Cómo cada día aumenta la desnutrición en Venezuela

La vida de Sully es un milagro. Pasar por el canal de parto del cuerpo desnutrido de su madre, Rosa Borges, no fue cosa fácil ni para ella, que estuvo a punto de perder la vida, ni para él, que nació con bajo peso.

Durante los nueve meses de gestación y los meses que le siguieron, Rosa apenas pudo comer una o dos veces al día y, en ocasiones, ninguna. En aquel momento, no muy diferente al actual, poco más que agua y granos había en la nevera de la casa. 

La familia de Rosa es parte del 94,2% de los venezolanos que, con su salario, no pueden adquirir la canasta básica alimentaria, según la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) 2021 – 2022. Sully integra el grupo de niños menores de 5 años en situación de desnutrición detectados en dos meses de 2022. Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), el 45% estos pequeños se ubica en los estados Bolívar y Miranda. 

El esposo de Rosa, y padre de Sully, decidió migrar a Trinidad y Tobago para encontrar trabajo y enviar sustento al hogar que dejó en Venezuela. Al principio prometió mandar dinero para comprar comida y por un tiempo cumplió su promesa: enviaba entre 130 y 300 bolívares cada quincena que alcanzaba para comprar arroz, harina y algunos granos. 

Foto William Urdaneta  Correo del Caroní

Cuando la remesa del hombre dejó de llegar, la familia de seis miembros comenzó a depender de la pensión de los padres de Rosa y del Comedor Popular de San Félix, en Ciudad Guayana, estado Bolívar.

Sully tiene un problema: no le da hambre, no come y tampoco tiene muchas opciones para hacerlo. Su madre no ha logrado hacer que recupere su peso normal, por eso desde hace dos meses acude al consultorio de Nutrición del ambulatorio de Vista al sol, también en San Félix, donde cada 15 días le dan un sobre de suplemento alimenticio proporcionado por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), diseñado para hacer recuperar el peso de los niños con algún grado de desnutrición o déficit nutricional. 

La vida en riesgo

En Bolívar, 93,5% de los hogares vive en inseguridad alimentaria y los 11 municipios de la entidad tienen porcentajes de desnutrición infantil por encima del 5% según la Encovi 2020. Son niños cuyas vidas no solo están en riesgo, sino que, si logran recuperarse del cuadro crítico tendrán problemas de aprendizaje y de salud por el deterioro cognitivo.

A este consultorio de Vista al Sol,  por ejemplo, llegan diariamente entre 30 y 60 niños con algún grado de desnutrición, hasta la última información  que pudo verificar Correo del Caroní. 

La nutricionista pediátrica, Angely Sulbarán, explicó que la etapa de cero a dos años de edad es el período en el que los niños requieren una buena alimentación para el desarrollo de sus órganos internos, fortalecimiento del sistema inmunitario, fortificación de los huesos, desarrollo de músculos y desarrollo neurológico. Es en esta etapa cuando se define cómo será el desarrollo y futuro del niño. 

Cuando no reciben los nutrientes que necesitan en esta etapa se dificulta el sano desarrollo y, en muchos casos, los niños deben lidiar con secuelas toda su vida. De ahí la importancia de la lactancia materna y luego una alimentación complementaria de calidad. 

Rosa, como otras madres que aguardan fuera del consultorio, trata de que su hijo recupere peso, pero su estado propio también es anímico. La mujer pesa 34 kilos, cuando tiene que pesar, como mínimo, 45 kilogramos por su estatura. Hace meses notó que comenzó a perder cabello y trata de disimularlo peinándose con media cola. Sus venas alcanzan a verse a través de la piel que cada vez se le pega más a los huesos. 

Ella relata que la carne, el pollo y el pescado desaparecieron de su mesa hace años y que solo puede contar con una pieza de esos productos cuando le cae un bono gubernamental en la plataforma Patria. Ella es una prueba de lo que especialistas advierten: en Venezuela disminuyó en 80% el consumo de proteínas, no porque escaseen, sino porque la mayoría de los venezolanos no pueden comprarlos con frecuencia.

