Los dos países europeos prometieron cooperar y ayudar a atrapar a los hackers más exitosos del mundo. Pero las cosas no salieron del todo según lo planeado en la investigación y algunos de ellos siguen libres: retrasos en el desarrollo de operaciones y acusaciones a policías corruptos protagonizan una relación difícil entre los países
Después de viajar varias veces entre Ucrania y Estados Unidos, había formas más cómodas de realizar este último trayecto de 400 millas (645 kilómetros). Pero los cinco agentes del FBI se sentían como turistas de lujo en comparación con la mayoría de los viajeros a bordo. Podían permitirse espaciosas habitaciones privadas mientras los demás dormían 10 personas por camarote. El tren avanzaba lentamente, atravesando los campos vacíos y pueblos que parecían congelados, al menos para los estadounidenses, desde la Guerra Fría.
El viaje nocturno iba a durar 12 horas, pero en realidad había comenzado dos años antes, en 2008, en las oficinas del FBI en Omaha, (Nebraska, EE. UU.). Ahí es donde los agentes habían iniciado su intento de comprender la explosión de ciberdelitos que tenían como objetivo a los ciudadanos estadounidenses y sacaban millones de dólares de las víctimas. En ese momento, con al menos 79 millones de dólares (67 millones de euros) robados, era, y con diferencia, el caso del mayor ciberdelito que había visto el FBI. Incluso hoy en día, hay pocos que igualan su escala.
Poco a poco, los investigadores estadounidenses comenzaron a crear un perfil de los sospechosos. Pronto, la Operación Trident Breach, como la denominaron, se centró en esta intervención muy avanzada del crimen organizado que tenía su base en Europa del Este, pero con alcance global. A medida que llegaban las pruebas de todo el mundo, el FBI y sus socios internacionales ponían nombres y rostros a la pandilla e ideaban el siguiente paso.
Mientras el tren atravesaba Ucrania, Jim Craig, que dirigía su primer caso en el FBI, no podía dormir. Pasó el tiempo entre su camarote y el vagón de la cafetería de estilo barroco con las cortinas de terciopelo. Craig permaneció despierto durante todo el viaje, mirando por la ventana hacia la oscuridad mientras el tren atravesaba el país.
Durante más de un año, Craig había viajado por toda Ucrania para construir una relación entre los gobiernos de Estados Unidos, Ucrania y Rusia. Se trataba de un esfuerzo sin precedentes de trabajar juntos y derribar el submundo del ciberdelito que se propagaba rápidamente. Los agentes estadounidenses intercambiaban inteligencia con sus homólogos ucranianos y rusos, bebían juntos y planeaban una acción de gran alcance de aplicación de la ley internacional.
En la década desde que Craig hizo ese viaje a Ucrania, el ciberdelito ha crecido drásticamente. El pasado mes de junio, Joe Biden y Vladímir Putin tuvieron como tema central de su primera cumbre cara a cara la crisis del ransomware, que ha afectado a varios gobiernos, hospitales e incluso a un gran oleoducto estadounidense. Ahora que la infraestructura crítica estaba siendo atacada, los estadounidenses han pedido a Moscú (Rusia) que controle a los criminales dentro de las fronteras del país. Durante esa reunión, en respuesta a la nueva presión de Washington (EE. UU.), Putin habló con Biden sobre qué más se podría hacer para encontrar a los ciberdelincuentes.
«La actividad delictiva que llega al nivel de las cumbres internacionales demuestra el grado en el que ha aumentado la amenaza», afirma el excoordinador de ciberseguridad de la Casa Blanca para Barack Obama, Michael Daniel. «También muestra que la situación internacional actual no está equilibrada. No es sostenible».
Unos días después, el jefe de la agencia de inteligencia FSB de Rusia confirmó que el país iba a trabajar con Estados Unidos para encontrar y procesar a los ciberdelincuentes. Dentro de la Casa Blanca, los principales funcionarios estadounidenses piensan en los próximos pasos. Algunos son profundamente escépticos y creen que Moscú preferiría convertir las solicitudes de ayuda sobre los ciberdelitos en oportunidades y no ayudar en la investigación estadounidense.
Para entender por qué están tan preocupados, hay que volver a la investigación que puso a Jim Craig en ese tren en Ucrania en 2010, y al caso por el cual se reunió con los agentes rusos y planificó las redadas en Moscú y en otras ciudades en varios países.
La operación fue una oportunidad única para acabar con una de las bandas de ciberdelitos más exitosas del mundo y para detener a algunos de los operadores más importantes de la vasta economía clandestina de hackers que operaban en Rusia y Ucrania. De hecho, era tan importante que los agentes empezaron a referirse al 29 de septiembre de 2010, el día de las planificadas redadas policiales coordinadas en Ucrania, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos, como el Día D.
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