Con una industria petrolera devastada y duras sanciones de Estados Unidos que le dificultan comercializar crudo, Venezuela perderá el tren del alza de precios. Esta conduce al oro negro a sus niveles más altos en un año tras el impacto de la pandemia, coincidieron analistas.
El precio de la cesta de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) promedió 54,38 dólares por barril en enero. Al tiempo que el crudo de referencia de Venezuela, el Merey, se ubicó en 37,40 dólares.
El petróleo es el principal producto de exportación y fuente de divisas de Venezuela, recordó la agencia AFP.
La capacidad de la industria venezolana de aprovechar la subida de precios atizada por la ola de frío que paralizó las mayores regiones petroleras de Estados Unidos, está en entredicho, destacó el asesor petrolero Carlos Mendoza Potellá.
La producción de la petrolera estatal PDVSA retrocedió a niveles de las décadas de 1930 y 1940. La oferta comenzó 2021 con una leve recuperación, según cifras de la OPEP. Pero apenas alcanzó 487.000 barriles diarios en enero. Esta cifra está muy lejos de los más de 3 millones de barriles que colocaba en el mercado en 2013, cuando Nicolás Maduro llegó a Miraflores.
Maduro prometió llevar la producción a 1,5 millones por día este año. Pero los especialistas son escépticos, en una economía que encadena siete años de recesión.
«Es imposible (mejorar la producción) en las circunstancias críticas en las que se encuentra la industria petrolera venezolana. Esto pasaría, incluso si mañana se levantaran las sanciones (…). No estamos en el piso, sino en un foso», dijo Mendoza a la AFP.
«El impacto va a ser bastante limitado», expresa a su vez el especialista petrolero Luis Oliveros. «Hay un límite (en la posibilidad de aumentar la producción) por los problemas que tiene PDVSA para colocar su petróleo por las sanciones», explicó.
Inversiones masivas
Maduro espera que la Ley Antibloqueo, polémica legislación aprobada en octubre, reconduzca la producción. Le da poderes especiales para «inaplicar» normas cuya vigencia sea «contraproducente» por efectos de las sanciones y, además, declara «secretos» todos los actos derivados de su ejecución.
No obstante, el trecho entre promesas y hechos es largo.
El Baker Institute de la estadounidense Rice University estimó que Venezuela podría aumentar su producción hasta alrededor de 1 millón de barriles diarios a corto plazo y recuperar un nivel de 2,5 a 3 millones en una década. Sin embargo, apunta en un informe que la industria «requiere de inversiones masivas» de entre 10.000 y 12.000 millones de dólares anuales.
«Dado el colapso de PDVSA y la enorme deuda externa del país, que supera los 140.000 millones (de dólares), el esfuerzo de inversión debe ser en gran parte de empresas extranjeras, incluso de Estados Unidos», agrega.
Maduro, que invitó a la administración de Joe Biden «a un nuevo camino» en las relaciones Caracas-Washington, expresó que hay «puertas abiertas» a inversionistas.
Porque además, el «mercado natural» del petróleo pesado venezolano es Estados Unidos, con toda la estructura necesaria para su refinación, expresa Oliveros.
A ese diferencial por las condiciones del crudo pesado complejo de refinar hay que sumar, según coinciden Martínez Potellá y Oliveros, los descuentos que Venezuela debe ofrecer a empresas de India y China, hacia donde recondujo la producción que tradicionalmente enviaba a Estados Unidos, y que temen consecuencias por las sanciones.
Cada vez son más lejanos los tiempos de bonanza vividos por una década a partir de 2004, en la que el país con mayores reservas de crudo recibió 750.000 millones de dólares por exportaciones petroleras.
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