La caída de Tareck El Aissami elimina un competidor en la cabeza de la “revolución bolivariana”, y evidencia la naturaleza corrupta de un gobierno ajeno al control político y la rendición de cuentas.
Lo que empezó siendo un fin de semana caliente se llevó la cabeza de Tareck El Aissami, el ministro de Petróleo desde abril de 2020 y el suministrador de la menguada renta petrolera que sostiene la voracidad del régimen encabezado por Nicolás Maduro. Era uno de los pesos pesados, o pretendió serlo, de la cúpula en el poder pero perdió la mano. Otros, en cambio, se las frotan.
A media tarde del lunes 20 de marzo, tras días sin decir ni mu, El Aissami comunicó en su cuenta de Twitter lo siguiente: “En virtud de las investigaciones que se han iniciado sobre graves hechos de corrupción en PDVSA; he tomado la decisión de presentar mi renuncia como Ministro de Petróleo, con el propósito de apoyar, acompañar y respaldar totalmente este proceso”. La pregunta es si llega a tiempo para acompañar el “proceso” o correrá la suerte de otras figuras del gobierno.
El anterior tuit de El Aissami era del 10 de marzo cuando reprodujo la felicitación de Nicolás Maduro a Xi Jinping por su reelección para un nuevo mandato al frente de la República Popular China. La pelea, que quizás se le escurrió al merideño El Aissami, se tejía muy lejos de Pekín y envolvía a figuras de su entorno próximo, viejos “camaradas” de las luchas estudiantiles en Mérida como el exministro de Educación Hugbel Roa.
“¿A qué monto llegará el desfalco a la nación si se suma lo birlado por el extesorero Alejandro Andrade, por la enfermera de Chávez, por el exalcalde de Guanta, por el exviceministro de Energía Nervis Villalobos, y ahora por Joselit Ramírez y compañía?”
El ya exjefe de petróleo añadió un tuit que transmite dudoso convencimiento y que remata, sin embargo, con una decisión de entrega total a la causa revolucionaria. “De igual manera -como si se tratara de un memo de rutina- en mi condición de militante revolucionario, me coloco a disposición de la dirección del PSUV para apoyar esa cruzada que ha emprendido el presidente Nicolás Maduro contra los antivalores que estamos obligados a combatir, hasta con nuestras vidas”.
Curioso mensaje, quizás hecho con apremio, en el que se coloca “a disposición” -¿no lo estaba antes?- de apoyar una cruzada que parece que Maduro comenzó apenas el fin de semana. Suena a los clásicos arrepentimientos de tantos “revolucionarios” cuando son purgados.
Una evidencia más de cómo los modos de la dictadura castrista -aun sin los Castro- han moldeado a la dirigencia chavista. Algo nunca visto en la historia política venezolana: nunca un dirigente de Copei o AD fue escarmentado de esa manera. Había leyes y castigos disciplinarios. No humillación.
Diosdado Cabello, el número dos de antes y de ahora, se adelantó a la rendición de El Aissami. “El PSUV, dijo, se pone al frente de la lucha contra la corrupción y cualquier vicio que pueda presentarse”.
Dijo lo que hay que asegurar en esos casos, que se va a ir a fondo, caiga quien caiga, que no hay nada que ocultar, que nunca antes se ha denunciado la corrupción como lo han hecho Chávez y Maduro: es decir, la cruzada para información de El Aissami viene de lejos, pero los purgados solo lo notan en el momento que les corresponde.
Cabello, como siempre hace, dejó una frase en el aire: “lo digo -lo que dijo- para quienes andan haciendo fiesta”. ¿Alguien de su propio partido? Llegue a fondo señor Cabello, ¿quién está haciendo fiesta en esta Venezuela depauperada? Quizás solo puede hacer fiesta quien sacó ganancia en esta jugada.
Extraña que el presidente de la Asamblea Nacional y jefe negociador del régimen, Jorge Rodríguez, no se haya pronunciado. Su hermana Delcy, vicepresidenta, hizo retuit a la decisión del PSUV de apoyar la lucha contra la corrupción. Como decía un viejo anuncio publicitario: distancia y categoría.
Dictaduras revolucionarias
Lo que se ha visto es la forma de proceder de las dictaduras revolucionarias. De repente, de la noche a la mañana, hay una operación de limpieza. Siempre hay expedientes archivados que se activan cuando las pugnas en la cúpula del poder se hacen más encarnizadas y fracasa el reparto de territorios y áreas de explotación. Venezuela asiste desde el fin de semana -insólita y hasta indiferente- a uno de esos episodios: un fulgurante despliegue policial y judicial para detener a funcionarios públicos por “graves hechos de corrupción”. Si fuera a fondo, las cárceles no se darían abasto.
El fin de semana caliente comenzó el viernes cuando la Policía Anticorrupción -un cuerpo creado en 2014, que está protegido por normas de secreto y reserva de información, además de preservar la identidad de sus miembros, según @latgablablog, de tendencia oficialista- solicitó al Ministerio Público procesar a un conjunto de personas que presuntamente estarían incursos en hechos de corrupción administrativa y malversación de fondos.
