La propia palabra ciberseguridad ya puede evocar de entrada, un enorme componente tecnológico que termina ahuyentando a la alta dirección de las empresas del sector de la hostelería. Si bien es cierto que mucho porcentaje de las acciones para garantizar la ciberseguridad tienen una base eminentemente técnica, no es menos cierto que todo comienza con un plan.
Recuerdo cuando el mundo de la informática a nivel usuario comenzó su esplendor, nos recomendaban el uso de aplicaciones profesionales para usos domésticos, como el Photoshop o Autocad. Hasta que un día nos dimos cuenta de que antes de diseñar, debemos trazar las ideas en una hoja de papel con un simple lápiz. Y quizá no era necesario invertir el dineral que costaba Photoshop para conseguir los resultados perseguidos. Pero nos daba prestigio tener Photoshop, ¿verdad?
Si aplicamos este ejemplo a la ciberseguridad, nos encontramos con una herramienta imprescindible para dar con la tecla en nuestras necesidades de ciberseguridad, y sobre todo en las de inversión tecnológica. Esto es un Plan Director de Seguridad, definido por el Instituto Nacional de Ciberseguridad como “la definición y priorización de un conjunto de proyectos en materia de seguridad de la información con el objetivo de reducir los riesgos a los que está expuesta la organización hasta unos niveles aceptables, a partir de un análisis de la situación inicial”.
Lo primero es conocer el estado actual de la empresa, en términos de ciberseguridad, a partir de un análisis diferencial sobre alguna norma reconocida internacionalmente, como ISO 27001, NIS2, PCI DSS o incluso el Esquema Nacional de Seguridad. El apoyo de la dirección es clave para definir el alcance del análisis y apoyar a los integrantes del proyecto del plan director. Es imprescindible que afloren todas las vulnerabilidades y problemas de la empresa para poder dar soluciones certeras. Ejemplos de ello pueden ser la falta de procedimientos operativos, control de proveedores, seguridad física de la empresa, no disponer de un plan de continuidad del negocio, etc. A nivel tecnológico, necesitaremos más herramientas para analizar la situación como test de intrusión sobre las defensas del perímetro, o analizar el nivel de entrenamiento de los trabajadores con pruebas reales de suplantación de identidad.
Para completar el análisis diferencial debemos realizar un análisis de los riesgos los que se encuentra expuesta la empresa, centrándonos en los riesgos de seguridad de la información, e incluyendo todos los activos de información críticos. El análisis de riesgos puede ser efectuado igualmente con una metodología reconocida como ISO 27005, ISO 31000 o Magerit. Como podemos comprender, esta fase debería ser realizada por personal con experiencia, ya que los errores en su realización pueden terminar en resultados distorsionados o inexactos.
El plan terminará con diversos proyectos con el fin de alcanzar los niveles de seguridad requeridos por la empresa. Los elementos de los proyectos se componen de la iniciativa, su descripción, los costes y el tiempo previsto para su implantación. Por ejemplo, una iniciativa sería “Regulación de los servicios TIC prestado por terceros”, es decir, “Revisar y homogeneizar los contratos establecidos con los proveedores TIC externos a fin de garantizar que estos son adecuados a las necesidades de la organización. Para aquellos que sean críticos, establecer acuerdos de nivel de servicio”. Los costes pueden estar asociados a horas de consultoría y el plazo dependerá del número de proveedores, departamentos y tamaño de la empresa, etc.
Los proyectos que componen el plan director de seguridad son la verdadera estrategia y táctica en ciberseguridad, donde la dirección debe estar perfectamente informada, y decidirá la inversión a corto y medio plazo de forma razonada en ciberseguridad. ¿Termina aquí esta fase táctica? La respuesta es no, ya que la dirección deberá realizar un seguimiento del estado de implantación de los proyectos y, lo más importante, de la efectividad de las acciones realizadas.
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