Nicolás Maduro anunció en cadena nacional que: “Hemos dispuesto 200 estaciones de gasolina para que vendan libremente este producto super premium, al precio internacional, en moneda libremente convertible… el precio va a ser el precio internacional que hemos fijado que es 0.5 centavos de dólar el litro de gasolina”.
Con estas palabras, el líder, Nicolás Maduro, anunció, en cadena de radio y televisión, el aumento del precio de la gasolina en Venezuela la noche del 30 de mayo de 2020. Al día siguiente los ciudadanos amanecieron en colas para surtir combustible a la expectativa de las consecuencias de la noticia.
¿Cuáles fueron los resultados del sonado aviso? Un año después la escasez de combustible se ha agudizado a pesar del pago en dólares, las colas reaparecieron en varios estados del interior del país, la producción agrícola peligra y las mafias y el contrabando de combustible se instauraron.
El economista petrolero, Rafael Quiroz indicó que el fracaso de la medida responde a dos puntos principales: la hiperinflación y la destrucción del tren refinador del otrora país petrolero estrella que una vez fue Venezuela.
La hiperinflación que arropa la nación no dejó intacta la estrategia del gobierno de Maduro de recuperar parte del dinero que PDVSA ha venido perdiendo desde hace varios años, a través del aumento del precio del combustible. El ajuste se hizo, pero la hiperinflación dejó rezagado el aumento. Las estrategias suben por las escleras, mientras que la inflación viaja en ascensor, indicó el especialista.
De la mano de la inflación aparece el problema de la capacidad de refinación venezolana, la cual no alcanza a suplir la demanda del mercado interno en términos de combustible, sea diésel, fueloil u otros derivados.
Las seis refinerías que componen el cuerpo refinador de Venezuela tienen una capacidad instalada para producir un millón 300 mil barriles de combustible al día, empero a la fecha, la producción no alcanza ni siquiera los 90 mil barriles diarios.
¿Qué ha ocasionado tal disminución? Falta de mantenimiento y de inversión son las culpables de la debacle de la refinación petrolera en Venezuela. Lo cierto es que no se han efectuado los debidos trabajos de manutención que requiere esta fase caracterizada por ameritar de mayor tecnología.
A la ya lúgubre mezcla de poca inversión y cuidados especializados se suma la caída en la producción petrolera, la cual viene en picada desde hace 16 años. La relación es sencilla: sin producción no hay refinación, por consiguiente, no hay gasolina.
“El problema del desabastecimiento de gasolina llegó para quedarse. Eso no tendrá solución hasta tanto no se logre la estabilización seria y cierta, y el levantamiento, la reconstrucción, de nuestra industria petrolera”, sentencia Quiroz.
La culpa es de Estados Unidos
Dentro del discurso de los líderes chavistas, las sanciones impuestas por el gobierno norteamericano han ocupado un lugar prominente. Tanto Maduro como otros relevantes voceros oficialistas han señalado que la crisis del combustible es consecuencia directa de las sanciones y el bloqueo de Trump y Biden.
El argumento se desvanece y se convierte − a juicio del experto en petróleo − en palabras bonitas para “enriquecer el discurso interno para que la gente ingenua políticamente o desconocedora de las reglas y pautas del comercio internacional puedan creerlo”.
Estudiar los problemas de la industria petrolera de Venezuela a la luz de las sanciones es erróneo, señala Quiroz, dado que las sanciones no dieron origen a la crisis. Desde 2005 la producción de PDVSA comenzó a caer y para esa fecha el país desconocía las sanciones, las cuales entraron en escena en enero del 2019.
El especialista señala que los productos importados que abundan en los bodegones que aparecieron en todos los estados del país vienen del exterior, es decir, son importados, entonces, cabe hacerse la pregunta “¿de qué bloqueo me hablas?”.
“El año pasado el gobernador de Carabobo se llenaba la boca diciendo que había importado 70 camionetas, full equipo, blindadas, 0 kilómetros del exterior, ¿cómo es eso, que en un país que está bloqueado, un simple gobernador puede importar 70 vehículos?”.
Lo cierto es que el alcance de las sanciones radica en limitar la comercialización de los productos de PDVSA, así como los pagos, créditos, débitos y otros procesos de compra-venta del combustible, sin embargo, esto no ha impedido que el estado venezolano siga vendiendo petróleo y derivados.
De hecho, el gobierno de Maduro ha sabido evadir las prohibiciones estadounidenses, haciendo que las mismas no tengan ese impacto directo, efectivo y severo que muchos creen. De la mano de naciones como Irán, India, incluso de la Repsol de España en 2020, Venezuela ha adquirido gasolina, aseguró el experto.
Los envíos de crudo continúan, con cierta dificultad y no muy regularmente, a China, Rusia, Cuba, España e India. Si bien estos envíos se han suprimido significativamente, no han desaparecido.
Citgo podría ser una solución
Como medida paliativa a la terrible escasez de gasolina, el gobierno interino encabezado por Juan Guaidó, haciendo uso de su diplomacia, podría coordinar acciones con el gobierno de Estados Unidos a efectos de importar gasolina y otros combustibles de las tres refinerías de la filial de PDVSA, Citgo.
El también profesor universitario detalla que estas instalaciones en suelo norteamericano, ubicadas en Illinois, Louisiana y Texas, tienen una capacidad de refinación diaria que sobrepasa los 700 mil barriles, por lo que fácilmente podrían suministrar 250 mil barriles de combustible a la nación caribeña.
No obstante, sería necesaria una conversación de alto nivel, no solo con representantes del gobierno de Joe Biden, sino entre el gobierno interno y el gobierno de facto.
Tomando todo esto en cuenta, no es de extrañar que las acciones tomadas por el gobierno ilegítimo de Nicolás Maduro ofrezcan unos resultados relativos, desabridos, paliativos y modestos, que solo parecen perpetuar el estado de emergencia que padece la población venezolana que día a día sufre un calvario a causa de la escasez de gasolina, sin mencionar su pésima calidad.
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