Todo. Nada menos. Nicolás Maduro lo quiere todo antes de sentarse a negociar con la oposición. Quiere legitimidad, dinero y poder para ir a donde sea, en cualquier momento, a «pactar» con el Gobierno interino de Juan Guaidó.
Sus condiciones son tres y ya las hizo públicas: el levantamiento inmediato de todas las sanciones y medidas coercitivas unilaterales, reconocimiento pleno de la Asamblea Nacional chavista y demás instituciones de la dictadura y la devolución de cuentas bancarias correspondientes a activos de la nación en el exterior como las relacionadas con Petróleos de Venezuela y el Banco Central.
Es una trilogía ambiciosa de condiciones que demuestra que «Maduro no está negociando sino exigiendo recuperar el poder internacionalmente porque el poder en Venezuela ya lo tiene con el control total que mantiene sobre las Fuerzas Armadas y las instituciones», afirma el militar retirado que preside a la organización Venezolanos Perseguidos Políticos en el Exilio (VEPPEX), José Colina,
“Maduro sólo quiere recobrar el mando sobre las cuentas congeladas y los activos colocados bajo el dominio del Gobierno interino de Juan Guaidó”.
Un fin que de concretarse derivaría en su consolidación como el presidente legítimo después del rechazo de más de 60 países a la elección que lo enquistó en Miraflores con un supuesto 67 % de los votos en una jornada sin participación de la oposición.Anuncios
Para el exalcalde metropolitano de Caracas, Antonio Ledezma, las condiciones son «insólitas» y evocan a «las bravuconadas de los narcotraficantes Pablo Escobar y el Chapo Guzmán»
El gran perdedor
Si Maduro logra su objetivo se acabaría de inmediato la figura del interinato y Guaidó quedará como quien “dilapidó el mayor apoyo económico y político internacional».
Con Maduro legitimado y Guaidó fuera de la ecuación, ¿volvería el país al punto de inicio del conflicto en 2019? lo más probable es que el chavismo comience bajo unas condiciones diferentes a las que lo han mantenido en el poder.
“Juan Guaidó desaparecería como gobierno interino de la oposición y el régimen trataría de sobrevivir con las sanciones y mayor aislamiento internacional porque las condiciones que impone Maduro no están en manos de Guaidó para cumplirlas sino de la comunidad internacional”.
Elecciones como excusa
Hay que respirar hondo porque el panorama es confuso. Por un lado, Guaidó tiene poco o nada de oportunidades para capitalizar el juego a favor porque el régimen puede comprometerse, por ejemplo, con un proceso electoral «justo y libre» con supervisión extranjera y en igualdad para la oposición pero después faltar a su palabra.
Sería engañar para persuadir y ya de eso hay varios capítulos. Esta vez, el libreto incluiría aceptar las misiones de observación acordadas para las elecciones regionales de noviembre y luego, cerca de la jornada comicial, imponer límites, cercarlas y reducir sus operaciones a un par de centros de votación cuando “la trampa está en las regiones y las zonas donde acechan sus colectivos armados”.
En ese mismo guion, Maduro podría aceptar medirse en unas elecciones generales pero también sería pura finta porque “si el registro electoral no se sanea, cosa que no se logra de un día para otro sino que tarda meses, es ir a unas elecciones con un padrón electoral viciado”.
Pero abrirse si quiera a ello mostraría un interés de renovación del liderazgo de las caras socialistas que permita mantener con vida el proyecto, incluso prescindiendo de la figura de Maduro para optar por una figura del chavismo un poco más cercana al centro. Ahora todo es posible.
El detalle —o uno de tantos— es que “Maduro puede decir lo que sea, que lo materialice es otra cosa. Puede hablar de elecciones y detrás de ellas hay condiciones desfavorables y truculentas para el otro lado. Nadie puede garantizar que eso va a cambiar”.
Ahora, una auténtica negociación sería permitir como mínimo que los opositores en el exilio e inhabilitados participen; sin embargo, es un gesto que cuesta hasta imaginarlo en la boca del chavismo.
Fichas en espiral
La liberación de los 300 presos políticos es un punto de honor en la negociación. Lo ha dicho Guaidó y su entorno. Lo claman las organizaciones defensoras de los derechos humanos confirmando que “los presos políticos siempre son utilizados como una ficha de canje”.
Jugarla en este proceso “sería bueno para las familias de estos presos políticos porque serían dejados en libertad, pero a cambio de ello se estaría entregando todo el poder político internacional de Guaidó”, sentencia Colina.
¿La razón? la espiral de entregar a unos y perseguir otros no acabaría. A corto o largo plazo otros nombres la engrosarían y así, otro punto se desvanecería frente al abuso de la tiranía.
Estados Unidos presagia el desenlace y rechaza la pretensión de Maduro de que se levanten las sanciones. Dos veces en las últimas 48 horas lo ha reiterado. Primero, a través de Juan González, asesor del presidente Joe Biden para Latinoamérica, quien confirmó que la Casa Blanca prepara una nueva batería de sanciones si fracasa el diálogo político mientras que el embajador de EE. UU. para Venezuela, James Story, declaró que «no hay ninguna prisa en levantar las sanciones: solo si vemos algún avance, iremos retirándolas».
La mesa lista
Esos “tres punticos” que pone sobre la mesa Maduro “empezandito” todavía no han sido respondidos por la oposición donde reina la cautela para evitar que un intercambio de declaraciones provoque una escalada de tensión y arruine el ambiente previo a las jornadas de trabajo.
Los dirigentes están renuentes a declarar, nadie ha querido asumir las peticiones como un obstáculo para el inicio de una negociación, revela El País.
Un inicio que ya tiene sede. El lugar de consenso para las negociaciones es México. El chavismo y el interinato están de acuerdo en que el país presidido por Andrés Manuel López Obrador acoja y acompañe este nuevo intento de diálogo.
Cinco hombres de los partidos conocidos como el G-4 (Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, Voluntad Popular y Acción Democrática) acudirán a la mesa en representación de la “oposición venezolana” entre ellos, Carlos Vecchio, de Voluntad Popular, hombre de confianza de Leopoldo López y embajador reconocido de Venezuela en EE. UU.; Tomás Guanipa, de Primero Justicia; Luis Aquiles Moreno, de Acción Democrática; Luis Emilio Rondón, de Un Nuevo Tiempo; y Gerardo Blyde (independiente).
Por parte del régimen asistirían Jorge Rodríguez, el jefe de los negociadores de Maduro; Delcy Rodríguez, vicepresidente Ejecutiva; Héctor Rodríguez, gobernador de Miranda; y Jorge Arreaza, ministro de Exteriores de Maduro.
Estos detalles los ha difundido el periodista David Placer, para quien “la nueva mesa nace con una oposición cada vez más desacreditada y con poquísimas (casi nulas) esperanzas de que concluya con la salida de Maduro”. Queda por confirmar qué ciudad mexicana elegirán para los encuentros.
NotiVeraz