Este nuevo discurso marca una importante distancia de los dirigentes de la coalición que en 2020 se negaron de manera rotunda a participar en el fraude electoral del 6-D por falta de transparencia. Lo curioso es que el escenario no ha cambiado en Venezuela.
Los partidos más preponderantes de la coalición opositora en Venezuela nuevamente mueven sus fichas para obtener algunos beneficios de este año electoral. Un ejemplo de ello es el reciente anuncio de varias organizaciones de una «reconfiguración» que pueda lograr la convocatoria a elecciones «libres» en el país caribeño con la ingenua promesa de derrotar la dictadura de Nicolás Maduro.
En el comunicado dado a conocer este martes se lee que «acordamos la reconfiguración de la alianza de partidos políticos, tanto en su dirección como la toma decisiones para hacerla más útil, amplia, incluyente, efectiva, asertiva y operativa». En otras palabras, se habla de un cambio en algunas de las capas de la oposición para captar seguidores.
En el texto, las organizaciones políticas aluden las razones que las llevaron a tomar tal decisión. Se enfocan en justificar que este refrescamiento —percibido como algo de carácter cosmético— lo ejecutan «urgidos por la necesidad de mejorar y reforzar» la «articulación entre los partidos políticos».
De la misma forma, lo hacen público una vez que se revisaron y discutieron las estrategias, así como el funcionamiento de la dirección política.
Las explicaciones que la oposición debe dar
El comunicado emitido a través de la cuenta en Twitter del Centro de Comunicación Nacional aglutinó tan solo a diez partidos políticos de los que hacen vida en Venezuela, ellos son: La Causa R, Encuentro Ciudadano, Convergencia, Movimiento por Venezuela, Proyecto Venezuela, Un Nuevo Tiempo, Copei, Voluntad Popular, Primero Justicia y Acción Democrática.
Las toldas políticas que se suscribieron al acuerdo aseguraron que harán nuevos esfuerzos para convocar e incluir a todos los partidos que deseen ser parte de la alianza «garantizando la mayor amplitud posible en el proceso de deliberación y discusión política». También señalaron que irán al «encuentro» de los sectores de la sociedad civil.
Los grandes ausentes fueron Vente Venezuela, Alianza Bravo Pueblo, toldas políticas cuyos líderes —María Corina Machado y Antonio Ledezma, respectivamente— se han manifestado con vehemencia en contra de cualquier proceso electoral que tenga la presencia de los personeros del chavismo en el poder.
Lejos de la unidireccionalidad que, al parecer, la oposición tuvo para hacer frente al fraude electoral de diciembre de 2020. Hoy, con este nuevo pronunciamiento, la dirigencia luce aún más resquebrajada. Ya no son las 27 organizaciones políticas que unificaron criterios, sino menos. Mucho menos.
En aquel momento, mediante un comunicado, los adversarios de Nicolás Maduro explicaron que se mantendrían al margen por tratarse de un «fraude electoral» e instaron a la comunidad internacional a rechazar el proceso. Al parecer, con este nuevo pronunciamiento hecho en un año crucial para afianzar poderes en las gobernaciones y alcaldías, la oposición parece diluir o edulcorar sus intenciones de medirse en las urnas.
Participar equivaldría a «colaborar con la estrategia de la dictadura» decían en ese momento. Este dictamen de la oposición ahora parece que no va por ese mismo camino.
La oposición en su laberinto
Para cerrar el pronunciamiento, los partidos firmantes indicaron que tendrán como prioridad «medidas para la atención prioritaria e inmediata» de los venezolanos ante el COVID-19 y para la convocatoria a elecciones presidenciales, parlamentarias, regionales y municipales de forma «libre» y «justa».
Estos discursos y comunicados no son algo nuevo de la oposición. Es algo a lo que la ciudadanía en el país está acostumbrada, por lo que su efecto podría ser ínfimo, realmente. Esto para algunos analistas y también para los propios venezolanos se debe a que no hay consistencia en los planteamientos, sino posturas que se mimetizan ante eventos importantes.
Y es que la oposición, más allá de proyectarse como heterogénea, sigue viéndose agrietada. Desde 2015, cuando conformó la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que sirvió como trampolín para hacerse con el control del Parlamento venezolano, no ha logrado unificar criterios sobre cómo hacer frente al régimen de Nicolás Maduro. Tales disyuntivas siguen pasando factura. Hoy las diferencias entre partidos continúan siendo aún más visibles.
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