En Venezuela las fallas, que datan desde el año 2012, se acentúan por la corrupción, por el retraso en la asignación de divisas para importar y, hoy en día, por la crisis económica, en la isla los laboratorios redujeron su capacidad de producción por carecer de materia prima. Sin embargo, hay un punto de inflexión que desencadenó la desesperación del pueblo cubano en los últimos años: el declive de la industria petrolera venezolana.
Esta fue una estocada casi mortal para la estabilidad económica que la isla alcanzó gracias al convenio integral de cooperación firmado con Venezuela hace 20 años, el 30 de octubre de 2000.
En su momento, el acuerdo garantizó, entre otras cosas, el crecimiento de la industria farmacéutica en Cuba al punto de convertirse en uno de los exportadores de medicinas del país sudamericano durante diez años. De hecho, el rubro medicamentos fue el principal producto de exportación de la isla hacia Venezuela entre 2005 y 2013, años en los que se enviaron $1.272 millones de dólares en mercancía, según el Atlas de Complejidad Económica de la Universidad de Harvard.
Hoy, en medio del desabastecimiento que mantiene en vilo la vida de Iraida y de tantos otros cubanos, el envío de medicamentos de Cuba a Venezuela, pactado como parte de la unión bilateral, disminuyó a tal punto que los consultorios de Barrio Adentro, el plan de salud ideado por Hugo Chávez en 2003 con apoyo de la Misión Médica Cubana, están actualmente sin medicinas; pasa lo mismo en buena parte de los hospitales venezolanos.
El Convenio Integral de Cooperación Cuba Venezuela (CIC) permitió el intercambio de bienes y servicios entre ambos países por cinco años, prorrogables por el mismo tiempo de forma tácita. Venezuela se comprometió a enviar, inicialmente, 53.000 barriles diarios de petróleo a costo preferencial, mientras que Cuba acordó mandar a más de 13.000 trabajadores cubanos, especialmente del área de salud, para prestar asistencia médica y, además, abrió la puerta para que sus medicamentos llegarán a la población venezolana.
A 20 años del acuerdo, el convenio trata de sostenerse y aparentar buena salud en medio de las adversidades que supone, entre otros factores, la pandemia del COVID-19. Con menos barriles de crudo para intercambiar, Venezuela aún recibe médicos y medicinas de Cuba. Según la información oficial, el gobierno cubano está enviando antivirales y tratamientos homeopáticos, elaborados en su mermada industria farmacéutica, para ser probados contra el nuevo coronavirus, pero no se conocen datos de 2019 y 2020 con respecto a la exportación de medicinas genéricas y otros productos, planteados en el convenio.
La opacidad de la gestión chavista permea en los registros del comercio internacional. Tres expertos en esta materia ligados a los puertos venezolanos de La Guaira y Puerto Cabello, ubicado en los estados Vargas y Carabobo, respectivamente, coincidieron en que la cantidad de embarcaciones que proviene de Cuba ha disminuido en los últimos seis años. “La Cámara de Comercio de Puerto Cabello tiene años sin publicar el reporte semanal de importaciones y exportaciones. Todo lo relacionado con la llegada de medicinas de Cuba es manejado por la Base Naval porque lo que ingresa viene en buques de la Armada”, señaló uno de los especialistas.
La discreción y la poca transparencia con la que se ha manejado el convenio de cooperación despiertan sospechas sobre la ocurrencia de posibles irregularidades en su ejecución. Al actual gobierno venezolano lo han rodeado escándalos de corrupción en áreas de alimentación, electricidad y salud que salpican a la principal empresa del Estado, Petróleos de Venezuela (Pdvsa), cuyos recursos hacen posible la integración de ambas naciones. Estos delitos cometidos hacen eco en organismos internacionales, y ahora más que Venezuela enfrenta una emergencia humanitaria compleja.
Desde 2016 no están disponibles los datos oficiales sobre la cantidad de medicinas importadas en el marco del convenio bilateral ni su distribución a los consultorios y demás centros de atención de la Misión Barrio Adentro. El gobierno de Nicolás Maduro restringió la publicación de los informes de gestión del Ministerio de Salud. Los datos oficiales actualmente son presentados ante el Tribunal Supremo de Justicia, instancia controlada por el chavismo.
