empresarios, como en la política, es para ganar tiempo. Elevar un tanto la producción de rubros que bien pueden producirse en el país, mientras consiguen recursos para seguir importando, resume la maniobra. No se trata de sustituir rubros y manufacturas para el desarrollo autónomo y soberano, sino para paliar la grave crisis económica, una de cuyas derivaciones es el hambre de millones de venezolanos. Requieren, además, algo de crecimiento económico, a ver si logran reducir la inflación. Han logrado disminuirla. Eliminar el salario de los trabajadores del Estado les dio resultado.

Pero deben crear algo de demanda. Sin crecimiento, no pueden elevar la capacidad de compra de mucha gente, sin causar inflación. Un incremento del PIB permitirá recaudar impuesto sobre la renta, pudiendo recuperar algo de salario para el empleado público.

Como el gobierno no cuenta con recursos para importar, debe atender la emergencia. Buscan llegar a acuerdos con sectores empresariales para incrementar la producción de arroz, maíz, entre otros productos agrícolas, así como manufacturas en las cuales, aun habiendo perdido competitividad, bien pueden elevar su producción, tales como textiles y calzados, entre otros. Se pudiese convertir el gobierno, ley mediante, en el principal comprador de estos bienes a ser distribuidos mediante el sistema Clap. Así lo oferta Delcy.

Sin embargo, mientras el gobierno siga cumpliendo los principios de la Organización Mundial de Comercio, Venezuela seguirá condenada a especializarse en la producción de petróleo y minería. Por lo que se trata de una cuestión contingente. Busca apenas la estabilización de la economía. Pasada la tormenta, con recursos suficientes en mano, por la elevación de la venta del crudo y minería, para seguirse endeudando e importando, continuará la misma política.

Para adelantar un proyecto nacional, deberá el país delinear otra política económica y desmontar el andamiaje jurídico que le permite a los inversionistas extranjeros hacer de las suyas en la economía venezolana. Si no lo han hecho, invertir en Venezuela, más allá de la minería y petróleo, es debido a los problemas políticos y económicos y, sobre todo, por el papel que le asignan a Venezuela en la división internacional del trabajo (DIT).

Esta categoría parece no ser comprendida por muchos de los ideólogos liberales, muy a pesar de que el origen de su uso, su descubrimiento, se encuentra precisamente en los padres del liberalismo, Adam Smith y David Ricardo, que la convierten en principio fundamental del desarrollo del capitalismo.

De esta forma, Venezuela ha sido condenada a cumplir un papel específico en la DIT. Lo ha hecho muy bien. Más de dos siglos de especialización en la oferta de bienes primarios así lo corroboran. Ahora, con el chavismo la cosa ha sido mejor que cuando el período bipartidista. Estos sujetos doblaron el lomo con una docilidad que hace época ¡y mira que hemos tenido sumisos! Ni Cipriano Castro fue tan genuflexo con los gringos como lo ha sido el chavismo con chinos y rusos.

Junto a sus ideólogos, para nada buscan propagar la independencia y la soberanía. La idea de la revolución industrial les resulta una extravagancia inalcanzable o algo demodé. La salida siempre la ligan al fetiche del financiamiento externo. Tanto es así que quienes buscan salir de la dictadura, por sus lazos con imperialismos distintos al chino, ya le tienen un monto al financiamiento de la reconstrucción. Lo calculan en más de 150 mil millones de dólares. No logran ver que más deuda mantendrá el estancamiento y el antidesarrollo, como diría el maestro Héctor Malavé Mata.

Sus entendederas no dan para ubicar que de lo que se trata es de propiciar la concentración de capitales con los que cuenta el país. Más bien salir de la deuda acumulada y propiciar inversiones en los sectores que la nación privilegie para lograr el desarrollo y la revolución industrial.

Otras ofertas

En el mismo sentido, está el país a la espera de nuevas medidas económicas por parte de Maduro. Vienen amenazando con cambiar otra vez el cono monetario y la reconversión con base en el petro.

Estamos cerca de cumplir tres años del paquete de medidas a partir de las cuales se estabilizaría el bolívar. Un rotundo fracaso significaron estas medidas, aunque es justo reconocer que alcanzaron el objetivo de cubrir buena parte del presupuesto de ingresos para el pago de la deuda pública desapareciéndole el salario al empleado público. Lograron, a su vez, estimular a los dueños de los medios de producción a producir al brindarles obreros con salarios miserables. Pero no logran resolver el tormento de la inflación.

Ahora viene Maduro con medidas monetarias que no resolverán nada ya que no atienden lo principal: el crecimiento económico. El signo monetario podrá recuperarse si hay más riquezas. Si se eleva la producción. Si se eleva el salario, al menos para que la gente coma y se vista.

Ahora, bien, la reciente trastada contra los universitarios refleja que sostienen la misma política: mantener la pobreza. De allí la burla ofreciendo una cosa diferente para luego hacer lo mismo. Todavía requieren salarios miserables para los empleados públicos para poder cancelar la deuda. Además de que desprecian la educación del pueblo. Desprecian la cultura. Desprecian las universidades y a todo aquel que ose edificar con base en valores universales de alto contenido humanista. Prefieren, por tanto, profundizar la cultura lumpen.

La misma que vemos en todos los espacios. No es solamente el «Koki», personaje de antología. Compiten para entrar en escena los funcionarios de la fuerza armada en las colas de las gasolineras, recibiendo dólares a cambio de llenar el tanque del carro del vivaracho. O en las alcabalas. En todos los espacios públicos donde los servicios han sido privatizados por buena parte de los propios funcionarios públicos, martillando al demandante. Éstos también buscan competir. Es que la base material lleva pareja la descomposición moral de una parte de la ciudadanía.

Edificar una nueva Venezuela es una tarea muy dura, pero alcanzable. Basta comprender que requerimos basarnos ante todo en nuestras propias fuerzas. Que los mitos de la inversión extranjera, deuda mediante, no permiten desarrollo sino más dependencia. Que de lo que se trata es partir de nuestras riquezas acumuladas y producir para satisfacer nuestras necesidades.

De sustituir para el desarrollo hasta alcanzar la diversificación, camino a la revolución industrial. Una nueva ética basada en la solidaridad se convertirá en una poderosa fuerza material para esos efectos. Hacen falta los líderes que la encarnen.

NotiVeraz

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