Por Juan Guaidó
La única manera de evitar una catástrofe humanitaria es que Maduro no permanezca en el poder.
Nueve millones de personas sufren de inseguridad alimentaria grave o hambre extrema en Venezuela.
Hace cinco años, castigados por la miseria y la represión política, los venezolanos comenzaron a dejar el país para refugiarse de la destrucción provocada por la dictadura de Maduro, asociada al narcotráfico y al terrorismo internacional. Desde entonces salen del país sin nada, a pie, dejando hijos atrás o cargándolos en brazos, esperando encontrar un trabajo, alimentos y medicinas para sobrevivir y poder ayudar a los que dejan en Venezuela.
Hoy, con más de cinco millones de refugiados, la crisis migratoria venezolana es similar en volumen a la de Siria, con la diferencia de que en nuestro país no hemos tenido una guerra, ni un desastre natural que genere este nivel de diáspora. Lo que realmente sufrimos es un régimen incompetente y corrupto que pretende perpetuarse en el poder a costa de la vida de los venezolanos, ahora agravada por la nueva amenaza de la pandemia de covid-19.
En nombre del pueblo de Venezuela agradezco profundamente a todos los países vecinos y hermanos que reciben a nuestra gente, y a todos los Estados donantes en la Conferencia de Solidaridad con los Migrantes y Refugiados, convocada por la Unión Europea, el Gobierno de España, ACNUR y la OIM, celebrada este martes, cuyos fondos se destinarán a apoyar a los países receptores de venezolanos. Sin embargo, esto no es suficiente: la única solución para frenar el éxodo de millones y promover el reencuentro de la familia venezolana, es restituir plenamente la democracia y nuestras libertades coartadas por el régimen de Nicolás Maduro.
La realidad es que Venezuela necesita urgentemente un cambio; uno vital para salvar a los venezolanos del hambre, de la miseria, de las violaciones de derechos humanos y del crimen instaurado por la dictadura que nos oprime. El régimen de Maduro ha convertido nuestro país en un infierno sin alimentos, sin medicinas, sin gasolina, en el que unos cuantos roban sin pudor los bienes de la nación, y en el que se persigue, se encarcela y se tortura al disidente. Los miembros de mi Gobierno interino, reconocido por 60 países, así como la Asamblea Nacional, se han visto obligados a refugiarse en embajadas y a exiliarse. Nuestra gente es perseguida, encarcelada, asesinada.
La gravedad de la situación requiere de una respuesta urgente. Por ello hemos propuesto pasar de la usurpación del poder por parte de Nicolás Maduro, y del Gobierno interino que presido, a la conformación de un Gobierno de Emergencia Nacional plural e inclusivo, con la concurrencia de todos los sectores políticos y sociales del país, que garanticen estabilidad y representatividad, bajo la figura constitucional del Consejo de Estado, para implementar un plan social que aborde con eficacia la grave emergencia que sufrimos, con el ingreso de ayuda humanitaria inmediata, la atención a problemas relacionados con la salud pública, la alimentación, los servicios básicos, así como transferencias monetarias directas a las familias más vulnerables y garantías para la estabilidad del país, sin presos políticos.
Mi único deseo es poner al pueblo venezolano en primer lugar. Mi función como presidente encargado es restituir el orden constitucional en Venezuela. Nuestra propuesta de Gobierno de Emergencia Nacional gestionaría con eficacia la urgencia humanitaria, garantizaría el financiamiento internacional y realizaría unas elecciones presidenciales libres, justas y transparentes para restituir nuestra democracia con el respaldo de la comunidad internacional.
La única manera de evitar una catástrofe humanitaria es que Maduro no permanezca en el poder. Venezuela y el mundo saben que de mi parte estoy dispuesto a hacer las concesiones que hagan falta para ponerle fin al sufrimiento de los venezolanos, restituir la democracia y alcanzar nuestra libertad.