Hace diez años, el Tren de Aragua no era más que una banda carcelaria confinada a las paredes del penal de Tocorón y poco conocida por fuera de su estado natal, Aragua, en Venezuela. Hoy, es una de las amenazas a la seguridad de más rápido crecimiento en Suramérica.
La red criminal que ha tejido el Tren de Aragua ahora se extiende por Colombia, Perú, Chile y más allá. El grupo ha establecido las redes de tráfico de migrantes y trata de personas más extensas y sofisticadas que la región ha visto, sembrando el terror en los países de acogida y entre las comunidades de migrantes venezolanos que ha explotado sin piedad.
Sin embargo, la toma de Tocorón por parte de las autoridades venezolanas en septiembre de 2023 atacó directamente el centro neurálgico de esta red. Ahora, una nueva e incierta era comienza para la banda criminal más notoria de Venezuela.
El Tren de Aragua se queda sin cuartel en Venezuela
El Tren de Aragua, la estructura criminal más poderosa de Venezuela, acaba de perder su base de operaciones, en tanto que sus líderes permanecen prófugos. Su evolución criminal ha comenzado un nuevo capítulo, potencialmente más peligroso.
El 20 de septiembre de 2023, un total de 11.000 policías y soldados rodearon la prisión de Tocorón, en el estado Aragua, y tomaron el control del penal. El objetivo declarado de la operación era “desarticular y poner fin a las bandas de la delincuencia organizada y demás redes criminales que operan desde el Centro Penitenciario Tocorón”, como se lee en un comunicado del gobierno que nunca mencionó al Tren de Aragua por su nombre. El resultado fue el desalojo de los líderes de la banda de su fortaleza privada. Pero Tocorón no solo era la sede de la megabanda más conocida de Venezuela, era también el centro neurálgico de una red criminal que se extiende hasta el sur del continente.
A medida que se filtraba la noticia de que Héctor Rusthenford Guerrero Flores, alias “Niño Guerrero”, y otros cabecillas se habían escapado antes de la operación —quizá gracias a que fueron alertados, o tal vez incluso a una salida negociada—, quedaba claro que no se había producido ningún “desmantelamiento”. Sin embargo, la operación marcó el final de una era para la megabanda en la que podía operar impunemente desde el interior de la prisión, a la vez que construía un imperio criminal transnacional sobre el lomo de los siete millones de migrantes venezolanos que han salido del país en los últimos años.
El Tren de Aragua debe ahora evolucionar si quiere sobrevivir, no solo en Venezuela, sino también en Colombia, Perú, Chile y quizá otros países. Y su futuro puede estar determinado tanto por su diáspora criminal como por los acontecimientos en Venezuela.
La fuga de prisión
El Tren de Aragua inició como una pandilla carcelaria dentro de Tocorón, pero en el lapso de una década se convirtió en una de las amenazas de seguridad de más rápido crecimiento en Suramérica.
El grupo en su forma actual comenzó a moldearse dentro de Tocorón bajo el mando de Niño Guerrero. La influencia de la banda creció gracias a la política no oficial del gobierno de delegar el poder de las violentas e incontrolables cárceles de Venezuela a los jefes de las pandillas, conocidos como pranes.
“El gobierno decidió no hacer nada y entregarles las cárceles a los presos”, señalaba en 2018 Roberto Briceño León, director del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV).
Esta política fue instituida por el nuevo ministerio de prisiones, creado en 2011 y dirigido por Iris Varela, leal funcionaria del entonces presidente Hugo Chávez. Como pran de Tocorón, Niño Guerrero aprovechó esta nueva estrategia del gobierno, así como sus presuntos vínculos con políticos prominentes, entre ellos Varela, para convertir la prisión en su base de operaciones.
A la vez que el poder del Tren de Aragua comenzó a crecer al interior de Tocorón, la banda comenzó a establecer células y a cooptar pandillas más pequeñas fuera de la cárcel. Esto le permitió proyectar su poder más allá de los muros de la prisión y en todo el estado Aragua, donde se encuentra ubicada.
Sin embargo, Aragua fue solo la primera fase en la expansión del grupo a nivel nacional. Actualmente, el Tren de Aragua tiene presencia, ya sea de manera directa o mediante vínculos con pandillas satélites, en al menos seis de los 24 estados de Venezuela, según el monitoreo y las investigaciones de InSight Crime.
Esta dispersión geográfica estuvo acompañada por una expansión en diversas economías criminales. Lo que comenzó como una simple extorsión a los reclusos se convirtió en una cartera criminal diversa, que incluía desde minería de oro hasta delitos cibernéticos.
