Martínez Meucci: Hacer primarias con el CNE debilitaría la negociación con el gobierno

Miguel Ángel Martínez Meucci, doctor en Conflicto Político y Procesos de Pacificación,  analiza en esta entrevista la «fuerte asimetría de poder» entre las delegaciones del gobierno de Nicolás Maduro y de la Plataforma Unitaria en el proceso de México.

Alerta que en las circunstancias cuando «uno de los negociadores es muy débil, prácticamente se transforma en una rendición». Opina que la oposición debería relegitimarse por sus propios medios en una consulta popular interna y evitar darle al chavismo por anticipado lo que quiere, que es el reconocimiento para el CNE tal y como está.

Este 26 de febrero se cumplen tres meses de la firma en Ciudad de México del Segundo Acuerdo Parcial para la Protección Social del Pueblo Venezolano entre las delegaciones del gobierno de Nicolás Maduro y de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD). En el tiempo transcurrido no ha habido avances visibles y, por el contrario, desde Miraflores abundan las amenazas y descalificaciones contra su adversario por presuntos incumplimientos de lo pactado: la liberación de 3.200 millones de dólares.

Miguel Ángel Martínez Meucci es doctor en Conflicto Político y Procesos de Pacificación por la Universidad Complutense de Madrid (España), con la tesis titulada Conflicto y negociación en Venezuela, 2001-2005: ¿Pacificación o apaciguamiento?

Desde Madrid, conversa telefónicamente con TalCual sobre sus preocupaciones por el desenvolvimiento de la mesa negociadora con la mediación del Reino de Noruega y las «debilidades» que percibe en el abordaje por parte de la representación de la oposición y la «fuerte asimetría de poder» entre las partes. A esto suma «la desunión dentro de la comisión de la oposición versus la unidad total dentro de la estructura negociadora del chavismo».

«Ningún ente negociador puede alcanzar un objetivo importante si no se mantiene vinculado, legítimo, representativo de la masa social a la cual está representando, ahí es donde yo veo el principal talón de Aquiles en la negociación en este momento», dice sobre el proceso que percibe como «medio congelado».

Destaca el experto que «el principal objetivo de una fuerza política tiene que ser volver a recuperar la confianza de la gente» y eso puede hacerse con un proceso de primarias, pero sin la asistencia técnica del CNE.

«A veces, sobre todo desde el exterior, cuando se habla del proceso de México parecería que Venezuela es un país que está dividido en dos grandes grupos y eso no es cierto a estas alturas. Yo no creo que el problema de los venezolanos sea la polarización, no veo que la masa social del chavismo esté rasgándose las vestiduras por la ideología del chavismo y tampoco la oposición. Yo lo que veo es a un enorme país depauperado que no encuentra formas de canalización política de sus inquietudes, que el sistema político en general no le permite expresar lo que siente, lo que piensa.

Para mí el problema es que tenemos un régimen de fuerza, de facto, que gobierna con base en políticas que han sido realmente desastrosas, depredadoras del territorio nacional, enfocadas en la extracción de recursos naturales de la forma más salvaje posible, y una población que ha tenido que emigrar en un porcentaje enorme para conseguir medios de vida. Realmente hay mucho más acuerdo potencial entre la población con respecto a la necesidad de un cambio que una población dividida».

—¿Este tipo de procesos de negociación tan peculiares tienen un tiempo o ritmo normal? ¿Cuánto tiempo pueden llevar estos estira y encoge?

—Cada conflicto es único y está lleno de particularidades, no hay una normalidad en ese sentido. Lo relevante para mí es que una negociación siempre expresa algún tipo de correlación de poder, como en un enfrentamiento armado el que tiene más armamento o despliega mejor su contingente desarrolla una superioridad. Cuando existe una fuerte asimetría de poder entre los negociadores eso se va a ver reflejado en la negociación, porque se cede en alguna medida; pero si uno de los negociadores es muy débil la negociación prácticamente se transforma en una rendición. Eso es lo que preocupa del proceso de negociación de México: la fuerte asimetría entre los recursos de poder con los que cuenta el gobierno de Maduro y con los que cuenta la oposición venezolana.

