Ronal Rodríguez: «Acercamiento no significa que Colombia se alinee con posturas venezolanas»

Las relaciones bilaterales entre Colombia y Venezuela tuvieron un buen momento en la década de los 90 del siglo pasado, cuando se construyó una institucionalidad que propiciaba el diálogo entre los actores de los dos Estados y era posible enfrentar las amenazas comunes.

Tras nexos con altibajos a lo largo de la última década, en febrero de 2019, el gobernante Nicolás Maduro rompió relaciones con Colombia luego del reconocimiento que el presidente Iván Duque hizo de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional (AN) de 2015, como presidente interino de Venezuela.

Con el ascenso de Gustavo Petro a la Presidencia de Colombia el pasado 7 de agosto, Maduro ha mostrado apremio por reanudar las relaciones. Muestra de ello es que el mandatario fue el primero en anunciar, la noche del jueves 11 de agosto, la designación del excanciller Félix Plasencia como embajador en Bogotá.

Petro, por su parte, respondió, la misma noche, con el nombramiento del exsenador Armando Benedetti como embajador en Caracas. La designación de Benedetti se daba por un hecho dos semanas antes en informaciones que circulaban en Bogotá.

Dentro de estos acercamientos iniciales, y pese a los anuncios de buena voluntad, el retorno a las relaciones bilaterales es complejo y gradual, enfatiza Ronal Rodríguez, investigador y vocero del Observatorio de Venezuela la Universidad del Rosario (Colombia).

Rodríguez destaca que para Maduro es importante colgarse la medalla del triunfo contra «el imperio» y la «oligarquía colombiana», sobre todo tras tres años de confrontación sostenida con Duque. Para Petro —señala— el propósito es diferente y por eso se espera que actúe con más reservas.

Recuerda que las comisiones fronterizas bilaterales quedaron desmanteladas y no se reúnen desde hace más de una década.

En el discurso inaugural del mandatario colombiano —que asumió el poder en un acto sin precedentes, abierto al público, en la Plaza de Bolívar de Bogotá— se evidenciaron las aspiraciones de Petro de alcanzar un liderazgo continental —advierte Rodríguez— propósito que se contrapone a la visión que tiene el mandatario venezolano.

Gustavo Petro toma juramento a la vicepresidenta Francia Márquez en la plaza Bolívar de Bogotá

Asimismo, el investigador de la Universidad del Rosario resalta que hay evidencia de que los grupos irregulares del vecino país utilizan el territorio venezolano como teatro de operaciones para la confrontación. En ese sentido, indica que, en el caso del Ejército de Liberación Nacional (ELN), este es un punto de cuidado cuando se retomen las negociaciones con el gobierno de Petro.

Ronal Rodríguez opina que es un error que, en el caso de Venezuela, el presidente de Colombia consulte si el gobierno de Maduro quiere continuar como facilitador del proceso de negociación con el ELN. «Venezuela ya cambió y el ELN, como grupo, tiene un comportamiento diferente en Venezuela», expresa.

—Maduro rompió relaciones con Colombia en 2019. No fue la primera vez que ocurría esta situación, pero sí fue inédita la ruptura de las relaciones consulares. ¿Este último aspecto es el que se reconstruye primero en la reanudación de relaciones bilaterales?

—Teóricamente, lo más urgente es la recuperación de la relación consular. Digamos que, en orden de prioridades, porque de la relación consular dependen los servicios de los ciudadanos. Pero también está toda la dinámica de documentos, de poder sacar sus cédulas, pasaportes, que se han puesto tan importantes en un país donde hay escasez de pasaportes o acceder a pasaportes. Todo eso sería lo más prioritario, pero lo más difícil de hacer. La mayoría de la gente tiende a creer que un consulado es arrendar una casa, traer un par de funcionarios y arranca a funcionar.

