Hijo de Maduro se da la gran vida en los paradisíacos de Tailandia

Mas de una semana paseó el hijo de Maduro como turista sin límite para gastar, entre lujos y sitios paradisiacos en Tailandia. Él es solo una muestra minúscula que refleja cómo la descendencia de los tiranos en América Latina y el Caribe disfrutan de las mieles del poder.

Como de la realeza. Con dinero para gastar. Como si en Venezuela no pasara nada. Escoltado. Con todo y más llegó a disfrutar del mar, la arena y una gastronomía exótica de Bangkok, Tailandia, el hijo de Nicolás Maduro, apodado “Nicolasito”.

Desde la puerta del aeropuerto salió en un Mercedes Benz Vito, un vehículo tipo furgón acondicionado por la compañía para trasladar solo a tres pasajeros.  Según Infobae, la exclusiva empresa de transportes The Oriental Trans and Car Service Co., cuya flota únicamente cuenta con unidades alemanas último modelo, lo trasladó por el país.

Con sigilo paseó más de una semana como turista sin límite para gastar, entre lujos y sitios paradisíacos. Puede hacerlo sin restricciones. Él es un «bolichico» —un heredero y amigo del poder— ajeno al 94,5 % de la población que está por debajo de la línea de la pobreza y el 76,6 % que está en la pobreza extrema.

Entre el viernes 25 de febrero y el sábado 5 de marzo, el joven diputado por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) prefirió mantener un perfil bajo. Optó por descansar lejos de la diáspora que podría cuestionarle el hambre y la miseria del país bajo el control de su padre.

¿Cómo logró este viaje cuando está sancionado por Estados Unidos? “Sabe que debe caminar por debajo del radar”, se lee en Infobae. Lo hace desde 2019 cuando el entonces secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Steven Mnuchin, lo colocó en la lista de sancionados del régimen, bloqueó todos sus bienes o sociedades e impidió a empresas o individuos podrían hacer negocios con él o en su nombre. Sin embargo, las fotos de su periplo están ya en las redes sociales.

La monarquía de Managua

El hijo de Maduro, «Nicolasito», es solo una muestra minúscula que refleja cómo la descendencia de los tiranos en América Latina y el Caribe disfrutan de las mieles del poder. Este patrón de comportamiento en los hijos y demás familiares de los gobernantes atornillados en el poder se ha detectado también en regímenes como el nicaragüense y, por supuesto, el cubano.

La descendencia del sandinista Daniel Ortega en Nicaragua equivale a una monarquía centroamericana. Sus ocho hijos tienen rango de asesores presidenciales, controlan el negocio de la distribución del petróleo y dirigen la mayoría de los canales de televisión en el país, así como compañías de publicidad que son beneficiadas con contratos estatales. Solo entre 2018 y 2019, el emporio mediático y publicitario de los hermanos percibió 936.000 dólares por contratos oficiales, de acuerdo con un reportaje publicado por la plataforma Connectas.

La única excepción es la mayor de los nueve hermanos, Zoilamérica Ortega Murillo, quien denunció a su padrastro por abuso sexual y que, tras denunciar la “persecución” de su madre, vive exiliada en Costa Rica desde 2013.

La historia de Juan Carlos es otra. Este rockero empedernido, que tocaba el bajo en los recitales que daba con su banda Ciclo es el director de Difuso Comunicaciones- Es el hijo más activo en redes sociales, en las que pregona consignas sandinistas, condena al capitalismo y a Estados Unidos, en un calco de los discursos políticos de su padre, divulgó El País.

Laureano es un hombre elegante. Viste trajes finos, chequea la hora en un Rolex y tiene una conexión directa con Italia debido a su amor por la ópera. En 2012 consiguió que la aerolínea italiana Blue Panorama conectara Roma y Managua, aunque la ruta solo estuvo vigente tres meses. También fue uno de los principales interlocutores con el misterioso empresario chino Wang Jing, quien, junto con el presidente Ortega, prometió la construcción de un canal interoceánico en Nicaragua que no llegó a ningún puerto. En su cargo como “asesor presidencial para la promoción de inversiones”, el joven se codea con el gran capital nacional y empresarios internacionales.

