Los eventos que circunstancialmente rodean la dinámica del negocio petrolero han contribuido a dotarlo de una serie de características, que lo distinguen de aquellas que acompañan los mercados de otros productos y servicios.
Por ello, alrededor del oro negro, se teje una mitología muy particular, donde fenómenos económicos, políticos, técnicos y de otras índoles, transforman en lapsos de tiempo relativamente breve, los soportes sobre los cuales una compleja red de relaciones le da forma a este controvertido, dinámico y volátil mercado.
Así, tras tres años de cooperación entre la OPEP y sus aliados liderados por Rusia (donde se manejó como estrategia preponderante la reducción de la producción, para presionar la estabilidad de los precios), la falta de apoyo de Rusia para sumarse a la nueva propuesta de la OPEP de un recorte adicional que contribuyera a frenar la caída de los precios, en picada desde enero, materializa la ruptura de este acuerdo y el comienzo de una eventual guerra de precios a partir del pasado sábado 07 de marzo cuando el Reino Saudí recortó las cotizaciones para sus crudos, y anunció un aumento de su producción por encima de los 10 millones de barriles diarios, en una clara y determinante manifestación de enfrentar la crisis con toda la potencialidad que su ventajosa capacidad de producción le proporciona.
Los restantes países de la OPEP eliminaron sus propias restricciones a las cuotas de producción acordadas.
Estas medidas dirigidas a ganar participación de mercado sacrificando precios, es similar a la utilizada en 2014; en aquel entonces los precios se deprimieron hasta en un 60%.
Los mercados respondieron de inmediato: los futuros del crudo Brent cayeron 9.44% y el West Texas Intermediate en 10.07%, los niveles más bajos desde febrero 2016.
Los efectos sobre la economía global
Esta nueva onda de choque resentirá aún más la economía global, debilitada desde enero por la parálisis de las cadenas de producción y distribución que la epidemia de COVID-19 ha generado en China y otros países.
Debilitará aún más los presupuestos fiscales de los países productores de petróleo, incluyendo a los saudíes con millonarios proyectos de modernización en marcha y buscando la consolidación de Saudi Aramco su empresa petrolera nacional en los mercados de valores.
Forzará una revisión de la política utilizada por los productores de esquisto estadounidense para manejar sus costos y niveles de producción. Debilitar esta industria, ante la cual, siempre han manifestado su antagonismo, está asociada a la negativa de Rusia para apoyar la propuesta de la OPEP.
La última crisis para estos productores ocurrió en 2016, cuando los precios internacionales se estacionaron en 26$/barril. Generará consecuencias negativas en otros países productores no OPEP, como México y Canadá.
Las bolsas de valores abrieron el lunes con pérdidas: El índice Nikkei de Tokio cayó 4,72%. La bolsa de Shanghái 2,08%. Los mercados europeos cayeron en un 7%
The Washington Post anunciaba este lunes, que el promedio industrial Dow Jones arrojó más de 2,000 puntos, o aproximadamente 7.8 por ciento, para cerrar en 23,955.
El S&P 500 perdió un 7,6 por ciento y el Nasdaq cayó un 7,3 por ciento… El pánico empujó el rendimiento del Tesoro estadounidense a 10 años por debajo del 0,4 por ciento por primera vez en la historia el lunes cuando los inversores buscaron colocaciones en refugios seguros.
Estos datos, reflejan la falta de confianza de los actores económicos, y la imagen de una economía global en crisis o debilitada en todo caso.
Para algunos analistas, la crisis puede agudizarse hasta llegar a proporciones similares a la del del 2008, pero como lo planteó el economista francés Charles Channet: “La crisis económica de 2008 fue financiera, y para combatir una crisis financiera es suficiente como hemos visto, ¡imprimir dinero!” La de hoy, está adquiriendo características tales, que puede envolver la totalidad de la economía real. Ciertamente, estamos entrando en el ojo del huracán.
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