En 1989, el presidente Carlos Andrés Pérez aplicó en Venezuela una serie de reformas económicas de corte neoliberal basadas en el llamado Consenso de Washington.
Unos 30 años más tarde, el gobierno de Nicolás Maduro parece haber hallado su modelo político no en Washington, sino en sus antípodas geopolíticas: en Pekín.
“[La economía venezolana] está en una transición, que tiene como referencia al modelo chino”, dijo Rafael Lacava, miembro de la dirección nacional del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y gobernador del estado Carabobo, durante una visita a Shanghái en noviembre.
Lacava, quien aseguró estar allí como enviado especial de Maduro, explicó luego que esa visión sobre China era la que explicaba que el mandatario venezolano hubiera viajado con tanta frecuencia a ese país.
Y, ciertamente, Maduro había realizado en septiembre su tercera visita de Estado a China que, según afirmó, era también su viaje número 11 a ese país desde 1999.
El mandatario venezolano ya había mencionado a Pekín como referente en el pasado. En julio de 2022, por ejemplo, lo hizo al promulgar la ley que permitía la creación de zonas económicas especiales (ZEE) como “camino para la atracción de inversiones productivas.
«Ya conocemos bien las experiencias de China durante 40 años, la experiencia de Corea del Sur, la experiencia de Vietnam, entre otras (…), que nos han servido de inspiración para dar este paso», dijo entonces.
Un año antes, cuando el anteproyecto de esa ley fue presentado ante el Congreso por el diputado Nicolás Maduro Guerra, hijo del mandatario, este también dejó claro que querían avanzar sobre la estela de Pekín.
“Una gran ZEE exitosa es (la de) nuestros hermanos de la República Popular China, donde una zona llamada Cantón en los años 80 tenía una población de dos millones de habitantes, muy humilde y deprimida económicamente, y hoy (…) es una de las principales zonas industriales de China», dijo.
Pero, ¿cuán viable es aplicar el llamado “modelo chino” en la Venezuela de Maduro?
Una visión simple de una realidad compleja
“Lo que la gente llama modelo chino es una simplificación de la realidad china”, apunta Luis Vicente León, presidente de la consultora Datanálisis, al ser preguntado sobre la viabilidad de esta iniciativa en Venezuela.
Afirma que, en líneas generales, cuando la gente se refiere al modelo chino se refiere a la posibilidad de combinar un estricto control político y social -en el marco de una concentración de poder- con un proceso de apertura económica, con participación privada, etc.
“Esa visión es muy simple porque el modelo chino es muy complejo y, además, ha migrado desde su sus primeros pasos que arrancaron desde un comunismo estricto que abría un poco la economía hacia el sector privado hasta lo que es hoy: un modelo muy sofisticado”, dice
“Este es un modelo que mezcla empresa privada, pero también empresa pública; que permite la participación internacional, pero con fuertes controles y seguimiento estatal; donde el Estado juega un rol muy importante en proceso de investigación y desarrollo; y donde hay conexiones muy fuertes entre el Estado productivo, el Estado político y el sector privado; y donde el tema político se mantiene estrictamente concentrado en el Partido Comunista”, agrega.
León señala que si uno asumiera la visión más genérica que resume la idea del modelo chino en una situación en la que se mantiene una alta concentración de poder político y una apertura hacia el sector privado y a la inversión extranjera en materia económica, entonces puede pensarse que ese modelo es aplicable a Venezuela.
“No es que vaya a ocurrir, sino que de alguna manera ya hay avances en ese sentido. Si analizas la estrategia económica de Hugo Chávez de penetración, expropiación e intervención de empresas privadas, de hostilización en la relación empresa-Estado o gobierno, eso hoy es muy distinto”, señala.
“En los años 2021, 2022 y 2023 hemos visto una reorientación importantísima de la relación entre gobierno y el sector privado. No es que sea una relación muy productiva o súper positiva, pero una relación mucho más fluida. Aquí no ha habido avances en la expropiaciones ni en la intervención de empresas. Al revés, el gobierno más bien ha ido saliendo de esos procesos e incluso ha entregado empresas o sectores que fueron expropiados”, apunta.
Un modelo chino aclimatado al trópico
El politólogo Ricardo Sucre, quien le ha estado haciendo seguimiento al acercamiento entre China y Venezuela durante las últimas dos décadas, destaca del modelo chino una característica que considera esencial y que no ve en la Venezuela de Maduro: un proceso de planificación por parte del Estado.
“[En China] lo distintivo es que hay una dirección política que dirige un proceso de desarrollo que combina mecanismos del Estado y del mercado”, señala a BBC Mundo.
“Cuando se habla de modelo chino es una figura para sintetizar una idea, pero eso en Venezuela no existe como tal. No tenemos un proceso de reforma. Aquí hay una cierta liberalización de controles, de precios, se permite el uso del dólar como referencia. Pero la idea de un proceso de reformas que viene desde el Estado, eso todavía aquí no existe”, afirma.