Hay que tener un personal capacitado, un cónsul, un equipo del cónsul para poder hacer toda la dinámica de trámites, garantizarse el acceso a los archivos. Bueno, una serie de herramientas de cruce de información con Colombia que permita que la información que se está adelantando pueda ser validada. Hay que contratar un personal del servicio.

En Venezuela, si se abren los consulados en algunas ciudades como Caracas, que tiene una población muy importante de colombianos, se requiere de un consulado que pueda atender y suplir las necesidades de la población que durante tres años no ha sido atendida.

Esos consulados deben abrirse progresivamente, debe haber un plan de choque para poder identificar cuáles son los lugares donde se requiere esa atención.

Venezolanos en Colombia migrantes

Una cosa que no tiene Venezuela es que Colombia tiene claramente identificadas cuáles son las nueve ciudades donde hay más venezolanos: Bogotá, Medellín, Cúcuta, Cali, Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Maicao y Bucaramanga. Pero en el caso de los colombianos en Venezuela, el Instituto Nacional de Estadística (INE) no tiene esa información.

—Maduro, primero, y Petro, después, ya designaron sus embajadores en Colombia y Venezuela, respectivamente. ¿Qué tan cerca está el restablecimiento de las relaciones?

—Yo creo que esto es una señal de aceleración. No obstante, no creo que la relación pueda ser iniciada inmediatamente. De hecho, el próximo 18 de agosto hay un encuentro nacional de fronteras para mirar cómo va a ser el tema.

El otro frente es el tema consular, donde creo que van a haber muchos peros por la destrucción de los consulados. En el tema de la relación bilateral, los nombramientos y los funcionarios se puedan dar de forma muy rápida, pero el beneplácito y la funcionalidad de esas embajadas pueden tardar mucho más en el tiempo. Digamos que fue un golpe de opinión de cara a, muy seguramente, lo que está pasando en la negociación en Cuba.

En la relación colombo-venezolana ha habido un proceso en degradé. Con este nuevo gobierno de Petro, Maduro ha insistido en tender puentes.

—Creo que, independientemente de las expresiones que ha hecho el presidente Maduro, en términos concretos la recuperación de la relación bilateral pasa por recuperar toda esa institucionalidad y esto no surge de la noche a la mañana.

Los nueve consulados de Venezuela en Colombia son un reto, pero son aún más complejos los 15 consulados de Colombia en territorio venezolano y, obviamente, esto hace que tenga que ser un proceso gradual. Colombia tiene que ajustar un montón de cosas.

Se calcula que son más o menos 26 mil millones de pesos (6.240 millones de dólares) lo que implicaría recuperar toda la misión diplomática de Colombia en Venezuela. Entonces, no es simplemente mandar gente a territorio venezolano, sino que eso tiene unos costos, hay que tener una parte de la Cancillería dedicada a ello y ese proceso no va a ser tan rápido.

Yo creo que parte de lo que ha sucedido en estos tres años es que Colombia no solamente desconoció a Nicholas Maduro, eso también significó que todo el equipo diplomático fuese enviado a otras misiones o el personal fue reasignados a otros consulados. Y la capacidad que tiene el Estado colombiano para, primero, poder contener el presupuesto y tener el capital humano para hacerlo va a tardar. No creo que eso vaya a ser inmediato.

De hecho, en mis conversaciones con la Cancillería, lo que sé es que tendrá que ser un proceso más o menos gradual. Claro, también hay unos apetitos políticos de que esto se haga rápido y de allí la realización de asignaciones, más que en función diplomática en función política.

—Pareciera que en la reconstrucción de las relaciones bilaterales Maduro tuviera más premura que Petro.

—Sin lugar a dudas. Si te fijas, en el discurso presidencial de Petro no se habló de Venezuela ni del tema migratorio, que eran dos temas que estaban presentes permanentemente en la agenda presidencial, pero ya no están como prioridades. Se nombró como ministro de Industria y Comercios al profesor Germán Omaña, quien es una de las personas que más conoce el caso venezolano porque era el presidente de la Cámara colombo-venezolana.

