Nadie lo esperaba, nadie lo tenía en el radar. 24 horas después todavía cunde la incredulidad y el desconcierto en Venezuela. A las puertas de las elecciones, Nicolás Maduro ha anunciado en público su intención de retomar unas negociaciones con la Casa Blanca que, al menos en este momento, parecían muertas y enterradas.
En Qatar y más tarde en Barbados, con la oposición venezolana como un tercer actor negociador, los dos países acordaron ponerle fecha a las elecciones presidenciales, liberar presos y permitir la inscripción de candidatos antichavistas. A cambio, la Casa Blanca facilitaría licencias petroleras y transacciones con el oro. Casi nada de esto llegó a implementarse, ni de un lado ni de otro. La presión sobre los opositores no se rebajó y la administración de Joe Biden revirtió las concesiones que había hecho. Este capítulo, cerca del 28 de julio, parecía cerrado, pero, en un movimiento que ha cogido por sorpresa, Maduro se dice dispuesto a sentarse en la mesa de nuevo con Washington.
La Casa Blanca ha recibido el ofrecimiento con frialdad y ni siquiera ha aclarado si conocía de antemano la disposición de Maduro. “Como hemos dicho, acogemos con satisfacción el diálogo de buena fe. Tenemos claro que el cambio democrático no será fácil y que requiere de un compromiso serio. Seguimos comprometidos a apoyar la voluntad del pueblo de Venezuela y un camino hacia la gobernabilidad democrática a través de elecciones competitivas e inclusivas”, expresó este martes en un comunicado el Departamento de Estado. Jorge Rodríguez, el mayor operador político de Maduro, ha sido designado para sostener estas conversaciones que, si quieren tener incidencia real en las presidenciales, tendrán que iniciarse de inmediato.
El martes, Caracas amaneció convulsa. Políticos, diplomáticos, opositores, asesores, embajadores, encuestadores y hasta gente del propio chavismo que no pertenece al círculo íntimo de Maduro trataban de descifrar qué pretende el presidente con este movimiento.
La teoría más extendida, y la más obvia, es que el chavismo trata de legitimar estas elecciones a nivel internacional, de lo que se deduce de que está convencido de vencer a Edmundo González Urrutia, el candidato de consenso al que la líder de la oposición, la inhabilitada María Corina Machado, ha cedido todo su capital político. El entorno de Maduro ha recibido la noticia con entusiasmo.
“Es una jugada excelente”, conceden fuentes cercanas al oficialismo. Estas mismas fuentes destacan que, aunque las encuestas no les son favorables, pueden en estas tres semanas que quedan remontar a Edmundo, en un contexto en el que la oposición parte en desventaja al no tener presencia en los medios locales, no cuenta con testigos en todos los colegios electorales y la cara de Edmundo solo aparece en tres casillas del tarjetón en el que hay que votar, por las 13 de Maduro.
Además, otros candidatos no chavistas recibirán votos -se calcula que alrededor de un millón- que, a efectos reales, benefician al oficialismo.
Los hay menos que hacen una lectura menos positiva para los intereses de Maduro. Víctor Álvarez, ministro de Industrias Básicas con Hugo Chávez y economista, profundo conocedor del universo chavista, ha escrito un análisis en el que asegura que el oficialismo se prepara para el peor escenario: perder las elecciones. “Ante ese probable desenlace”, sostiene Álvarez, “tiene que tomar precauciones y negociar un acuerdo de garantías de no persecución política”.
“Si a quienes están en el gobierno la derrota electoral se le convierte en una ola de persecuciones, juicios y condenas, para evitar esa tragedia preferirán aferrarse al poder”, continúa.
Por eso, otros países han insistido en que se firme un acuerdo de “paz política” a partir del 28 de julio. En el papel se quiere dejar por escrito que quien pierda deberá aceptar los resultados y que el ganador se compromete a no perseguir a los derrotados con la maquinaria del Estado.
En ese acuerdo ha estado trabajando Gustavo Petro con mucho énfasis, a través de su embajador en Caracas, Milton Rengifo -muy cercano al presidente- y el canciller, Luis Gilberto Murillo, que tiene plenos poderes en política exterior y es uno de los peones más fuertes del Gobierno.
El borrador de ese acuerdo, adelantado por este periódico y confirmado también por Luz Mely Reyes en Efecto Cocuyo, contenía al principio un referéndum paralelo a las elecciones, pero se ha optado por otra vía porque no existía tiempo material para organizarlo.
Según fuentes conocedoras de esta intentona, casi una obsesión de Petro, la idea es que el presidente colombiano viajara a Caracas para darle ese documento en persona a Maduro. Con la entrada en escena de Washington, todas estas piezas tienen encajar. Llega el tiempo del arte de la diplomacia y la persuasión.
Así, Álvarez cree que EE UU tiene en su mano evitar que el chavismo opte por medidas desesperadas, como sacar a Edmundo de la carrera presidencial. En ese caso, las elecciones estarían tocadas de muerte. “Con este fin, (Washington) está llamado a hacerle a Maduro una oferta creíble de quitar las recompensas, las sanciones personales y la persecución judicial internacional. De lo contrario, el oficialismo no se va a exponer a que se suelten los demonios de la venganza y se desate una cacería de brujas en su contra”, escribe el exdirigente chavista.
El fantasma de que las elecciones no se lleguen a celebrar también ronda esta oferta a la Casa Blanca. El chavismo podría zanjar esta discusión con el equipo de Biden concluyendo que no existe una voluntad real de que le quiten las sanciones económicas y utilizar ese argumento para posponerlas. El chavismo, de acuerdo a algunos analistas, maneja encuestas que les otorgan una derrota abrumadora. En este supuesto, en el Palacio de Miraflores, la residencia presidencial, no hay ninguna prisa por someterse al juicio de las encuestas.
O, una vez celebradas, que ocurriera como en Barinas, una región en la que venció la oposición durante las elecciones regionales y el candidato ganador fue inhabilitado. Se volvieron a repetir con otros contendientes y volvió a ganar el antichavismo. En cualquier caso, todos los escenarios son posibles, nada se descarta. Y ni siquiera nadie se atreve a pronosticar;. La situación de Venezuela ha entrado en territorio desconocido.
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