El dirigente opositor Julio Borges, quien se desempeña como comisionado presidencial para las Relaciones Exteriores del Gobierno interino de Juan Guaidó, anunció que renunciará a su cargo. Al respecto, argumentó que esta decisión surge luego de ver cómo el gobierno interino se ha deformado durante los últimos tres años. Por lo tanto, considera que “tiene que desaparecer completamente”.
En una rueda de prensa que ofreció por Zoom, el otrora diputado de la Asamblea Nacional indicó que “voy a dejar el cargo que he tenido hasta ahora para dar esta lucha de desmantelar y transformar las cosas, para volver a construir un proyecto, un camino y una unidad”.
Sin embargo, este discurso que lo encaminó hacia el tema de la reconfiguración de los liderazgos dentro de la oposición, debido a lo que tachó como un sistema que terminó por ser presa de la burocracia, también tuvo sus responsables. Es por ello, que sin contemplaciones Borges cargó contra la cúpula que rodea al opositor Juan Guaidó.
En tal sentido, explicó que “hay que reformar el Gobierno Interino, que tenía sentido para salir de la dictadura pero se ha deformado y, en lugar de ser un instrumento para luchar contra la dictadura es un fin en sí mismo”.
Asimismo, el abogado que también forma parte del partido Primero Justicia —una de las cuatro toldas políticas que fungen como base para sostener el Gobierno interino— agregó que esta institución se ha transformado en “una casta que se ha burocratizado’.
“La noción de gobierno interino tiene que desaparecer. No podemos seguir con una burocracia de casi 1600 personas. El gobierno interino ya quiere perpetuarse”, afirmó.
Asimismo, Borges hizo un llamado a la reforma del estatuto de transición que vence el 4 de enero de 2022. El objetivo de ello es “adaptarse a una estructura y un modelo político. En este momento no hay ruta, no hay unidad ni hay una estrategia”, por ello consideró que es menester un cambio, pues en los últimos años no ha habido una renovación en la política.
¿Qué motiva el nuevo quiebre en el Gobierno interino?
Durante la transmisión, Julio Borges no escatimó en justificar la razón de su dimisión, ni tampoco el porqué de sus señalamientos tan incisivos frente la cantidad de «tropezones» que ha tenido el interinato, los cuales han sido percibidos tanto puertas adentro, como también por la sociedad civil que demostró con su apatía ante las propuestas opositoras por medio de una abstención que rozó el 60% en los comicios electorales del 21 de noviembre.
“Perdimos apoyo internacional porque han habido demasiados errores y escándalos. Pusieron nuestro caso en la nevera. Necesitamos un espacio interno de movilización de lucha, de los partidos y la sociedad civil, y Hay que acumular la fuerza para tener legitimidad dentro y fuera”.
Asimismo, el opositor interpeló directamente a Juan Guaidó: “No puede pensar en vegetar en una posición, tenemos que sacudir y reconstruir el espacio de unidad. Confío en que haya sensatez”.
El conflicto de «Monómeros», la punta de un iceber plagado de corrupción
Los razonamientos de Julio Borges sobre el ínfimo reconocimiento que existe hacia la figura de Juan Guaidó como autoridad no distan de la verdad. Ejemplos hay muchos. El más reciente de ellos vino por el caso de «Monómeros», la compañía agroindustrial filial de Pequiven que ahora está siendo sometida a una figura de control por parte de la Superintendencia de Sociedades (Supersociedades) de Colombia.
En concreto, Supersociedades pidió una serie de documentos y registros debido al presunto manejo irregular en Monómeros que salió a la luz en los últimos meses. De acuerdo con los textos que que se entregaron, la mayor irregularidad que se detectó es el hecho de que la junta ad hoc firmara en abril de 2021 un contrato por 15 años con la panameña Lion Street, en el que se cede el 60 % de sus utilidades anuales, equivalentes a 7.500.000 dólares. Esto ocurrió a pesar de que la empresa supuestamente registró ganancias.
Días después de haberse dado a conocer esta información, la Superintendencia decidió someter a Monómeros a la figura de control. El objetivo sería «que se tomen correctivos para subsanar una situación crítica de orden contable, económica, jurídica o administrativa».
Si bien desde Colombia estaban inspeccionando a Monómeros dos semanas antes de que Maduro hiciera un reclamo en septiembre durante los diálogos entre la oposición y el régimen en México, también es conocido el declive de la figura de Guaidó y la desconfianza que hay en Bogotá.
Ahí es cuando se recuerda «el Cucutazo», el caso de cómo varios enviados de Guaidó se apropiaron en Colombia de fondos para la ayuda humanitaria. Un incidente donde Rossana Barrera, cuñada del diputado del partido Voluntad Popular, Sergio Vergara, conocido como mano derecha de Juan Guaidó; junto a Kevin Rojas, fueron protagonistas de un escándalo detectado por la inteligencia colombiana relacionado con el despilfarro de dineros públicos que en principio habían sido destinados para pagar el hospedaje de los militares que desertaron el 23 de febrero de las fuerzas militares de Maduro.
El complicado panorama del interinato frente a la comunidad internacional
A pesar de lo que diga el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, en esos discursos tibios, la realidad es que Estados Unidos mira con lupa los pasos de Guaidó y asociados. Sigue de cerca los fondos que tocan y para qué los destinan. No hay confianza. No es para menos. Desde su llegada al poder los escándalos de corrupción se han multiplicado como ratas en una madriguera.
Los fracasos en el interinato no han sido pocos. Para muestra la terrible derrota a sus intentos de «libertad» el 30 de abril de 2019. Un día que fue para el olvido y solo acumuló una frustración más, excepto para su jefe político Leopoldo López, quien fue el único que consiguió su libertad tras refugiarse en la embajada de España en Caracas y posteriormente radicarse en Madrid con su familia.
Y es que son tantas derrotas, que terminan haciéndole el juego al régimen de Nicolás Maduro. Tristemente esa es la percepción que a diario cobra fuerzas entre propios y extraños. Otro ejemplo de cómo las cosas se complican sobre el reconocimiento de Guaidó es el pleito por la legitimidad para acceder al oro depositado en el Banco de Inglaterra.
Nadie toca los lingotes dorados hasta que se aclare la cuestión de forma y fondo sobre la legitimidad de quién manda en Venezuela. Mientras esto sucede, las promesas de Guaidó sobre las vacunas siguen acumulándose cual torres de papeles.
La posesión de Citgo, principal activo de Venezuela en el exterior, también pende de un hilo. El interinato se encargó de llevar a tribunales una propuesta arriesgada que tuvo un resultado desalentador: la validación de los bonos 2020 que permiten la ejecución de una hipoteca que hoy, debido a las políticas de Estados Unidos, no ha terminado de resolverse, al menos hasta julio.
Sin embargo, la pérdida de Citgo, lastimosamente, luce inminente.
Entonces, hoy este socialismo azul, esta suerte de cofradía liderada por el delfín de Leopoldo López, debe acabar. Demostró ser ineficaz. Demostró que en lugar de ser una opción, hoy es quien obstaculiza que surja alguna alternativa de oposición que cumpla el rol de resistencia real y eso, con el reloj en contra, como está estos días Venezuela, no debe perdonarse ni posponerse..
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