Pero el afán de Nicolás Maduro tiene una característica clara y es que, con el reconocimiento del Estado colombiano, él puede dar un parte de victoria en el sentido de que el cerco diplomático, la estrategia implementada por Colombia y Estados Unidos bajo la administración de Iván Duque no funcionó y que Venezuela ha logrado derrotar al imperio norteamericano y la oligarquía colombiana.

Ese es un discurso muy poderoso para él, que él quiere utilizar. En el caso de Petro esperemos que el manejo de la relación sea mucho más pausado.

El nuevo canciller de Colombia, Alfredo Leyva, de hecho, destacó, justamente, que la reanudación de relaciones con Venezuela no es un proceso automático.

—No, no es automático. Es un proceso gradual y el Estado colombiano tiene que, incluso, definir internamente cuáles son los temas de la agenda con Venezuela. Una de las prioridades para el nuevo gobierno, sin lugar a dudas, es el tema de la paz y, por otro lado, el tema medioambiental.

En los dos temas aparece Venezuela por la vecindad. Colombia y Venezuela tienen una lamentable tradición de malos entendidos en el manejo de la cuenca bilateral porque se ha convertido en territorio de nadie. En estos momentos tenemos una aparición de cultivos de narcotráfico, ya no solo del lado colombiano sino también del lado venezolano, lo cual tiene un impacto directo en el medio ambiente.

Y, por el otro lado, el proceso de negociación con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) va a ser más complejo porque el ELN cambió su estructura y ya no es lo que era hace tres años. El ELN ahora es un grupo que tiene presencia, dominio, territorial en Venezuela que tiene contactos, incluso estructura dentro de la sociedad civil venezolana y eso hace que Venezuela tenga que ser una de las partes negociadoras en ese acercamiento que no va a ser fácil.

ELN

—En ese sentido, usted ha señalado en sus investigaciones que el ELN es un grupo, una fuerza binacional.

—Exacto. El gobierno de Nicolás Maduro puede decir que no hay presencia del ELN en el territorio venezolano, que no tienen dominio territorial, pero la realidad lo supera. Por los enfrentamientos que se han dado en Venezuela, ya Venezuela es utilizado como teatro de operaciones y de confrontaciones de los grupos armados colombianos. Y ya tiene una estructura social. Una de las cosas más particulares del ELN, y lo hace más complejo para la negociación, es uno de los grupos con los que más se ha tratado de negociar en Colombia y con el que ha tenido menos resultados.

Es que el ELN, más que el brazo armado, genera unos vínculos sociales con las comunidades receptoras que desplaza muchas de las funciones del Estado. Ellos se convierten en una especie de Estado. Y los ciudadanos aprecian que, ante un vacío institucional del Estado central, pues el ELN llena ese vacío, resuelve diferencias, cree una especie de justicia guerrillera que, si ellos se atañen a ella, pueden vivir y tener un orden.

Ese espacio que gana el ELN dentro de las comunidades es muy difícil de desmantelar y es muy difícil de llevarlo a una negociación porque muchas de las comunidades sienten incluso, legitiman la presencia de estos grupos.

En las trochas entre Venezuela y Colombia la gente prefería pasar por las trochas del ELN porque el ELN ponía las reglas, las cumplía. Y la gente sentía que había más garantías y eso ya está pasando en territorio venezolano.

—Y en ese proceso de restablecimiento de relaciones entre Venezuela y Colombia, ¿cómo queda o se aborda la situación con las disidencias de las FARC?

—Aquí el asunto es más complejo porque, en el caso de Venezuela, tenemos dos grandes grupos: la Segunda Marquetalia que es la más reconocida porque allí está alias Iván Márquez que, supuestamente, en este momento se está recuperando en Caracas, tras ser herido en un enfrentamiento, según las fuentes de Inteligencia que entregó el Estado colombiano. Pero, la Segunda Marquetalia tiene algunos vínculos, aparentemente, con cuerpos de seguridad venezolanos y tiene algún margen de maniobra dentro del territorio venezolano.

