En marzo próximo se cumplirá un año del escándalo PDVSA-Crypto, el último fraude a la nación de los tiempos del chavismo, que se tradujo en la defenestración de Tareck El Aissami, vicepresidente del área económica y ministro de Energía y Petróleo.
Del otrora plenipotenciario El Aissami no se sabe nada. O casi nada. Periódicamente, políticos opositores y activistas en las redes sociales se preguntan por su paradero y piden justicia, criticando el asombroso silencio oficial sobre su caso. Nunca se supo si se le formularon cargos.
No hay noticias sobre su estatus jurídico. No ha vuelto a declarar ni a ser visto. El fiscal general no ha vuelto a aludirlo. En el PSUV el tema está olvidado. La plana dirigente revolucionaria evita referirse a su persona. A El Aissami parece habérselo tragado la tierra.
La millonaria trama de corrupción en el desvío de los ingresos de Petróleos de Venezuela en tiempos de sanciones internacionales fue desmantelada -las pérdidas patrimoniales se calculan en más de 21.000 millones de dólares-, y sus integrantes enjuiciados, incluyendo a cuadros tan importantes para la gestión de Gobierno madurista como Pedro Maldonado, Hugbel Roa o Hugo Cabezas, todos con responsabilidades importantes desde los tiempos de Hugo Chávez. En total, 40 burócratas, civiles y militares, algunos de gran relevancia y poder, todos ellos muy cercanos a El Aissami en lo personal y en lo político, cayeron también en desgracia y fueron fulminados.
Según fuentes cercanas, El Aissami, vegano, ha perdido más de diez kilos en este tiempo. Algunas versiones periodísticas fundamentadas han publicado informaciones filtradas desde las entrañas del chavismo, y dan cuenta de un El Aissami en estado de semi confinamiento residencial, en una suerte de arresto domiciliario en una de las ciudadelas construidas en estos años para la élite oficialista en la zona de Conejo Blanco, en Fuerte Tiuna, la plaza militar más importante de la Caracas. Por lo demás, antes y después de su desaparición pública, de manera cíclica se ha especulado sobre la salud de El Aissami, un abogado criminalista egresado de la Universidad de Los Andes, hijo de emigrantes sirios provenientes del nacionalismo revolucionario baazista.
Circularon versiones en las redes sociales sobre el tratamiento de un cáncer, tratable y detectado a tiempo, que estaba afectando su desempeño a finales de 2022. El propio dirigente político se encargó de negar esto cuando estaba en funciones. Pero ahora tampoco ha podido volver a desmentirlas. El silencio es total.
“En virtud de las investigaciones que se han iniciado sobre graves hechos de corrupción en Petróleos de Venezuela, he tomado la decisión de presentar mi renuncia como ministro de Petróleo, con el propósito de apoyar, acompañar y respaldar totalmente este proceso”, decía El Aissami en marzo de 2023, en la que fue su última declaración pública, poco antes de que se iniciara una secuencia de detenciones de personeros cercanos a su figura, en una investigación que fue ordenada por el propio Palacio de Miraflores, la residencia presidencial.
Se ha comentado desde entonces que los motivos de la caída de El Aissami podrían ser, además, políticos. Aunque es motivo de polémica, tal versión es tenida como cierta por mucha gente informada en Venezuela. El propio Maduro, en una de sus transmisiones televisadas, hizo alguna vez alusión, sin nombrarlo, hablando de la existencia de un grupo de personas que trabajaba sibilinamente para sustituirlo en el poder.
“Nunca me he creído eso”, sostiene la consultora y analista político Carmen Beatriz Fernández, académica de la Universidad de Navarra y la Universidad Simón Bolívar. “Siempre me ha parecido que el problema de El Aissami con Maduro tiene que ver con plata, con negocios. Maduro necesita caja para afrontar retos electorales y El Aisami no supo explicarle, faltaba una parte, una campaña sin plata es una condena. Por ahí es que creo que van las cosas”.
Cuando el caso PDVSA-Crypto quedó desvelado, poco después pudieron verse en las redes sociales varios videos de los programas televisados de Maduro en las cuales, impaciente, emplazaba a El Aissami, frente al resto del gabinete para que le informara con el cobro de las cuentas de PDVSA, y la marcha del flujo de caja de la estatal petrolera.
“No es sencillo analizar el caso El Aissami, tiene pocos elementos visibles. Se debate sobre si hay una pugna de poder, o si la diferencia con Maduro es porque se perdió un dinero. Es un caso bastante misterioso, muy opaco. La estructura del poder interno en el gobierno chavista sigue intacta, por lo demás”, comenta Luis Salamanca, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela.
En líneas generales, los ministros y diputados oficialistas evaden hablar del caso El Aissami. Ocasionalmente, alguno de ellos ha tenido que zafarse de preguntas con alusiones y sofismas. “No sé nada de El Aissami, desconozco su paradero”, había declarado, evasivamente, Jesús Faría, diputado del Partido Socialista Unido de Venezuela en un programa de opinión hace semanas. “Su posible enjuiciamiento es una tarea que tiene la Fiscalía y los organismos de seguridad”, agregó.
“Es un caso que muestra hasta dónde pueden llegar las facciones del chavismo en sus pugnas internas”, afirma Luis Peche Artega, consultor y analista político. “Dos personas fallecieron en los juicios de este escándalo, de eso se habla muy poco. Se le manda un mensaje muy claro al resto de los actores del chavismo sobre la preponderancia del liderazgo de Maduro. Hace un año se hablaba de líderes alternos, de potenciales sustitutos, todo eso se terminó. Acá se ha mandado un mensaje muy claro”.
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