Todos viven en El Carmen, el epicentro del poder del régimen presidido por Daniel Ortega. El complejo sirve al mismo tiempo de residencia oficial de la familia gobernante, de despacho presidencial y de sede de la Secretaría Nacional del Frente Sandinista.

Camila Ortega Murillo es directora de Nicaragua Diseña (una especie de semana de la moda). Ella encarna la imagen de la hija hacendosa. Es la sombra de la vicepresidenta Murillo, presente en casi todas las actividades partidarias como “asistente de confianza”. Su función es organizar las fiestas, cumpleaños, bodas y vacaciones.

Por último, están Carlos Enrique, Daniel Edmundo, Maurice y Luciana. Aunque no son caras tan conocidas como Juan Carlos, Laureano y Camila, ellos tienen bajo su responsabilidad la dirección de los canales de televisión 13, 2 y 4.

Maurice dirige Canal 13 con sus hermanas Camila y Luciana.Está a cargo de los despliegues audiovisuales en los actos públicos de sus padres.

El clan castrista

En La Habana, los miembros más jóvenes de los mandamases del régimen castrista conforman un clan de millennials que fuma habanos, toma champagne, tienen casa en la playa, vacaciones en París, autos de lujo y disfrutan de banquetes en restaurantes exclusivos alrededor del mundo.

Son una de la muestra más visible de la contradicción que existe entre su vida y la proclama política de sus jerarcas. Sandro y Tony, los dos nietos del fallecido dictador Fidel Castro encabezan el “olimpo de glamour” que disfrutan como herederos del líder comunista. Ambos pasean en Mercedes Benz y toman sol en la Riviera francesa sin disimulo.

Paolo, Raúl Alejandro y Fidel Ernesto, nietos de Raúl Castro también gozan de las arcas de la dictadura. Paolo es hijo de Mariela Castro Espín y el italiano Paolo Titolo, uno de los empresarios extranjeros más importantes en la isla, director general de Amorim Negocios Internacionais S.A., la representación cubana del Grupo Amorim, una empresa europea vinculada a escándalos de fraude, corrupción y lavado de dinero, entre ellos los relacionados con Isabel dos Santos, la mujer más rica de África.

A él le gustan las navidades en la ciudad italiana en Palermo o en París porque coincide con el aniversario de sus padres. Es “intranquilo y malcriado”, “alardoso y creído”.

De Italia le gusta Porto del Sole. De hecho, la foto que usa desde 2018 en la portada de una de sus varias cuentas de Facebook fue tomada en aquellas Navidades que pasó allá, frente a ese Mediterráneo.

En La Habana Paolo frecuenta Casa de la Música de Miramar o el bar Sangri-La, solo para coger impulso. Después, a continuar la fiesta hasta el amanecer en el Bar Saltzucar, donde una mesa en la zona VIP cuesta más de 300 dólares más de una docena de salarios mínimos.

La nueva generación castrista o sus miembros más millennials —como quiera verse— no podían ser distintos cuando su abuelo, Fidel, presumió de una paradisíaca isla privada conocida como Cayo Piedra, sumado a más de veinte mansiones, una marina con yates, cuentas bancarias cifradas, una mina de oro, criadas, cocineros uniformados y hasta una fábrica de quesos para su uso personal.

Tuvo buena vida. Nadie puede negarlo cuando Juan Reinaldo Sánchez, el guardaespaldas del dictador por dos décadas, reveló que “mientras exportaba al mundo la imagen de un sacrificado revolucionario que nunca se tomaba vacaciones, en realidad vivía como un capitalista con todos los placeres de un monarca del siglo XVI y manejaba Cuba como si fuera un señor feudal». Los mismo que hoy hace el resto de los comunistas.

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