Estados Unidos avanza en la región con su aparato civil y militar trasladando su profunda crisis interna, la cual se manifiesta en las convulsionadas elecciones presidenciales e intentando frenar lo inevitable: el desembarco de China.
Por un lado, vemos cómo sus corporaciones privadas, que funcionan como contratistas del Estado (Alphabet, Meta, X, Space X, Microsoft, entre otras), están avanzando mediante la instalación de bases tecnológicas, lo que los políticos neoliberales llaman “Hub de Inteligencia Artificial” y que en realidad es la instalación de bases de Inteligencia Artificial, centros de procesamiento y gestión de datos que funcionan en el marco de una guerra hibrida desplegada en el mundo occidental.
Tanto en Uruguay, como en Argentina se plantea la instalación de Centros de Procesamientos de Información, por parte de Alphabet (que ya tiene uno en Chile). Estas instalaciones consumen muchísima energía y agua para enfriar a las supercomputadoras y sus circuitos, recursos escasos que se van a destinar a alimentar a la tecnología de la anglosfera.
No generan mano de obra local, ni avances para el sistema científico y tecnológico regional, sino que, aprovechando los recursos naturales, consolidan el intento de apropiación territorial, monopolizando la gestión de los datos de los millones de latinoamericanos y del sistema productivo. Devolviéndoles un conjunto de aplicaciones de distracción, noticias falsas y el sistema de desinformación social y otros servicios. A su vez, si estas bases se entrelazan con los sistemas locales, civiles (salud, educación, energéticos y el Estado mismo) y militares, implica una perdida grave de soberanía.
En paralelo, el Comando Sur avanza bajo el lema de la ciberseguridad en la penetración tecnológica del aparato militar y de los sistemas críticos.
En un periodo muy corto de tiempo se realizó la Conferencia de Defensa Sudamericana 2024 en Chile, cuyo eje fue “Aprovechar las nuevas tecnologías para la defensa común de la soberanía hemisférica”; las fuerzas armadas en Argentina y otros países de la región participaron de ejercicios del Comando Sur en ciberseguridad, en Doral (EE.UU.) y en Argentina se permitió algo insólito: acceso total a un enviado de Estados Unidos en ciberseguridad.
Esta avanzada intenta desplegar los intereses anglosajones, mediante la consolidación de una nueva territorialidad, la digital, en la cual los Estados latinoamericanos no pueden ejercer prácticamente su soberanía.
El Comando Sur interpreta que la región se encuentra bajo amenaza (de China, Rusia e Irán) y que tiene que desplegar un escudo de ciberseguridad. Con esta premisa se realizan capacitaciones en ciberdefensa, se incorpora en la región software y hardware israelí y estadounidense, desmantelando lo poco que había de desarrollo propio y se incorporan formatos de análisis de Big Data que solo se pueden utilizar con su propuesta tecnológica.
En una estrategia común, este conjunto de propuestas, público y privadas, civiles y militares intentan barrer los incipientes desarrollos propios en tecnología y consolidar el ecosistema digital anglosajón, penetrando desde ahí a las estructuras militares, a los sistemas críticos, al Estado en su conjunto y hacer que el mercado económico interno dependa aún más de propuestas extranjeras.
Esto lleva a un profundo problema de seguridad nacional, ya que cualquier país que no se alinee a los intereses estadounidenses va a ser el centro de ciberataques, no solo a la población, sino a los sistemas de salud, eléctricos y hasta de defensa militar.
Esta situación que vemos en el caso de Venezuela desde hace años, a partir del bloqueo estadounidense y de los ciberataques a su sistema petrolero, a su sistema electoral y el reciente ataque terrorista a su sistema eléctrico, es un aviso, la antesala, de lo que le puede ocurrir a cualquier país de la región dada la indefensión frente a un ecosistema tecnológico anglosajón cerrado y organizado para el sometimiento.
El manejo de un doble estándar tecnológico, entre el ecosistema actual y el propuesto por otros países del Sur Global, como China, parece un paso central para ganar grados de soberanía, hasta que no se desarrolle una propuesta regional.
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