Las revoluciones americanas celebraron este martes en La Habana el XVII aniversario de cuando empezó todo: la fundación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). «Sin duda, Fidel y Chávez nos trazaron el camino de la cooperación, la dignidad y la felicidad social», subrayó Nicolás Maduro al aterrizar en Cuba sólo dos semanas después del último viaje a su destino favorito.
La XX Cumbre del Alba llega así días después de la Cumbre de la Democracia organizada por Joe Biden, a la que estuvieron invitados quienes hoy enfrentan a las tres dictaduras de la región. Y lo hace cuando los mecanismos internacionales auspiciados por Hugo Chávez van a la deriva y con ellos buena parte de su estrategia geopolítica. Bajo la bandera de la integración americana, las revoluciones han buscado el parapeto de las organizaciones internacionales para profundizar en el autoritarismo.
«Hay que dar un paso más adelante, a un programa de acción conjunta, y ese es el llamado que hago. Hay que ir mucho más allá», clamó el «hijo de Chávez», quien volvió a desplegar un viejo sueño de sus jefes revolucionarios: la integración económica al estilo de la europea o de la asiática. «El centro de la nueva época y el éxito de nuestros proyectos, de nuestros sueños revolucionarios, está en que de verdad atinemos en el camino del desarrollo económico compartido», resumió el mandamás bolivariano.
La base de la integración serían el Banco del ALBA, su Consejo Monetario y el sucre digital como moneda común, un proyecto que nunca avanzó más allá de los informes y de los deseos. «Habría que actualizar al sucre y darle un carácter virtual», añadió Maduro, en clara referencia a los experimentos realizados bajo su administración con la criptomoneda petro, de muy corto recorrido.
Los acuerdos comerciales, esbozó Maduro, buscarían construir un esquema de producción conjunta de alimentos, además de nuevas inversiones en las industrias del petróleo, del gas o del litio.
«El ALBA es nuestra casa, aquí somos hermanos, somos iguales», pontificó Maduro, quien se ha erigido como el gran estandarte de los tres regímenes. Cubanos, nicaragüenses y venezolanos se repartieron agasajos y apoyos, «víctimas» todos ellos de los ataques del imperio del Norte. «En el ALBA estamos construyendo un nuevo camino para que el mundo tenga paz», disertó Daniel Ortega.
Además de las tres dictaduras y de su aliada, la revolución indígena de Bolivia, con el presidente Luis Arce al frente de su delegación, seis pequeñas islas caribeñas forman parte de la alianza creada por Fidel y Chávez. Se trata de Dominica, Antigua y Barbados, San Vicente y Las Granadinas, Santa Lucía, Granada y San Cristóbal y Nieves.
Todas ellas también participan de PetroCaribe, el entramado con el que Hugo Chávez repartió muy barato el petróleo venezolano en busca de aliados y de mayorías políticas en las organizaciones panamericanas. El derrumbe chavista y la caída de la producción del oro negro también han afectado a PetroCaribe, aunque Maduro no pierde la esperanza de que se produzca su renacimiento.
«Fidel y Chávez avanzaron más que nadie en el camino de la integración. Sus humildes seguidores, sus leales discípulos, tenemos el deber y el honor de fortalecer esa obra magnífica», resumió el anfitrión, Miguel Díaz-Canel, pese al descalabro económico y financiero de las tres revoluciones.
La cumbre se despachó entre discursos y recuerdos en una fecha, 13 de diciembre, que no es casual. En 1994, nada más salir de la cárcel tras cumplir una pena muy corta por el golpe de estado contra Carlos Andrés Pérez, el «comandante supremo» viajó a Cuba.
«Me asomo y veo al Caballo (como llamaban a Fidel en la isla) ahí parado. El ALBA nació (10 años después) de aquel primer abrazo. Desde aquel día la humilde vida mía quedó sellada para siempre al lado del gigante que es Fidel», relató más tarde Chávez.
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