En Bolívar, distintas organizaciones no gubernamentales han intentado sacar de la desnutrición a la mayor cantidad de niños en zonas vulnerables. Por ejemplo, 40 organizaciones del municipio Caroní diseñaron el programa Desnutrición Cero, que consiste en llevar una crema nutritiva con base proteica a los pacientes pediátricos de los hospitales principales de Ciudad Guayana.

En Ciudad Bolívar, la doctora María Torrealba y el entonces jefe del servicio de pediatría del Hospital Ruiz y Páez, José Zavala, diseñaron un protocolo para la actuación y recuperación de niños desnutridos que acuden al recinto. 

Pero los especialistas sostienen que, luego de superar la etapa aguda de la desnutrición infantil con acompañamiento médico, es clave educar a las familias para que aprendan a aprovechar los recursos disponibles para elaborar comidas nutritivas a bajo costo. “Los niños necesitan alimentos nutritivos. No se trata de comerse una arepa con mantequilla o un plato de arroz. Es falta de nutrientes esenciales en cada plato de comida”, expresó Torrealba. 

La especialista detalló que también se requiere la implementación de programas mejor ejecutados en la línea de la alimentación, sobre todo en las escuelas, verificar que sea balanceada, nutritiva, la que los niños necesiten. “No se trata de mandar 10 kilos de pasta a la escuela para que los niños coman pasta con mantequilla, así no hacemos nada. Deberían verificar que todo llegue a su destino y que lo que se les está dando a los niños es lo que necesitan. Planes de promoción a mayor escala de lactancia materna, prevención de embarazo precoz, mejorar la alimentación”.

Táchira: 10% de desnutrición aguda en localidades

La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA)  actualizó el 1 de abril del 2022 un estudio según el cual en el estado Táchira existe un 10% de desnutrición aguda en niños y niñas menores de 5 años de edad en algunas localidades, casos que han requerido atención intrahospitalaria. 

Las cifras nacionales no son halagadoras. Mil 179 casos de desnutrición aguda en niños y niñas menores de 5 años en el país en los primeros dos meses de 2022 en al menos 20 estados. Bolívar y Miranda agruparon un 45% del total, seguidos por Barinas, Delta Amacuro y Táchira con un 10% de casos en distintas localidades de cada uno. 

A pesar del esfuerzo realizado por algunas organizaciones y comedores públicos, la atención alimentaria no alcanza a cubrir todos los espacios requeridos en la región andina. 

Según la Encuesta Nacional sobre las Condiciones de Vida (ENCOVI), de cada 4 hogares venezolanos, en al menos uno existe Inseguridad Alimentaria  Severa (IAS). Alrededor del 21% de los menores de 5 años, de acuerdo con el indicador peso-edad, se encuentra en riesgo de desnutrición, pero es un hecho que entre el 8 y el 10% está desnutrido. 

Comedores en Táchira 

En Táchira existen algunas organizaciones dedicadas a ofrecer alimentación continua a niños, niñas y adolescentes en riesgo de desnutrición directamente en sus comunidades. La Fundación de Atención Social y Prevención Comunitaria (Fundaprecon), atiende en el comedor Tío Simón a unos 100 vecinos del sector Monseñor Ramírez, en el barrio 23 de Enero de San Cristóbal con necesidades alimenticias

Madres organizan la entrega de alimentos en el comedor Tío Simón. Foto Diario de Los Andes

El apoyo de Unicef y la asesoría del Centro de Recuperación Nutricional Infantil Dr. Pastor Oropeza, que estuvo cerrado desde 2020 por problemas económicos, hurtos e infraestructura, han sido determinantes para Fundaprecon, que ofrece alimentos a mujeres embarazadas o lactantes y a ancianos que quedaron solos producto de la migración, aunque inicialmente era solo para niños, niñas y adolescentes. 

