Alex Vallenilla afirma que la transición hacia el carro eléctrico desató una guerra en el mundo entre dos sectores económicos muy poderosos. Las petroleras y las tecnológicas se baten en un duelo que recuerda a aquella guerra corporativa cuando se pasó de las lámparas de kerosene a los bombillos.
La raíz de esa confrontación está principalmente en las corporaciones norteamericanas y chinas, en medio de una crisis geopolítica, en que el petróleo, el dólar y las sanciones, son las armas en la confrontación.
Recientemente en México, el presidente saliente Andrés López Obrador, en un proceso de negociaciones con Washington, nacionalizó las mineras de silicatos en el desierto de Sonora, que estaban bajo operación de empresas chinas. En Arizona y Texas se desarrollan complejos para la fabricación de chips y Tesla construirá una planta de fabricación de vehículos en México, aunque ha sido un proceso lento. La razón es que a pesar de que la industria del carro eléctrico está en auge, todavía hay problemas con la eficiencia de las baterías.
Washington puso un mayor enfoque en América del Sur en los últimos años, tras la incursión de China y Rusia. La caída de Pedro Castillo en Perú, fue seguida de la llegada de tropas a ese país. La salida del kirchnerismo en Argentina, trajo a Javier Milei como presidente, que lleva adelante operaciones de bloqueo en la frontera con Bolivia.
Hace pocas semanas en Bolivia hubo un alzamiento militar que fue rápidamente sofocado. Este país tuvo que cambiar su política de prohibición de uso de criptomonedas, porque comienza a sentir los efectos de escasez de divisas fiduciarias. En Bolivia se asientan enormes reservas de litio que son atractivas para las “energías verdes”, empleado en la fabricación de baterías.
Por décadas y debido a que la gasolina es la que mueve al mundo, la industria petrolera fue la que se desarrolló durante 100 años. En cambio, la extracción mineral fue puesta a un lado. Según la geógrafa Beatriz Olivo Chacín, en una investigación “Geografía de la minería”, publicada por la Fundación Polar, en Venezuela existen importantes depósitos naturales de arenas silíceas. Estos están presentes en Monagas, Trujillo, Falcón, Lara, Táchira y Guárico.
Solamente entre los ríos Tigre y Morichal, al sur del municipio Maturín (Monagas) hay reservas probadas de arenas silíceas, por el orden de 60 millones de toneladas. Para tener una idea, según Mordor Intelligence, el volumen del mercado mundial de las arenas de sílice, es de 354.18 millones de toneladas.
Este mineral, no metálico, se ha utilizado muy poco en Venezuela, apenas para fabricar vidrio, botellas y para la perforación de pozos petroleros, con al menos unas 74 mil toneladas al año procesadas para principios del siglo actual. Toda la actividad minera de Venezuela, en los años 2002 y 2003, apenas alcanzó a 1 % del PIB.
Pero en la actual guerra global, entre las tecnológicas y las petroleras, las arenas de sílice, se convierten en un material estratégico.
En Estados Unidos, sectores republicanos y demócratas, son parte de esta guerra. La Casa Blanca consiguió acuerdos con Nicolás Maduro, con el tema petrolero, a pesar de las sanciones, con Chevron. En esa guerra de los carros de gasolina, frente a los eléctricos, está Venezuela, queriendo o no.
El interés de Elon Musk en el tema político venezolano no deja de llamar la atención. ¿Qué busca el magnate de los carros eléctricos en Venezuela? ¿Silicatos?
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