Sin tener registros, el personal sanitario que aún labora en algunos dispensarios percibe que los suministros han disminuido desde el año 2017. Entre el 1 de septiembre y el 8 de octubre de 2020, en visitas y entrevistas hechas en nueve establecimientos de salud, entre consultorios populares y centros de diagnóstico integral (CDI) de cinco estados de Venezuela, se supo que las medicinas, entregadas sin costo alguno, no son distribuidas en la misma cantidad ni frecuencia.
En algunos casos, los medicamentos que llegan duran solo unos días y su control recae exclusivamente en el personal médico cubano. En los dispensarios hay fallas de abastecimiento de productos, algunos de ellos incluidos en el listado básico de medicinas esenciales del Ministerio de Salud, que van desde analgésicos, antihipertensivos y antibióticos.
El gobierno venezolano informó el 14 de febrero de este año sobre la llegada de medicinas cubanas, pero sin entrar en detalles. El ministro de Salud, Carlos Alvarado, dijo que los medicamentos llegaron en un cargamento de 993 toneladas donde había suministros adquiridos en China, la Organización Panamericana de la Salud y otros proveedores. En 64 contenedores se entregaron más de 18 millones de medicinas, vacunas e insumos, cuya inversión alcanzó 25 millones de euros, según refirió el funcionario.
Con el convenio de cooperación, Venezuela firmó distintos proyectos en áreas de salud. Se desconoce la cantidad de acuerdos, pero de la revisión de las Memorias y Cuentas del Ministerio de Salud, entre 2002 y 2015, último año publicado, se desprende que el despacho suscribió al menos 247 contratos, incluidos los de adquisición de medicinas para dotar el sistema de salud pública venezolano.
Caminar por la cuerda floja
La cubana, Danaisy Lago, de 41 años, quizás no maneja tanta información sobre el destino de las relaciones bilaterales entre su país y Venezuela. Su prioridad es pensar en su salud y cómo sobrellevar el diagnóstico de lupus eritematoso sistémico que le confirmó su médico en 2018. Ella toma como tratamiento Hidroxicloroquina, uno de los medicamentos usados actualmente para atender la COVID-19. Su madre, quien reside en Estados Unidos, le enviaba periódicamente las pastillas pues en Cuba no puede acceder a estas. Sin embargo, desde que circula el nuevo coronavirus en Cuba y las fronteras están cerradas, vive preocupada.
“A finales de febrero me llegó el último paquete, pero con las restricciones a causa del coronavirus no puedo recogerlas. He resuelto con amigos en estos días y me mantengo con la reserva de prednisona. Son pastillas que tomo diariamente, no me pueden faltar y, ahora, comienzo a asustarme”.
El temor de Danaisy despierta con las fallas de abastecimiento de medicamentos que sufre la isla desde 2016 y que aún no han mejorado. Las autoridades cubanas han dado distintas razones sobre la escasez y, actualmente, sostienen que es resultado de las sanciones financieras contra Cuba, aprobadas desde 2017 por el gobierno de Estados Unidos, que prohíbe a bancos aceptar pagos del país insular.
El pasado mes de abril recrudeció la escasez. Los directivos de BioCubaFarma admitieron que 139 de los 619 productos de la lista básica no estaban disponibles. La caída en la producción redujo las exportaciones de medicinas cubanas. La Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba (ONEI), con información actualizada hasta 2018, dejó de presentar cifras de exportaciones de medicinas desde 2015. Pero el Observatorio de Complejidad Económica (OCE), que muestra datos del comercio internacional, indica que el valor de las ventas cubanas al exterior disminuyó de 97.7 a 38 millones de dólares entre 2015 y 2018.
El efecto dominó de la escasez
La crisis económica venezolana ha sido una de las grandes razones por las cuales el matrimonio entre Cuba y Venezuela se ha visto en apuros. Con la imposibilidad de recuperar la operatividad de su industria petrolera, al gobierno chavista se le ha dificultado cumplir a cabalidad sus promesas como, por ejemplo, el envío diario de 93.000 barriles pactada en 2005.
Para los cubanos esto ha significado no solo escasez de gasolina sino serias afectaciones en la distribución oportuna de las medicinas. En declaraciones a la prensa, Eduardo Martínez Díaz, presidente del grupo empresarial BioCubaFarma reconoció que “la escasez de combustibles en el país ha afectado la distribución oportuna de medicamentos hasta las farmacias”.
