Deniris Camacho espera sin mucha expectativa el primer cliente del día. Las ventas en su puesto de ropa vienen mal en los últimos meses en un clima de ralentización económica en Venezuela que siembra dudas tras el rebote del año pasado.
Camacho llegó a sentir en su negocio los efectos del crecimiento de 15% que la golpeada economía venezolana experimentó en 2022 después de caer 80% en ocho años de recesión, pero desde diciembre vende menos.
«Poco a poco, cada día menos», dice a la AFP esta comerciante de 60 años, que lleva tres décadas vendiendo ropa de mujer en un mercado del centro de Caracas.
«Así estamos: solo», lamenta Camacho mientras apunta hacia su local, repleto de mercancía, pero sin clientes.
La contracción de las ventas en la capital Caracas y la región central alcanza 21% y la situación es mucho peor en la provincia, advierte la asociación de comerciantes Consecomercio, que presentó el miércoles una estimación del comportamiento de las ventas en los primeros cinco meses de 2023 respecto a 2022.
Los habituales cortes eléctricos y la escasez de combustible en el interior hacen «abismal» la diferencia con Caracas, subraya Consecomercio.
El retroceso llega a 44% en el este del país, que concentra destinos turísticos, y 34% en el oeste, polo agropecuario.
«Efecto rebote»
La reducción de inventarios es espejo de la caída de las ventas, pues muchos comerciantes como Camacho no los reponen desde diciembre. «¿Cómo pido si todavía tengo?», se pregunta.
El año pasado, por la «tímida» recuperación económica, «muchos comerciantes adquirieron inventarios» y «ahora no se mueve» la mercancía, explica la presidenta de Consecomercio, Tiziana Polesel.
El rebote de 2022 se sintió especialmente en Caracas con nuevos establecimientos, aunque ya varios cerraron en los últimos meses o replantearon estrategias por competencia y poca demanda.
Así, los tímidos signos de recuperación del año pasado comienzan a ser opacados con señales de recrudecimiento de la crisis que llevó a 7 millones de venezolanos a emigrar, advierten especialistas.
«No hay políticas económicas que lleven a un crecimiento sostenido. El efecto rebote que vimos el año pasado tuvo que ver con los precios del petróleo», comenta la economista Pilar Navarro, de la firma EMFI Securities, al recordar que el barril llegó a estar por encima de los 100 dólares tras la invasión rusa a Ucrania.
El frenazo de la economía coincide con un escándalo de corrupción que sacudió a la estatal petrolera PDVSA con el desvío de al menos 3.000 millones de dólares de pagos por crudo en criptoactivos en 2022, según reportes de prensa.
La situación afectó la liquidez y el flujo de caja del gobierno, desestabilizando además el tipo de cambio en un país dolarizado de facto.
También hubo un «rebrote» inflacionario.
«Con 436% de inflación (interanual a mayo), cualquier persona con cualquier sueldo es difícil que pueda mantener su poder de compra», sostiene el profesor y exjefe de la mesa de cambio del Banco Central Hermes Pérez.
Enero, de hecho, fue el mes con la inflación más alta de los últimos dos años: 42,1%.
La firma Datanálisis, en ese difícil contexto, calculó la pérdida de confianza del consumidor en 23%.
«Aquí seguimos»
La economía no se ha desplomado, coinciden expertos, gracias a los recursos extras derivados de las operaciones de la petrolera estadounidense Chevron, autorizadas por Estados Unidos de manera limitada a finales de 2022.
«La razón por la que tú no has visto una macrodevaluación entre marzo y mayo es porque hay dólares en el mercado, porque si no el dólar se hubiera disparado. ¿Y de dónde vienen esos dólares? De Chevron, no hay ninguna otra fuente», sostiene Luis Vicente León, economista y director de la consultora Datanálisis.
Pérez estima que el mercado cambiario recibe de Chevron alrededor de 100 millones de dólares al mes, monto poco representativo para el histórico de ingresos petroleros de Venezuela, pero «bastante» en medio de las complicaciones para exportar petróleo por el embargo de Washington.
«El impacto de esa medida ha sido ampliamente positivo», apunta Pérez que, aún con recelo, espera una estabilización en el segundo semestre.
Camacho y otros comerciantes, mientras, queman sus últimos cartuchos de optimismo.
«Aquí seguimos», dice Marielba Clavo, vendedora de verduras desde hace 33 años. «Quisiera que mejorara, pero bueno… estoy agradecida con lo que tenemos».
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