Mientras que lo que eran las disidencias de Gentil Duarte han sido fuertemente golpeadas desde territorio colombiano, pero también en territorio venezolano por una alianza entre la Segunda Marquetalia, el ELN y cuerpos de seguridad venezolanos que se articularon para golpear este grupo.

Es ahí donde se vuelve un poco más complejo porque no es que todas las disidencias estén en favor o en contra sino que, como la dinámica territorial en Venezuela está dividida, casi que fragmentada, podríamos decir que casi que se atiende a esas lógicas del caudillismo venezolano del siglo XIX, donde el hombre en armas es el que controla ese territorio, eso ha llevado a muchas confrontaciones y el peor de los ejemplos es que Venezuela se convirtió en teatro de confrontación de estos grupos.

Hay muchas confrontaciones que, lamentablemente, se llevan por delante a la sociedad civil, encerrada en medio del fuego, muchas veces con ausencia del Estado.

Era un poco a lo que se criticaba en Colombia a las autoridades nacionales cuando ocurrían las tomas paramilitares, que el Estado sabía que los paramilitares habían llegado a un pueblo, pero volteaba a mirar para otro lado y algo así ha pasado con la Segunda Marquetalia y el ELN con los cuales el Estado venezolano ha mirado para otro lado, y esas confrontaciones con Gentil Duarte han generado mucho desplazamiento, sobre todo el año pasado y a principios de este año, de población venezolano que quedó en medio de la línea de fuego.

—Organizaciones No Gubernamentales (ONG) venezolanas, y también desde el gobierno de Duque, han señalado la supuesta protección que tendría el Estado venezolano sobre grupos irregulares. 

—Sí. Aunque ese tema hay que tomarlo a beneficio de inventario porque el ELN no es que tenga una alianza con el gobierno de Nicolás Maduro. Muchas de sus alianzas dependen más de los poderes locales, de las autoridades locales, de los cuerpos de seguridad en el espacio territorial que son los que terminan haciendo acuerdos con estos grupos y que es lo que hace que, en algún momento, tengan alianza con el ELN y, en otro momento, tenga alianza con las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), o con las organizaciones criminales de origen venezolano, y que atienden más a los beneficios, a los réditos que pueden sacar de ese dejarlos hacer en el territorio, más que realmente porque haya una estructura, un mando unificado desde Caracas, que les diga a todos los mandos militares que tienen que permitir que el ELN tenga uno u otro comportamiento en su territorio.

Una de las características del ELN es que, a diferencia de las FARC, es menos piramidal y es más horizontal; entonces, trabaja por células, por unidades que pueden llegar a ser muy independientes las unas de las otras, pero que cuando lo requieren, pueden coordinarse. Son alianzas en un espacio donde convergen muchos delitos: el narcotráfico, el tráfico de armas, el contrabando, el tráfico de armas, la trata de personas, el tráfico de migrantes, la minería ilegal.

Depende mucho de cómo es la configuración de estos delitos, de las coimas o de los sobornos que estén dispuestos a pagar a las autoridades presentes y eso es lo que genera esa tensión y que, en algunos momentos, algunos sientan que se puede negociar con uno o con otro actor, pero que, ante una mejor oferta, de una dinámica, esos equilibrios que son muy frágiles se rompan.

—Un punto importante en la relación bilateral es la seguridad fronteriza que ha sido impactada por la falta de coordinación en las labores de las fuerzas militares.

Se pueden lograr algunos caminos conjuntos, identificar algunas problemáticas comunes en las cuales se les pueda dar prelación para ir construyendo esa confianza. Hay un delito transnacional como es la trata de personas que rápidamente puede permitir un acercamiento entre los colombianos y los venezolanos, porque este es un delito que agrede, particularmente, a niños y a mujeres. Y esto puede llegar a generar rápidamente algunos niveles de coordinación entre las autoridades que pueden ir construyendo confianza para después abordar temas mas complejos, como el narcotráfico o las dinámicas de contrabando.

