Georg Eickhoff habla sobre el chavismo y sus consecuencias para los venezolanos

Un golpe seco, acaso una bofetada para despertar a incautos. Salir del letargo –sí, es posible– y actuar con base en la real realidad; asumir que hemos estado equivocados en el diagnóstico. Urge corregir. Entender, de una vez por todas, que aquello de hacernos sentir culpables de nuestra propia tragedia es parte de la estrategia del enemigo –quizás, en guerra, sea la definición ideal–. De momento van ganando.

Al menos son esas las sensaciones y alarmas que generan las ideas de Georg Eickhoff. El doctor en historia moderna y analista político ya alertó en Twitter, sin rodeos: lo que ocurre en Venezuela es una “guerra híbrida”. El régimen chavista contra la población venezolana, militares incluidos.

Una guerra sin precedentes en nuestra historia y, además, desigual. La censura, la migración forzosa, la propaganda, el tráfico de drogas, el Foro de Sao Paulo, la prisión, la tortura, la hambruna, la falta de educación y el control social. Todo forma parte de lo mismo. Quizás, en una de sus noches de sueño en Luhansk, lo hable con el historiador y teórico alemán Carl von Clausewitz.

De momento, a esa conclusión se llega estando en otra guerra. Habla desde la experiencia. Desde febrero de 2019, Eickhoff trabaja como Monitoring Officer y Analista Político de la Special Monitoring Mission to Ukraine de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa, en una zona de Ucrania que actualmente no controla el gobierno.

Este alemán también habla desde la preocupación de quien ha echado sus raíces en Venezuela -vivió en el país entre 2008 y 2019- y la declara su pasión. Quizás por ello sabe que las falsas expectativas dañan. ¿Cuándo acabará esta guerra? “Piensa que esto no termina nunca. Esto te dará un extraño sentimiento de paz en la guerra”, dice en exclusiva para El Diario. Por lo pronto, la opción es resistir y conversar.

La guerra como modelo

—Habla usted de una “guerra híbrida”, uno de los conceptos que se barajan con más frecuencia para definir los conflictos del siglo XXI. Pero, ¿cómo caracteriza usted este tipo de guerras?

—Son guerras en las cuales es difícil determinar dónde y cómo empiezan y dónde y cuándo terminan porque usan todo tipo de tácticas y armas. Una parte importante de estas guerras es fingir que no hay guerra o por lo menos que uno mismo no es parte de esta guerra.

—Bajo esa premisa, sostiene usted que la guerra en Venezuela es del gobierno (régimen de Nicolás Maduro) contra la población. Y menciona una serie de ataques como la propaganda, la censura, el tráfico de drogas, someter a la población, expulsar a ciudadanos, entre otros. Entonces, ¿es esta una guerra nueva o que, por el contrario, lleva fraguándose desde hace varios años? ¿El chavismo se ha estado preparando para esta guerra?

—El chavismo se ha preparado y también tiene su curva de aprendizaje. Ha perfeccionado de año en año, por ejemplo, el uso de su estructura electoral y territorial para hostigar y someter a la población. Las próximas elecciones locales serán otro operativo de fortalecimiento de su estructura de control territorial. 

—¿Y en qué punto de esa guerra nos encontramos ahora mismo en Venezuela? Después de superar varias crisis, el régimen parece sólido, estable.

—Así es. El debilitamiento y cansancio de los venezolanos, sus dudas de sí mismo son grandes logros para ellos.

—La acredita usted a la ideología socialista del régimen. A la “lucha de clases” entendida como una trampa ideológica. ¿Cuál es la relación entre ello?

—Uno de los grandes analistas de conflictos en el mundo William Zartman, en un texto clásico, ha explicado que muchos conflictos siguen las fases de “need, creed and greed” (necesidad, credo y codicia). El régimen venezolano se ha aprovechado de las necesidades de mucha gente, después ha creado una ideología y ahora está en su fase de corrupción desenfrenada. Están a punto de subirse a su nuevo Ferrari.«El chavismo se ha preparado y también tiene su curva de aprendizaje»

Las víctimas como culpables

 —Durante años, buena parte de la población votó por Hugo Chávez y le toleró -y aplaudió, en muchos casos- sus conductas autoritarias. ¿Cuán responsables somos como sociedad de esta guerra?

—Si quieres someter a alguien es muy importante conseguir que tu víctima se sienta culpable de todo lo que le pase. En Venezuela se ha perfeccionado el sistema de atacar a las personas en el entorno de líderes que son especialmente vulnerables. Atacan al chofer, al familiar, al personal técnico, al fotógrafo, hasta a la vecina.

Acuérdense de Antonia Turbay, vecina de Iván Simonovis, a quien metieron presa. Eso es para que todo el mundo se sienta culpable. Ahora usan el covid-19 para que nos sintamos todos culpables en la incapacidad de proteger a los más débiles y a nuestros héroes.

