El líder opositor ha dejado de encarnar la promesa nacional de una transición y se alista para competir, como un aspirante más, a las elecciones internas previstas para 2023.
Han pasado tres años y medio. En enero de 2019 Juan Guaidó lanzó un pulso a Nicolás Maduro que le valió el reconocimiento de la Casa Blanca y decenas de Gobiernos como “presidente interino” de Venezuela.
Hoy el dirigente opositor ha tomado la decisión de competir como candidato en las primarias presidenciales que está organizando la Plataforma Unitaria de la oposición para comienzos de 2023.
Esta opción ha provocado desacuerdo interno que, según una versión que circula en las filas antichavistas, llega hasta sus aliados en Estados Unidos.
Guaidó estará respaldado por su partido, Voluntad Popular, del cual se había desvinculado públicamente mientras intentaba desalojar a Maduro del poder y buscaba forzar una transición al frente del llamado Gobierno Interino.
Este paso plantea una metamorfosis del “Guaidó presidente” al “Guaidó candidato” en el cual vienen enfundadas ciertas contradicciones. Algunos de sus aliados de este tiempo, como Delsa Solórzano, le han hecho saber que ya no lo van a respaldar. El llamado a unas primarias opositoras ha hecho florecer nuevos aspirantes.
Esta etapa de Guaidó puede terminar desembocando en la consulta, puesto que el líder opositor será un competidor más, mientras aumentan los temores en torno a una represalia del chavismo en este contexto.
La llamada presidencia Interina –decretada en 2019 por las fuerzas opositoras cuestionando la legitimidad de Maduro luego de las elecciones de 2018- , al principio respetada por las otras fuerzas opositoras y con respaldo internacional, es hoy una instancia achicada y sin poder.
Y, por otro lado, el equipo que Guaidó plasmó como si fuera un gabinete gubernamental es hoy un espacio que recibe críticas con frecuencia y en cuyas entrañas, bajo acusaciones mutuas de corrupción, se ha deteriorado aún más la relación entre los partidos aliados del antichavismo.
El dirigente ha perdido apoyos fundamentales en la comunidad internacional, incluyendo a la estratégica Colombia. Han aumentado las deserciones entre sus colaboradores.
Tres de los partidos más grandes de la oposición -Acción Democrática, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo- le han perdido la fe. También se han distanciado Encuentro Ciudadano y la Causa Radical, dos de los aliados de su nueva coalición, bautizada como Salvemos a Venezuela.
Las cosas con los Estados Unidos han cambiado un poco. Guaidó le hizo saber su molestia al Departamento de Estado sobre las visitas de altos funcionarios estadounidenses para negociar directamente con Nicolás Maduro la flexibilización de algunas sanciones. Mientras, el diálogo político con el chavismo en México, sobre el cual había algunas expectativas, ya cumple un año en total estancamiento.
La organización de una consulta nacional para escoger un líder y una estrategia es una necesidad urgente, ya pensando en las presidenciales de 2024. Algunos sondeos ubican el interés en participar en esas primarias internas en el 51%.
Guaidó ha decidido presentarse, dicen quienes le acompañan, porque sus números en las encuestas todavía son rescatables y tiene un capital político que debe defender.
Llegará, afirman, hasta donde pueda llegar. En las últimas mediciones, su nombre es uno de los pocos que se salva de la zona de la indiferencia, junto a Manuel Rosales, Henrique Capriles y María Corina Machado.
Todavía recorre el país, impugnando a Maduro, denunciando la corrupción en el chavismo, objetando las deficiencias de los servicios públicos, hablando de democracia y organizando encuentros digitales para diagnosticar la dimensión fallida del estado venezolano en manos chavistas.
Notiveraz