Desde el año pasado, el gobierno cubano implementó medidas de ahorro de combustible, aunque desde el año 2016 el país está sometido a un esquema de control para evitar el robo, desvío y derroche de combustible.
El programa energético aplicado en todo el país, incluye entre sus disposiciones la creación de un cuerpo estatal de inspectores de la Oficina Nacional para el Control del Uso Racional de la Energía (Onure) que vela porque en los centros de trabajo estatales no se sobrepase el consumo planificado; la disminución del alumbrado público; la reducción de horarios en centros laborales; la venta de calentadores solares a la población; el desplazamiento del horario pico hacia la madrugada de las producciones de las entidades altas consumidores de energía; la utilización del carbón vegetal y la leña como alternativa para los centros de elaboración de alimentos, la reducción del transporte público, y otras.
Aunque los recortes al suministro de energía eléctrica y combustibles para las empresas, han sido algunas de las medidas de mayor impacto, la escasez de combustible también ha provocado una disminución notable de las importaciones de insumos y alimentos.
También se ha visto afectada la producción de bienes y servicios, ha aumentado el desabastecimiento interno y los impagos a los suministradores externos por 1.500 millones de dólares.
El caso de Eliecer Marrero Acosta, un campesino de 71 años de Las Tunas, es una radiografía de las consecuencias del desabastecimiento. Eliecer ahora usa yunta de bueyes para trabajar sus tierras, un método al que no recurría desde hace casi 12 años, cuando su hijo empezó a manejar un tractor y recibía una asignación de diesel para la producción agrícola. Con la crisis de combustible que se agravó en Cuba en septiembre del año pasado, muy pocas veces pueden usar este tipo de maquinaria agrícola para producir.
“Esos tractores son altos consumidores de combustible —casi 10 litros por hectárea— porque son muy viejos y están muy deteriorados. Ahora tenemos que arar la tierra con tracción animal. Requiere mucho esfuerzo, y hacerlo con los bueyes también toma más tiempo, pero es lo que hay”, dijo.
Eliécer espera que las medidas de ahorro de combustible, implementadas en septiembre de 2019 por el presidente de Cuba, Miguel Díaz – Canel por unos meses, sean levantadas definitivamente. Pero, a juzgar por la realidad agravada por la pandemia, revertir esa decisión dependerá en gran medida de lo que ocurra en Venezuela.
Desde finales del año pasado, la escasez de combustible se ha sentido con fuerza en empresas y centros de trabajo estatales, sobre todo en un horario de de alto consumo energético, de once de la mañana a una de la tarde. En ese intervalo, a pesar de las altas temperaturas de la isla, se deben apagar los aires acondicionados, fundamentalmente. Por lo general, las tiendas de la red minorista no tienen ventanas “y nosotros hemos tenido que continuar trabajando así, con casi todo apagado”, comenta una empleada de Siboney, una de las tiendas más grandes de Santa Clara, en el centro del país. “El calor ha sido insoportable. La suerte es que ahora solo somos tienda virtual y no atendemos público”.
Con estas medidas, el gobierno cubano ha logrado reducir las posibilidades de apagones en el sector residencial, a pesar de que entre el 2000 y el 2018 la demanda privada pasó de 4.246 gigawatt por hora (GW/h) al año a 9.012 GW/h, según las estadísticas de la ONEI. En el período, la producción de energía creció a un ritmo tres veces menor, provocando un desbalance entre generación y consumo que las autoridades han compensado a costa de disminuir las asignaciones a ramas de la economía productiva.
Cuba empezó a sentir nuevamente el peso de una crisis que Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez, no puede paliar. Como parte del acuerdo, Venezuela aumentó considerablemente la cantidad de petróleo a enviar a Cuba al punto que en 2008, en plena época de bonanza, llegó a exportar 115.000 barriles de crudo diarios a costos preferenciales. Pero esta cantidad se redujo en más de la mitad en 2017 por la inestabilidad económica venezolana que se agudiza en paralelo con un conflicto político que aún no se ha resuelto.
Un estudio económico, elaborado por el Royal Institute Elcano, estimó que Venezuela envió a Cuba apenas 47.000 barriles de petróleo para marzo del año pasado. La investigación resalta que el convenio le permitió a Cuba hacerse de un jugoso negocio: el gobierno de la isla refinaba una parte del crudo venezolano en Cienfuegos, cuyos productos resultantes exportaban a Venezuela, y el resto lo vendían en divisas a otros países, especialmente de Europa.