Posteriormente se confirmó la captura Joselit Ramírez, jefe de Sunacrip -la Superintendencia Nacional de Criptoactivos-; de los jueces Cristóbal Cornieles, presidente del Circuito Judicial Penal de Caracas; José Mascimino Márquez García, juez cuarto de Control en materia de Terrorismo; y Jorwis Bracho, juez primero de Control del estado Falcón; Pedro Hernández, alcalde oficialista del municipio Santos Michelena (Las Tejerías), estado Aragua; el teniente coronel José Agustín Ramos Chirinos, gerente general de la Dirección de Seguridad Integral de la Faja Petrolífera del Orinoco.
Las detenciones continuaron el sábado y el domingo, cuando cayeron el exministro de Educación Hugbel Roa, y el coronel Antonio Pérez Suárez, vicepresidente de Comercio y Suministro de Calidad de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA).
El propio domingo, el Ministerio Público, a cuya cabeza está Tarek William Saab, emitió un comunicado para anunciar la designación de cinco fiscales para llevar a cabo las averiguaciones y, por si había alguna duda, Saab ratificó su “compromiso con la justicia y la verdad”.
Lo que circulaba aguas abajo es que se trataba de una pugna entre, al menos, dos de los grupos en la cabeza del poder: el liderado por los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, que ocupan cargos muy relevantes en la nomenclatura bolivariana; y el grupo que se nuclea en torno a Tareck El Aissami, ministro del Petróleo, que en el pasado habría sido ficha de un grupo y de otro, según las circunstancias. La lealtad no es la conducta que marca el comportamiento del liderazgo chavista, ni antes y menos ahora.
Varios de los detenidos aparecieron vinculados, en diversos medios y en las redes sociales, con El Aissami, quien había guardado silencio hasta ahora. Los hechos confirman que las presumibles especulaciones no estaban desencaminadas. Hay una vuelta de tuerca en la cabeza de la revolución.
¿Dónde están los reales?
La frase dónde están las reales la popularizó en Venezuela el candidato copeyano (demócrata cristiano) Luis Herrera Campíns en la campaña electoral de 1978, que, entre otros ardides publicitarios, y el escaso carisma del candidato adeco (social demócrata) Luis Piñerúa Ordaz, lo llevaron a la victoria en diciembre de aquel año, para suceder en el poder a Carlos Andrés Pérez. Ya la corrupción comenzaba a ser un problema serio en el ámbito político, así como la deficiente administración de los recursos, pero a años luz de lo que les esperaba a los venezolanos a la vuelta de unos cuantos años.
De la frase se apoderó, vaya ironía del destino, Jorge Rodríguez, el jefe de la Asamblea Nacional oficialista y representante del gobierno de Maduro en las negociaciones con la Plataforma Unitaria. El mismo Rodríguez que lucha de manera soterrada, pero inclemente, contra su compañero de partido y de “revolución” El Aissami.
Rodríguez firmó en México en representación del régimen el acuerdo social en defensa del pueblo de Venezuela para la liberación de más de 3.000 millones de dólares que están bloqueados en el sistema financiero internacional por efecto de las sanciones aplicadas al gobierno de Maduro y algunos de sus personajes.
El dirigente oficialista, en una ya célebre sesión de la AN que controla, gritó desde el presídium: “estoy harto”, en relación a ese monto por “liberar” que requiere de un laborioso proceso en bancos de varios países. No es pasar por caja y sacar los reales.
Sin embargo, los hechos de este fin de semana caliente, y muchos otros anteriores, indican que protuberantes funcionarios del régimen han dilapidado, embolsillado, malversado, esfumado, repartido y desaparecido mucho, pero mucho más de lo que hace desgañitarse al médico psiquiatra Jorge Rodríguez.
Por ejemplo, uno de los detenidos, Joselit Ramírez, jefe de la Superintendencia Nacional de Criptoactivos, encargado de transar el petro, moneda digital venezolana soportada en petróleo, es investigado por la desaparición de justamente 3.000 millones de dólares por ventas de petróleo que, al parecer, no entraron en las arcas del Estado, como apunta el diario oficialista Últimas Noticias.
El descabezamiento del jefe del petróleo -otro hecho jamás visto en la historia democrática venezolana- pone en evidencia una vez más la naturaleza corrupta de un régimen que desprecia desde su instalación cualquier proceso de control político y de rendición de cuentas.
¿A cuánto alcanzará la suma?, ¿a qué monto llegará el desfalco a la nación si se suma lo birlado por el extesorero Alejandro Andrade, por la enfermera de Chávez, por el exalcalde de Guanta, por el exviceministro de Energía Nervis Villalobos, y ahora por Joselit Ramírez y compañía?
Los recursos bloqueados en las cuentas internacionales deben ir efectivamente para el pueblo venezolano, y no a los bolsillos de unos que purgan y otros que hacen fiesta.
Por: LaGranAldea
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