Kerly Hernández, licenciada en Educación y Dietética, colabora en el comedor Tío Simón. Explicó que cerca del 20% de los niños, niñas, madres y adultos mayores que atienden sufre «baja de peso», por lo que su atención es prioridad. La mayoría de estos niños se alimenta gracias a planes sociales y no en sus hogares, pues la situación económica se los impide. “Ellos reciben el almuerzo en su escuela y la cena en la fundación”. 

Kerly Hernández, licenciada en Educación y Dietética, Foto Diario de Los Andes

Al 20% de casos afectados por una disminución en el peso se suma un preocupante 8% con sobrepeso, un fenómeno que dice debe ser revisado, pues según estudios, en la mayoría de los hogares no se consumen proteínas, la alimentación está basada en granos y harinas. «Hemos tenido casos de sobrepeso, que se ven más que todo en la pubertad. Allí también influye la mala alimentación». 

«Lo que Dios nos socorra»

Sandra Becerra. Foto Diario de Los Andes

Sandra Becerra vive en el sector Monseñor Ramírez junto a sus hijos, un adolescente de 14 años de edad y una niña de 4 años, que es uno de los casos con baja de peso que determinaron como especial en el comedor Tío Simón.  «Un menú podría ser en el desayuno arepa con mortadela o queso si hay, en el almuerzo si tengo les doy pollo o carne, pero no es muy frecuente, si no les doy arroz puro o granos. Aquí en el comedor les dan su cenita.» 

Abuelos que se convierten en madre y padre 

Otro fenómeno observado en muchas barriadas del Táchira es la segregación familiar motivado por la migración forzosa o por el abandono del hogar. Así, los abuelos quedaron a cargo de menores de edad, a quienes deben alimentar, muchas veces sin tener un trabajo estable. 

Doris Contreras, abuela y madre.Foto Diario de Los Andes

Este es el caso de Doris Contreras. Su núcleo familiar está conformado por un hermano, el único que posee trabajo estable, su tío de 86 años de edad y su nieta de 9 años. La madre de la pequeña se la entregó con escasos 5 meses de edad. 

La niña, que presenta baja de peso, recibe el almuerzo en su colegio a través del Plan de Alimentación Escolar (PAE) y la cena proviene del comedor. 

Pero Doris debe sortear otro problema: la deficiencia de los servicios públicos. Consciente de la importancia de cumplir con la alimentación de la niña, debe esmerarse para preparar los alimentos los fines de semana, pero los cortes eléctricos y la falta de gas doméstico agudizan la crisis. Por lo general debe solventar con lo que consigue o ir a otra casa a preparar el alimento a su nieta. 

En cuanto al consumo de proteínas, confiesa que una madrina de su nieta les colabora con algunos productos, que debe distribuir conscientemente. 

Las neveras van quedando vacías

Richard Chacón mira su nevera vacía. Foto Diario de Los Andes

«Uno trata de darle al niño lo que más pueda, a veces me saco la comida de la boca para dársela a él, para que no decaiga, Ya uno ha vivido prácticamente su vida, pero ellos están empezando». Richard Chacón vive del día a día en el sector Genaro Méndez en San Cristóbal. Tiene dos hijos adultos, y uno de 9 años. 

Su nevera no siempre está llena. «Al desayuno podemos comer una arepa con mantequilla, al almuerzo arroz con sardina o pasta con cebolla y tomate y si me alcanza lo acompaño con hígado. En la cena si acaso un caldito de papas». 

La crisis económica agudizó las dificultades para la compra de alimentos que garanticen la estabilidad en la mesa del tachirense. Encovi lo dejó claro: el estrato más pobre redujo su gasto en alimentos en un 13.3%. «Los pobres no extremos gastaron 214% más que los pobres extremos, y los no pobres 137% más que los pobres». 

NotiVeraz

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