A esto se suma que entre 2001 y 2014 la Comisión Intergubernamental Cuba-Venezuela aprobó 475 proyectos de inversión en Cuba por un valor de 8.000 millones de dólares. Mientras que entre 2007 y 2010 el Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela asignó 1.500 millones de dólares para financiar proyectos en la isla.
Los economistas Pavel Vidal y Carmelo Mesa-Lagos explican que aunque “algunos de estos proyectos no se llevaron a cabo y aparentemente cesaron después de 2014, la inversión directa de Venezuela en Cuba ha sido importante, especialmente en la refinería de Cienfuegos”. Estos expertos consideran que la relación Cuba-Venezuela cambió la correlación entre la tasa de crecimiento del PIB cubano y el precio del petróleo. “Sin ser un exportador neto y sin haber transformado la matriz energética, la cual sigue en gran parte subordinada a los combustibles fósiles importados, el país comenzó a beneficiarse de los aumentos del precio del crudo”.
El Royal Institute Elcano destaca en las conclusiones de su estudio que Venezuela perdió con el intercambio energético con Cuba un ingreso petrolero potencial de 29.400 millones de dólares entre 1996 y 2017. “La pérdida del suministro directo o indirecto de petróleo venezolano, aun con la merma experimentada en 2017, le costaría a Cuba 1.838 millones de dólares”, precisa. Aun así, en 2017 Venezuela cedió a Cuba el 49 por ciento de las acciones de la empresa mixta de la refinería de Cienfuegos, aparentemente para compensar los impagos que acumulaba con el gobierno cubano por la prestación de los servicios médicos.
El OCE señaló que los ingresos por exportación de petróleo refinado en Cuba cayeron de 150 a 14,4 millones de dólares anuales entre 2012 y 2016. La crisis, entonces, ha impedido a Cuba recuperar los niveles de abastecimiento de medicinas a los niveles registrados antes de 2016.
Los gobiernos de Cuba y Venezuela manifiestan públicamente que el convenio se mantiene sólido pese a la adversidad, pero las fisuras de la relación son inocultables. Un evento inédito generó un caldeado debate en redes sociales luego de que el diputado opositor, Julio Borges, encargado de asuntos exteriores del gobierno interino de Juan Guaidó, cuestionara a Maduro por donar a Cuba un buque con 16 contenedores de medicinas.
La producción nacional de medicamentos en Venezuela, tanto en la industria pública como privada, es nula. El gremio farmacéutico denuncia que el gobierno acumula desde hace más de siete años una deuda que supera los 5 mil millones de dólares con los proveedores en el exterior de los laboratorios privados por no aprobarles divisas preferenciales para importar medicinas ni materia prima y, en consecuencia, los distribuidores y farmacias locales se quedaron sin suministros.
En las empresas farmaceúticas del Estado disminuyó la producción por falta de insumos y personal. Actualmente, los productos que llegan al país provienen de países, como Rusia y la India, con los que Maduro sostiene alianzas y de particulares que sobreviven a la crisis económica y reponen inventarios de medicinas pagando montos en dólares, pero que, a lo sumo, resultan inaccesibles para los pacientes por los elevados costos en un contexto hiperinflacionario.
“Todos los días mueren venezolanos por la escasez de medicinas, sin embargo la dictadura prefiere mandar cargamento a Cuba que ayudar al pueblo”, señaló Borges en su cuenta en Twitter. Mientras los comentarios se multiplicaban en la plataforma, Maduro no se pronunció sobre esta información que surgió el 2 de marzo de 2020, un mes después de que los presidentes cubano y venezolano celebraran en Caracas la XX comisión mixta del convenio integral, un encuentro anual que los gobiernos realizan como parte del acuerdo, donde renovaron, contra todo pronóstico, la unión bilateral por cinco años más.
Buscando medicinas cubanas
La escasez, que golpeó a las grandes farmacias privadas, alcanzó al programa de salud del chavismo. Una enfermera de un ambulatorio de Barrio Adentro de Petare, una zona ubicada al este de Caracas, contó que el gobierno decidió no suministrar más medicinas con sello cubano a los módulos de atención porque, ahora, serán dispensadas en las farmacias populares. A los CDI llegan algunas presentaciones, pero en pocas cantidades y, únicamente, están reservadas para situaciones de emergencia.