Quienes lideraron aquella expansión tenían vínculos directos con Tocorón. Según testimonios de habitantes de la zona, líderes sociales y guardias penitenciarios retirados, que solicitaron el anonimato por temor a represalias, el grupo enviaba a los miembros de alto rango como emisarios una vez que salían de prisión, y forjaba alianzas con jefes criminales encarcelados en Tocorón. Quienes salían de la prisión también eran desplegados como miembros de la banda y como tropas de choque en zonas de todo el país a medida que el Tren establecía nuevos puestos de avanzada.
Como ocurriría luego con la red transnacional del grupo, la estructura y las operaciones del Tren de Aragua dentro de Venezuela variaban según las condiciones y las oportunidades criminales locales. Sin embargo, incluso cuando los operadores de la red nacional actuaban con cierto nivel de autonomía, debían responder a Niño Guerrero y a los mandos en Tocorón, según le dijeron a InSight Crime varios exguardias penitenciarios e investigadores en Venezuela.
Una migración criminal
A la vez que el Tren de Aragua aumentaba su poder, Venezuela se sumía en la crisis. La economía del país caía en picada, y el gobierno respondía a las protestas con violentas represiones y con un creciente autoritarismo. Los venezolanos comenzaron a huir del país en una migración masiva sin precedentes. Y el Tren partió con ellos.
Los primeros informes de la presencia del grupo fuera de Venezuela surgieron en 2018 en Colombia, país vecino que constituía la primera escala y el destino final más común de muchos migrantes venezolanos. Como se detalla en la segunda parte de esta investigación, desde entonces ha habido señales de la presencia del Tren de Aragua en los principales destinos de los migrantes venezolanos en la región; la banda echó raíces en Colombia, Perú y Chile, y han surgido informes de su aparición en Ecuador, Brasil y Bolivia.
Si bien esta expansión quizá comenzó como una manera de aprovechar las oportunidades criminales generadas por la crisis migratoria, ha evolucionado, y se volvió más organizada y coordinada a medida que la red se desarrolló.
En cada país, las células del Tren de Aragua se han formado como reacción al contexto local, y su crecimiento regional no ha sido uniforme ni homogéneo. Pero si bien cada célula puede especializarse en una economía criminal específica según las condiciones locales, las entrevistas de InSight Crime con funcionarios de seguridad y fiscales de alto rango, así como documentos judiciales, indican que la mayoría comparte el mismo modus operandi básico y la misma estructura piramidal, en la que hay un claro liderazgo.
“Tienen diferentes personas en cada ciudad para llevar a cabo sus actividades”, explica una fuente de la Fiscalía General contra el Crimen Organizado en Arequipa, Perú, que pidió hablar de forma anónima. “Pero eso no implica que no se relacionan entre ellos. O sea, sí se relacionan”.
La coordinación entre estas células es necesaria para gestionar las economías criminales transnacionales, como el tráfico ilícito de migrantes y la trata de personas, que se abordan en el tercer capítulo de esta serie, y también hay movimiento de personal entre las células.
Las investigaciones policiales y periodísticas en toda Suramérica han demostrado que las células forman una red integrada que tiene vínculos operativos y financieros directos con los líderes del Tren de Aragua ubicados en Tocorón.
En Perú, otra fuente de la Fiscalía General de la Nación, que pidió el anonimato debido a que hay casos abiertos contra el grupo, dijo que las investigaciones han demostrado que los cabecillas de las cuatro células activas identificadas en Perú habían estado previamente encarcelados en Tocorón, y que fueron enviados al extranjero por órdenes de los pranes.
“Salieron con instrucciones”, dice la fuente. “Vinieron a nombre del Tren”.
Incluso han llegado líderes enviados desde Tocorón para que remplacen a los que han sido arrestados, según fiscales peruanos y funcionarios de la Dirección Contra la Trata y Tráfico Ilícito de Migrantes de la Policía Nacional Peruana (PNP).
Dado que algunos integrantes viajaron en una dirección desde Tocorón, el dinero de diferentes células se ha movido en la dirección contraria. Las entrevistas con el jefe de investigaciones de homicidios en Perú, coronel Víctor Revoredo, y con funcionarios de la Fiscalía General de la Lucha contra el Crimen Organizado en Arequipa, así como diversos informes de las autoridades chilenas, indican que las células en el extranjero realizan pagos directamente a la organización en Venezuela.