Estos últimos delitos logran permear mucho más los cuerpos de seguridad, mientras que la trata de personas genera una respuesta muy diferente por parte de las poblaciones.

Una persona es tolerante con la dinámica del narcotraficante, pero cuando ya se comienza a comercializar con niños, la cosa cambia. Lo adecuado es que podríamos tener concordancia, mecanismos y rutas de acción de ambos lados de la frontera.

Pero, no va a ser fácil.  Las fuerzas militares colombianas son un cuerpo que tiene una tradición, un poder, un presupuesto que difiere de lo que ocurre en Venezuela, donde la Fuerza Armada Nacional (FAN) se plegó al chavismo.  La institucionalidad de las Fuerzas Militares de Colombia es tal que hasta tuvieron problemas con el presidente Juan Manuel Santos. En la zona de frontera, la ruptura del statu quo va a ser muy difícil de quitar, hay un montón de gente que se gana un dineral con negocios ilícitos.

—Hasta ahora, Petro y Maduro no se han reunido. El primer encuentro bilateral del nuevo presidente de Colombia, y usted lo ha enfatizado, fue con el presidente de Chile.

—Hasta el momento hubo una señal muy fuerte y es que, tradicionalmente, cuando los países tienen buenas relaciones, sería lo que esperaría entre Petro y Maduro, le dan prelación a su vecino más importante.

En política exterior siempre es muy llamativo, muy representativo a cuál es la persona a la que se le hace la primera visita o el primer encuentro del presidente recién posesionado.

Gustavo Petro Colombia Gabriel Boric Chile

El primer encuentro bilateral de Petro fue con Chile, con el presidente Gabriel Boric. Y se hizo en territorio colombiano. Esto manda un mensaje muy poderoso: Petro, si bien es un presidente de izquierda, está con la izquierda democrática, con la de Boric, que no es una izquierda que se alinee a los intereses de Nicolás Maduro, de hecho, toma distancia, se mantiene un poco lejano de esa forma venezolana que, durante la primera década de este siglo, funcionó mucho en manos de Hugo Chávez, pero que ya no es lo mismo con Nicolás Maduro y el mensaje fue absolutamente claro.

En ese encuentro, el tema migratorio lo pone sobre la mesa el presidente Boric y lo pone en un término que, a mí me preocupó un poco, y habla de proteger y resguardar las fronteras, como espacio de contención a la migración, porque así lo manejan en Chile, allí incluso hay zanjas, hay una política que cambió en términos migratorios y que es muchísimo más restrictiva. Eso tiene un peso.

Por otro lado, hablaron de recuperar la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y fortalecer la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). La CAN como un espacio que permita el regreso de Chile y de Venezuela, y la Celac como ese foro político para contraponerse a la hegemonía norteamericana, pero sin decirlo en ese término, sino básicamente como espacio de integración.

Aquí se manda un mensaje importante a Nicolás Maduro que, si bien, va a haber un acercamiento de relaciones, no quiere decir que Colombia se vaya a alinear con las tendencias o posturas venezolanas, sino que, por el contrario, Colombia va a tener su discurso aparte, su propio discurso.

—Usted ha señalado que el discurso de Petro envió varias señales, implícitas, a Maduro.

—Si uno mira el discurso del presidente Petro se da cuenta de que tiene aspiración de ejercer un liderazgo continental a partir de los temas medioambientales.

Ahí también hay una respuesta a Nicolás Maduro. Esta aspiración va a competir, va a reñir, con esa cosmovisión que pretende imponer el gobierno venezolano, donde hay gente buena y gente mala y donde ellos son parte del equipo de los buenos, y en el caso de Petro la cosa se ve muchísimo más compleja y se habla de elementos de medioambiente que pueden confrontarse con Venezuela, sobre todo por lo que ha permitido Venezuela en esa alianza con potencias extracontinentales en su territorio.

Notiveraz

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