“Si llega un paciente con un dolor fuerte y prolongado se le aplica dipirona, que es el que más suelen usar, y lo mandan a su casa. Pero, normalmente, esas medicinas no llegan o son tan pocas que se agotan muy rápido”, señaló la enfermera que habló bajo anonimato por temor a represalias.
El traslado de las medicinas cubanas hacia las 235 farmacias comunitarias funge como una medida del gobierno para controlar la distribución. Entonces, las personas recibirán los productos luego de llamar a la línea telefónica del Ministerio de Salud 0-800 SaludYa, que aún está habilitada, pero los pacientes, especialmente los que padecen de enfermedades crónicas, pueden demorar hasta un mes en retirarlas por la poca disponibilidad de algunos fármacos, según denuncias reseñadas en medios venezolanos.
Los pacientes con enfermedades crónicas en Venezuela son los más afectados por la escasez de medicamentos que se estima es de un 80% en todo el país. Foto: Bárbara Rodríguez
Entre marzo y julio de este año, el gobierno dijo que entregó más de 33.543.986 medicamentos en farmacias comunitarias. “Desde el año pasado faltan medicinas en CDI, entonces, lo que hicieron fue dejar el suministro al hospital de Cariaco y en una Farmapatria”, relató otra enfermera que trabaja en un CDI del estado Sucre, al oriente de Venezuela, quien aseguró en el centro no hay dotación ni para realizar estudios de laboratorio.
Las medicinas con sello cubano que el gobierno asegura que aún llegan a Venezuela son entregadas en las farmacias comunitarias conjuntamente con los suministros que proveen los países Rusia, China y la India, los cuales son empaquetados en el país y entregados sin registro sanitario. El Ejecutivo no ha aclarado cuántas toneladas envía cada nación. Pero, a juzgar por las últimas declaraciones de Maduro, Cuba ya no resalta como alternativa para enfrentar el desabastecimiento que, según el mandatario venezolano, es causado por el “bloqueo estadounidense”.
Cuba fue uno de los principales exportadores de medicinas de Venezuela durante diez años. El país incrementó el dinero por productos farmaceúticos en más de 28.000 por ciento entre 2009 y 2012. Los datos disponibles del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) destacan que cada uno de esos años Venezuela destinó, en promedio, 75 por ciento del dinero total por concepto de importaciones a Cuba para adquirir medicinas y vacunas de la isla.
Las estadísticas del Banco Central de Venezuela (BCV) indican que la contracción económica afectó el ritmo de las importaciones públicas que cayeron en 61 por ciento entre 2013 y 2018, incluyendo las compras de medicinas. A la par, en Cuba, la inversión en exportaciones en general hacia Venezuela registró una caída 81 por ciento en ese mismo periodo, según los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas de Cuba.
A pesar de que Cuba registra escasez de medicinas desde 2016, el gobierno de ese país destinó productos a Venezuela entre 2014 y 2018, como se desprende de los registros de aduana de ImportGenius, empresa con una extensa base de datos de importaciones internacionales. Las fundaciones Oro Negro de Pdvsa y Misión Barrio Adentro, como consignatarios, pagaron a la isla un total de 115.538.960 dólares por 7.412 toneladas de medicinas entre 2014 y 2018. La plataforma no registra datos de importaciones desde la isla en los dos últimos años.
La revisión general de la base de datos de ImportGenius asoma que Venezuela no importó productos farmaceúticos el año pasado desde Cuba. En cambio, resaltan naciones como Colombia, Brasil, India, incluso Estados Unidos. El OCE señala que, si bien Venezuela fue el principal destino de los productos farmacéuticos cubanos, a partir del 2014 no incluyen a Venezuela en sus datos, pero muestra cómo las compras se dirigieron a Brasil, Argentina y Ecuador.
Una unión comercial sostenida por la ideología
La llegada de Hugo Chávez a la presidencia en 1998 significó el comienzo de una nueva etapa en las relaciones entre Cuba y Venezuela. La firma del Convenio Integral de Cooperación cimentó las bases de un nexo económico comercial pero que, de fondo, se robustecía con la visión de una ideología política compartida basada en la defensa y promoción del socialismo en contraposición de los lineamientos de economía liberal.