—¿Y la dirigencia opositora? Han cometido innumerables errores, en parte por la ausencia durante años de un plan claro y unitario contra los postulados del chavismo. ¿Les da usted alguna cuota de responsabilidad?

—He sido testigo de victorias y derrotas en esta guerra contra el chavismo. No me dejo quitar la parte buena. El chavismo fue derrotado por los venezolanos como modelo político exportable. Ya todo el mundo sabe que no son un modelo, que son malandros.

—¿Qué rol le da al régimen cubano en esta guerra híbrida en Venezuela? Chávez se empeñó en copiar el modelo de Fidel Castro y le abrió las puertas del país. 

—Los cubanos manejaban y actualizaban un perfil psicológico de Hugo Chávez mucho antes de 1992. Sabían de la inmensa vulnerabilidad espiritual y mental del individuo. Creo que hoy están contentos con su operación, aunque lo tuvieron que dar de baja.

—Asegura usted que lo que ocurre en Venezuela es una mezcla entre los pensamientos de Carl von Clausewitz y el de Michel Foucault. Para el primero, la guerra es la continuación de la política con otros medios. Para el segundo, la política es la continuación de la guerra con otros medios. Amplíenos este planteamiento.

La posguerra 

—¿Y qué posibilidades tiene la población de ganar? Sin armas, con la hegemonía comunicacional en manos del régimen, la desorganización y de paso la pandemia, pareciera que son casi inexistentes las opciones.

—Las opciones son de resistencia. Pero a nadie le sale todo como lo quiere. Saber que estás en guerra afina tus antenas para detectar los errores del adversario y quizás aprovecharlos.

—Entonces, ¿cómo se articula la sociedad en medio de una guerra híbrida? ¿Cómo se construye ciudadanía en circunstancias como estas?

—Conversando mucho. Serán necesarias las alianzas con gente que no te cae bien que ha cometido errores como tú mismo y como todo el mundo. Los chavistas se perdonan cosas muy gruesas entre ellos. Pero también es de gente decente y astuta perdonarse mutuamente para no paralizar todo.

—República Dominicana, Noruega, la Unión Europea… de momento, todos los procesos de negociación para solventar la crisis venezolana han fracasado. Sostiene usted que, para mediar, hay que entender que se trata de una guerra. ¿Qué quiere decir esto? ¿Cómo cambia tu postura al negociar entendiendo que se trata de una guerra, como usted dice?

—Estos negociadores internacionales, algunos de ellos excelentes profesionales, saben perfectamente de qué se trata. No necesitan mis consejos. Claro que todo cambia si reconoces que estás en guerra.

—¿Qué rol le da usted a la Fuerza Armada Nacional, tanto en las circunstancias actuales, como en una eventual resolución del conflicto? ¿Se puede salir sin ellos?

—Los militares tienen la llave en sus manos. Y precisamente por eso están sometidos a la guerra híbrida también, no solamente la ejecutan. Hay dos factores que tienen un gran impacto sobre los militares: las oportunidades de la corrupción, el dejar que roben, por lo menos los rangos altos; y la tortura para todos. Prisión y tortura se usan muy intensamente contra los militares en Venezuela.

—¿Es posible librar esta guerra por la vía de la negociación sin incluir a Cuba? Hay precedentes en este sentido. En la guerra de Angola, por ejemplo, Suráfrica y Estados Unidos se percatan de que no podrían avanzar sin incluir a los cubanos. ¿Acaso no es la misma situación en la que estamos ahora nosotros?

—Pues sí, tristemente es en África donde tenemos que buscar los ejemplos. Ojo, el concepto de guerra híbrida puede causar una nueva depresión porque no tiene ni principio ni fin y te abruma. Pero tiene la ventaja de invitarte a pensar sobre todas las opciones que tienes. Al final pienso que Venezuela no es África. Tampoco es Irán. Es parte de Occidente y es un cuero seco que se pisa por un lado y se levanta por otro.

Los militares tienen la llave en sus manos. Y precisamente por eso están sometidos a la guerra híbrida también, no solamente la ejecutan»

—¿Y qué debe venir después de la posguerra híbrida para sanar heridas, reconstruir el país y volver a la senda pacífica y democrática? ¿Cuánto tiempo llevará eso? 

—No se puede esperar para sanar heridas. Es un trabajo urgente y constante. “Posguerra híbrida”, suena sugerente. No sé si tal cosa existe. Vale la pena pensarlo a fondo. Mientras tanto, muchos amigos, dentro y fuera de Venezuela, me preguntan una y otra vez cuánto tiempo más durará esto. Yo respondo que, a efectos prácticos, piensa que esto no termina nunca. Esto te dará un extraño sentimiento de paz en la guerra.

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