El fin de Tocorón: ¿decadencia o evolución?
La expansión transnacional les permitió a los líderes ubicados en Tocorón proyectar poder y adquirir riqueza de maneras que antes parecían inimaginables para una simple pandilla carcelaria. Pero esto quizá tuvo que ver en la pérdida de su base de operaciones.
Varios expertos opinan que las protestas internacionales por la violenta propagación de la banda en toda la región fueron un factor que influyó en la decisión del gobierno venezolano de actuar contra el grupo.
“Creo que una de las razones para la toma de Tocorón es que hubo una intervención por parte de los diferentes gobiernos, que le pedían al gobierno venezolano que actuara”, afirma Carlos Nieto Palma, coordinador general de Una Ventana a la Libertad, observatorio de las penitenciarías venezolanas.
La pérdida de Tocorón no solo significa la pérdida de una sede y una base de operaciones, sino además la pérdida de la protección y la impunidad casi total que les permitió a Niño Guerrero y sus cómplices construir una red tan amplia.
Sin esas ventajas, se podría ver afectada la capacidad de un mando centralizado para coordinar células diversas ubicadas en toda la región.
Si esa red transnacional se desarticula, existe el riesgo de que las células arraigadas en los países de llegada evolucionen en lugar de desaparecer. En ese escenario, el resultado más probable es que las células permanezcan como pandillas locales autónomas, menos peligrosas en términos de seguridad nacional, pero que aun así constituyen una seria amenaza en sus áreas de influencia.
Por otro lado, las recientes investigaciones policiales en Concepción, Chile, apuntan a otra dirección que podría tomar dicha evolución. Según una de esas investigaciones, una célula de la zona les está cobrando a los impostores por usar su nombre como parte de una “franquicia”. Este modelo, similar al utilizado por los grupos sucesores de los paramilitares en Colombia, le permitiría al grupo percibir ingresos de células satélite sin tener que proporcionar fondos iniciales, protección o recursos humanos. Ello aumentaría el alcance y las capacidades de la banda, al usar las franquicias como criminales contratados y como sustitutos.
Debido a las operaciones de seguridad en los países de llegada, que son cada vez más intensas, otra posibilidad es que los arrestos masivos de los miembros del Tren de Aragua le den al grupo la oportunidad de volver a ser una pandilla carcelaria, pero esta vez en los países de llegada.
Dada su experiencia no solo en el control de prisiones sino además en el uso de ese control para proyectar poder y construir redes por fuera de las cárceles, la banda podría usar los arrestos para consolidar su posición en la criminalidad de esos países. El riesgo de esto último ya ha quedado claro en informes que indican que los miembros del Tren de Aragua se están organizando en las cárceles de Colombia; por otro lado, los temores de esta posibilidad han llevado a transferir prisioneros a cárceles de alta seguridad en Perú y Chile.
“Su interés en controlar las cárceles es solo uno de los riesgos latentes que tenemos. Pero estamos preparados”, dijo el coronel Revoredo en comunicación con InSight Crime
Sin embargo, queda otra posibilidad. En lugar de que la toma de Tocorón haya dejado huérfanas a las células transnacionales del Tren de Aragua, quizá puede aumentar la importancia de dichas células para la organización.
La pérdida de Tocorón implica pérdida de ingresos para el Tren de Aragua, no solo por la extorsión a los reclusos, sino también por las actividades que se llevaban a cabo desde el interior de la prisión, que van desde el microtráfico hasta el contrabando. Las células transnacionales podrían ayudar a remplazar estas actividades, especialmente si Niño Guerrero exige mayores tributos para compensar el déficit. De esta manera, la red regional podría desempeñar un papel clave para ayudar a la reconstrucción de la banda.
Pero lo más apremiante es que, desde que Niño Guerrero fue declarado el criminal más buscado de Venezuela poco después de la redada, todos los países donde la banda se ha establecido representan una posible ruta de escape para el que hasta ahora era un intocable líder del Tren de Aragua.
A donde sea que lleguen Niño Guerrero y los otros cabecillas de la banda, ya no tendrán la opción de ejecutar operaciones desde la seguridad que ofrece un cuartel general fortificado, y en su lugar quizá se vean obligados a tomar el control más directo de las operaciones tanto en Venezuela como por fuera del país. Si bien esto puede poner a prueba las capacidades de sus mandos, también podría darle mayor energía a ciertos elementos de la banda para llevar a cabo una mayor expansión y ejercer más violencia.
Por Insight Crime
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