El politólogo e internacionalista, Carlos Romero, quien ha escrito varios artículos sobre la relación entre Cuba y Venezuela, resaltó en uno de sus estudios académicos que la unión bilateral de esta integración persiguió la concreción de una política de seguridad común y, a lo sumo, de una alianza “anticapitalista” para la cual se adoptó una “doctrina militar” en la que prevalece la defensa ante una posible amenaza de Estados Unidos, nación que es contraria a los ideales socialistas.
“Se trató entonces de burlar el bloqueo económico a Cuba por parte de los Estados Unidos, de reactivar y ampliar el suministro de petróleo venezolano a Cuba, de ayudar al régimen castrista a salir del período especial en tiempos de paz, (…) de hacer causa común frente a la situación internacional y de reactivar el movimiento de izquierda mundial”, resume Romero, en uno de sus artículos publicado en 2016 para la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana.
El internacionalista y experto petrolero, Rafael Quiroz, señaló que este acuerdo no se sustentó en una relación donde ambas partes ganaran. Explica que Venezuela solicitó a Cuba intercambiar bienes que no requería para el país al hacer referencia al personal médico y técnico y la exportación de productos como medicamentos que la industria nacional podría elaborar.
El convenio facilitó que las misiones sociales de Cuba ganaran espacio dentro de Venezuela. La Misión Barrio Adentro, creada en 2003 por Chávez, buscaba impulsar un modelo de atención primaria que, con el pasar de los años, se convirtió en un sistema de asistencia que desplazó, a juicio del exministro de Salud, José Félix Oletta, a la red de atención tradicional y que recibió grandes sumas de dineros que no se tradujeron en resultados favorables.
Ante el incumplimiento de metas sanitarias, Oletta consideró que el gobierno usa la salud como “instrumento político” y el programa social le ha servido como estrategia ideológica para hacer proselitismo.
El gobierno guarda bajo llave la información sobre el cumplimiento de los proyectos de suministro de medicinas firmados como parte del convenio, pero Oletta enfatizó que una administración poco transparente tiene costuras. Hace nueve años, el Ministerio de Salud admitió debilidades para evaluar el cumplimiento de acuerdos firmados como parte de los convenios internacionales.
En 2014, año en el que el BCV reconoció que había una escasez de medicinas de un 50 por ciento, debió inaugurarse el complejo industrial farmacéutico que construirían Cuba y Venezuela para producir 125 medicinas esenciales. Desde 2012, el gobierno no ofreció más detalles sobre los recursos ni la ejecución del proyecto que inició en 2010.
En ocasión de las dos décadas del CIC, el 26 de octubre se solicitaron vía email sendas entrevistas al Ministro de Energía y Petróleo y presidente de Pdvsa así como también al ministro para la Salud de Venezuela, Carlos Alvarado González, pero hasta el cierre de la edición no se obtuvo respuesta.
El viernes 30 de octubre el convenio integral cumple dos décadas y difícilmente puede decirse que la calidad de vida de cubanos y venezolanos ha mejorado en este tiempo. Todo lo contrario.
Las crisis se van sumando una tras otra, año tras año y el deterioro de la economía es evidente en ambos países. Además, son varios los interrogantes que aún quedan por resolver: ¿cuáles y cuántos medicamentos se han importado desde la isla? ¿Cuáles han sido los beneficios para la población de ambos países de un convenio multimillonario? ¿Cuánto le cuesta al Estado venezolano cada medicina? ¿Qué pasó con la planta de producción de medicamentos que se instalaría en Venezuela?
Con bombos y platillos, a comienzos de 2020, ambos gobiernos firmaron la renovación del convenio en Caracas. Se acordó un plan de cooperación para este año con 21 proyectos que se debieron desarrollar en ocho mesas de trabajo, de las cuales dos abordarían temas de salud. A pesar de que para ese momento la pandemia aún no llegaba a las Américas, Nicolás Maduro recomendó “reformatear” el convenio sin entrar en detalles.
La revisión de los veinte años deja en evidencia la desigualdad en el trueque: Venezuela -que pese a la crisis en su industria petrolera- ha aportado sin falta y en grandes cantidades el rubro más costoso, ha saldado deudas por servicios y productos de menor valor. Lo perdido y ganado para ambas naciones no se sabe con claridad, la opacidad y la discrecionalidad son las principales características de este matrimonio por conveniencia.
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