Explica que, aunque en Venezuela se han creado zonas económicas especiales como hizo China, en el país asiático siempre ha tenido un rol central la planificación del Estado.
“En China siempre hubo el elemento de la visión del Estado. Por ejemplo, en las primeras zonas económicas especiales creadas allí hubo un proceso de liberalización inicial que permitió que estas zonas pudieran definir sus propios socios, buscaron industrias de punta en la primera ola tecnológica de los 80, pero el Estado siempre estuvo presente. El mercado decidía, pero el Estado siempre tenía una visión y jugó con el mercado para alcanzarla”, apunta.
Sucre considera que en Venezuela el gobierno es más liberal pues actúa como si la creación de las zonas económicas especiales -áreas en las que se establecen ciertas condiciones preferenciales como exenciones fiscales- fuera automáticamente a atraer la inversión.
“Yo siento que están esperando, ahí sí, la mano mágica del mercado que simplemente haga su magia y creo que en el caso de China no fue así”, indica.
El analista considera que de los dos principales elementos de esta versión simplificada del modelo chino, en Venezuela Maduro ha avanzado en lo relativo al control político, pues aunque el PSUV no sea un partido hegemónico, considera que sí tienen el control político del país.
En la parte económica, sin embargo, cree que el gobierno no está orientando ni planificando el desarrollo.
“En lo económico es el mercado el que está actuando. Tú vienes aquí y quieres montar una fábrica de X producto y te van a decir que sí. Ahora, ¿dónde eso se inserta dentro de una visión macro para construir ese modelo que a su vez genere los excedentes que permitan a su vez entonces producir otras cosas como ocurre en el modelo chino? Eso aquí no lo hay”, afirma.
“En este caso, es el mercado el que está determinando la producción y el Estado permite que eso pase. Y la planificación está más en la construcción de un estado de bienestar chavista”, agrega.
Sucre explica que, a diferencia de Chávez, Maduro tiene una visión más capitalista en la que la sociedad debe producir sus propios recursos, el Estado cobra los impuestos y los distribuye en las que considera sus políticas bandera para construir esa suerte de estado de bienestar.
Crecimiento, pero con límites
Tanto Sucre como León reconocen que la economía venezolana en la actualidad está limitada por varios factores, entre los cuales destacan las sanciones impuestas por Estados Unidos, lo que marca otra diferencia crucial con China que, por el contrario, recibió grandes inversiones estadounidenses cuando comenzó su apertura al sector privado.
Sin embargo, ambos coinciden en que eso no impide totalmente que puedan llegar inversiones o que la economía pueda experimentar tasas de crecimiento.
“Creo que sí puede haber un flujo de inversiones que no procedan de Estados Unidos y creo que es lo que el gobierno tiene en la mente. La prioridad del gobierno es la estabilidad. Creen que si logran eso van a poder atraer inversiones. Y si veo que puede ocurrir”, comenta Sucre.
El analista indica que, de hecho, incluso hay venezolanos que sacaron sus recursos del país durante la época de Chávez y que ahora los están trayendo de vuelta, al ver que el gobierno está dejando operar al mercado sin tantas restricciones.
“Montan a lo mejor emprendimientos pequeños, que van más con nuestra cultura. Y creo que es un poco la visión del gobierno: un país de emprendedores, cosas pequeñas que van sumando al PIB. Y así cada quien podrá ir resolviendo su vida. Es algo muy liberal, no es nada socialista”, indica.
Más allá de las sanciones -que recientemente EE.UU. ha estado flexibilizando-, Luis Vicente León destaca que el crecimiento de la economía venezolana tiene limitaciones “brutales”.
“No se puede comparar para nada la capacidad de expansión del sector privado en Venezuela con la que podía tener China. No me refiero solo al tamaño de la economía, que es ridículo comparar, pero pero sí a otras condiciones como las sanciones y las condiciones de infraestructura que en Venezuela son terriblemente negativas”, dice.
“Ahí no se ha producido ningún cambio: no hay participación privada en el manejo de la infraestructura eléctrica o de agua o vial. Hay problemas críticos por resolverse que tienen que ver tanto con la ineficiencia, la desinversión y las sanciones”, agrega.
Pese a todo, León sí ve potencial para que la economía venezolana siga creciendo pero aclara que esto se producirá a partir de un punto de partida muy bajo, pues el PIB venezolano se redujo a una cuarta parte de lo que era en 2013.
“Si tú perdiste el 75% en 7 años, quiere decir que tú eras 100 y ahora eres 25. Entonces, para que tú regreses a 100 tendrías que crecer 400%. El reto es el titánico y eso no va a pasar en los próximos 5 o 10 años”, señala.
“Esto no quiere decir que la economía no pueda crecer o que, incluso, no pueda haber un año con dos dígitos de crecimiento en el PIB, sobre todo si se mantiene la apertura de mercado petrolero y del mercado gasífero. Eso permite a la economía crecer, pero rescatar el desarrollo, resolver los problemas de infraestructura, plantearse un modelo estable… a eso le falta mucho tiempo”, advierte.
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