La asimetría es tan enorme que el chavismo pudo incidir en la designación de los negociadores del grupo opositor, pudo decir a quién no quería sentado en la mesa y a quién aceptaba, eso es una demostración muy clara de la asimetría de poder.

Sobre la metodología, creo que es muy profesional y cuenta con mediadores expertos del Reino de Noruega —guarda enorme similitud con el proceso de Colombia bajo la Presidencia de Juan Manuel Santos—, pero es importante considerar que esta metodología se emplea para conflictos armados, donde las cabezas de los grupos negociadores están en posición de desarrollar operaciones de violencia contra el contendiente. Ese no es el caso en Venezuela donde lo que tenemos es un gobierno autocrático y una oposición que, en líneas generales, no ha desarrollado una subversión violenta. Pero la debilidad que yo veo en la oposición como actor negociador en la mesa responde también a otros factores, no solo a esa asimetría de poder.

El grupo democrático siempre ha enfrentado dificultad para conformar la comisión negociadora y esto viene desde las primeras tentativas de 2002-2003 de la Mesa de Negociación y Acuerdos. Por lo general, la comisión negociadora de la oposición intenta reflejar cuotas de partidos y no tanto un perfil netamente profesional. Esa pluralidad complica la posibilidad de una estrategia negociadora bien definida. En cambio, del lado del chavismo, que es un gobierno autoritario, siempre ha habido una clara figura negociadora, una sola persona y esto también incide en la coherencia de la estrategia de negociación.

—¿Cuál es la diferencia clave entre un modelo aplicable a conflictos armados y uno para circunstancias diferentes?

—El modelo que estamos viendo parte de un proceso de prenegociación y luego tiene una fase de negociación. En la prenegociación se plantea la agenda de la negociación y la generación de confianza entre bandos que habitualmente no confían entre sí. Esto cuenta con una mediación externa, foránea. Generalmente esto está pensado, en condiciones ideales, para que se llegue a algún tipo de acuerdo en donde esa mediación foránea establece algún tipo de garantías y de seguimiento al cumplimiento de los acuerdos. Cuando se está en situaciones como la de una dictadura o de un régimen autoritario, etc, no siempre se ha contado con mediación foránea porque se asume que se está bajo un mismo Estado de derecho, bajo un mismo ordenamiento jurídico y eso hace que las cosas puedan funcionar de manera distinta.

—¿La escogencia del modelo pudo haber sido decisión de Noruega?

—Yo no haría tanto énfasis en el modelo, solo me parece que una mediación foránea donde no hay un conflicto armado no suele ser frecuente, sobre todo cuando hay esta asimetría de poder. Lo importante es la asimetría y la desunión dentro de la comisión de la oposición versus la unidad total dentro de la estructura negociadora del chavismo. También es importante el cambio de la situación internacional. Cuando se instaura el proceso de México hay un respaldo importante de los Estados Unidos, que sigue existiendo, pero está condicionado al panorama internacional vinculado con la guerra de Ucrania y el giro de muchos gobiernos de América Latina que ahora son menos opuestos al chavismo, por no decir que algunos son bastante más cercanos a él. Este cambio en la presión internacional hace que el respaldo al grupo de la oposición en la negociación sea mucho más débil.

(Nicolás) Maduro, que para mí sigue siendo el actor más fuerte en la mesa, no tiene interés en un acuerdo negociado. Cuando se evalúan las posibilidades que tiene cada actor de obtener algo en una negociación se evalúa lo que se llama la mejor alternativa al acuerdo negociado.

Qué puedo obtener yo sin necesidad de llegar a un acuerdo, y si lo que yo quiero lo puedo obtener sin acuerdos no tengo incentivos para negociar. Entonces, esa es la situación básicamente. La mejor alternativa al acuerdo negociado que tiene Maduro es para él mucho mejor, en cierto sentido, que la que quizás pueda tener la oposición, dependiendo de cómo la oposición esté visualizando su estrategia política.

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