El desamparo de los adultos mayores en Venezuela, que «celebran» su día, se refleja en los rostros de Marco Tulio, Rodolfo, Carmen, Douglas, Apolonio y Alex, que contaron cómo sobreviven, muchas veces sin casa ni familia.
Marcos Tulio Flores Aldana es un venezolano de 65 años que diariamente merodea las instalaciones del Bulevar Panteón en el centro de Caracas. Hoy lo encontramos barriendo el espacio público y ordenando unas bolsas llenas de basura, tarea que repite diariamente y por lo cual, los vecinos de la zona le dan un poco de comida.
Usa un taboca artesanal de tela, para protegerse de la covid-19, enfermedad que dice temerle miedo, pero igual tiene que salir a trabajar todos los días. Desde hace tres años vive en situación de calle.
Yo tenía mi buena casa en el sector Nuevo Horizonte, en Catia, en Caracas. Pero mi mujer y mis cuatro hijos decidieron irse del país, a Ecuador, pues allá le habían ofrecido un negocio. Decidimos vender la casa para pagar los pasajes. Se suponía que luego me mandarían a buscar«, dijo Marco Tulio.
Evidentemente, eso no ha pasado.
Explicó que, después de la partida de su familia, vivió en algunas pensiones y se fue a trabajar como obrero en una finca por el estado Miranda, pero al poco tiempo lo despidieron. Volvió a Caracas, sin dinero para pagar una pensión donde dormir. Entonces comenzó a pernotar en diferentes espacios del bulevar Panteón.
“De mi familia no he sabido más nada. No han llamado a los teléfonos que acordamos. En un pasado, trabajé en centros de rehabilitación de personas en situación de calle y ahora yo vivo en la calle. Soy pensionado del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, IVSS, pero ese dinero no alcanza para nada.
Diariamente realizo el aseo del bulevar, no permito que otras personas, en mi misma situación, rompan las bolsas de la basura y rieguen los desperdicios. En retribución, los comerciantes y los condominios me dan comida”, señaló Marco Tulio.
Dar a los que tienen menos
Dice que en el tiempo que lleva realizando este oficio, ha conocido muchas personas de la calle, que buscan comida entre la basura. Entre ellos hay muchos adultos mayores.
“La verdad, me da hasta pena, vergüenza, decirles que no abran las bolsas de la basura. Sé que están buscando comida, y sé que la crisis afecta especialmente a los adultos mayores. Yo me doy a la tarea de apartar los restos de comida y se les entrego en una bolsa. También la ropa o los zapatos que encuentro entre los desperdicios y que todavía puedan usarse”, dijo.
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