La crisis venezolana y las ideas para su superación

La crisis venezolana ha sido pensada desde distintos puntos de vista. Apenas hay coincidencia en que su magnitud no encuentra parangón en ninguna etapa anterior de su historia.

Tampoco lo tiene en ninguna parte del mundo. ¿Cómo es eso que un país de tantas riquezas llegó a esta catástrofe? El chavismo lleva su obra a una expresión superlativa. Supera todo lo anterior.

A su vez, son varias las perspectivas que se diseñan para la reconstrucción. Desde aquella que busca la salida preservando las mismas políticas, hasta la de quienes prefiguran una salida que conduzca al bienestar de las mayorías, el desarrollo soberano y una mayor democracia.

Recordemos que la historia es el resultado de la realización de leyes tan sólidas como las que se dan en otras ciencias. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia, resume una de ellas. De allí la relación dialéctica entre lo objetivo y la subjetividad que se crea.

Las formas de conciencia pasan a ser parte de las condiciones de reproducción e inciden en su desarrollo. Esto es, se convierten en fuerza material en la medida que prenden en el cerebro de la gente. Lo que explica que, cuando una consigna se entroniza en el cerebro de muchas personas o de un sector de la sociedad, por sus condiciones de vida, por ejemplo, puede llegar a ser una ola que arrastra todo lo que se presente en su camino y, de manera arrolladora, conduce a un mejor destino.

Pero también prenden ideas reaccionarias en la gente. Lo que explica el desarrollo de las formas de conciencia fascistas que siguen vivas en tanto así lo determina el desarrollo del capitalismo en su etapa monopolística.

Todo este preámbulo, para ubicar que, en nuestro país, las ideas para un futuro para Venezuela en reconstrucción, no están unificadas. Sólo une la disposición de salir de la dictadura.

Las ideas de cambio se propagan con cierta fuerza, pero, por contradictorias, prácticamente se anulan. No logran convertirse en fuerza material contra la dictadura. Es que la mayoría de factores buscan salir del chavismo preservando lo esencial de su política económica. Ciertamente en esta actitud hay ignorancia, pero, sobre todo, prevalece el enceguecimiento del irracionalismo liberal y anticomunista. Además, intereses para que, saliendo del chavismo, todo siga igual, en esencia.

De allí que, un paso a la vez. Salir de Maduro es la tarea del momento. Pero cada factor se prepara para el día después. Lo que explica lo virulenta que resulta a momentos la confrontación ideológica. Quienes buscan que el día después tenga como centro un nuevo reparto del botín, tratan de hacerse de la mayor cantidad de espacios. Siendo lo esencial del sectarismo que impide una amplia y democrática unidad.

Para que todo siga igual. Pero no

Destaca, ante todo, la idea de que este régimen no brinda seguridad jurídica. Desconociendo el andamiaje que ha montando el chavismo desde su llegada al poder con la aprobación de sendos decretos leyes de eliminación del doble tributo, la ley de promoción y protección de inversiones extranjeras. La constitución brinda artículos que consolidan el liberalismo. El 301, 302, 311 y 312, así lo determinan. ¡para qué más! Recién, la llamada ley antibloqueo.

Las ideas de cambio se propagan con cierta fuerza, pero, por contradictorias, prácticamente se anulan. No logran convertirse en fuerza material contra la dictadura. Es que la mayoría de factores buscan salir del chavismo preservando lo esencial de su política económica

Todo eso lo ven con buenos ojos quienes buscan salir de la dictadura desde la perspectiva continuista. Unido al clamor de conquistar las inversiones extranjeras y endeudar al país por el orden de los 150 mil millones de dólares.

Pero resulta que el endeudamiento público se inscribe dentro de aquel principio según el cual: “El sistema de crédito público, esto es, la deuda del Estado… o sea, la enajenación del Estado –ya sea despótico, constitucional o republicano- es La única parte de la llamada riqueza nacional que realmente se encuentra en posesión colectiva de los pueblos modernos…” Luego, difícilmente se podrá alcanzar el desarrollo mientras se hipoteca el futuro inmediato y mediato. Buena parte del presupuesto se irá al pago de deuda mientras no se eleva la formación bruta de capital fijo, ni se cancela la deuda social que se tiene con los empleados públicos cuyo salario desapareció.

Por el contrario, en la circunstancia venezolana, la salida supone el correcto manejo de la deuda externa, en vez de incrementar el endeudamiento. La moratoria, renegociación y condonación de deuda, contempladas hasta por el Fondo Monetario Internacional, deben ser los recursos para alcanzar un grado de solvencia que permita canalizar el ahorro, sacar recursos del Estado para la formación bruta de capital fijo y garantizar buenos salarios a los empleados públicos.

Desde una perspectiva con sentido nacional, se puede recurrir a la inversión extranjera, pero en función del desarrollo de la industria ligera y liviana; para la producción de medios y mercancías que satisfagan demandas básicas de la población y para ir echando las bases de la diversificación del aparato productivo.

Son muchas las aberraciones antinacionales en el orden jurídico, en relación con las inversiones extranjeras que habría que derruir. Una de ellas es la eliminación del doble tributo, ya supone un beneficio neto para el inversionista y muy poco para la nación. Pagan impuestos en el país de origen del inversionista y no donde se crea la riqueza. Vaya cosa. Junto a muchas cuestiones contempladas en la ley de promoción y protección de inversiones extranjeras, que tienen un abierto sentido antinacional.

Otra orientación que buscan plasmar quienes se inscriben en esta perspectiva es la privatización de buena parte de las empresas del Estado incluyendo a Pdvsa. En relación con la empresa petrolera llegan tarde. Ya eso está bastante adelantado, además de que la ley antibloqueo permite su profundización.

Pero la privatización no resuelve los problemas. Por el contrario, los profundiza. Se convierten las empresas privatizadas en subsidiarias que deben brindar una tasa de beneficio superior a la que obtienen los capitales en sus países de origen. De allí que muchas veces las inscriben dentro de una división internacional del trabajo a su favor. Además, la explotación obrera es muy superior a la alcanzada en sus países. Claro, eso no es preocupación para los dueños de medios de producción nativos, como potenciales socios menores de quienes adquieran las empresas en cuestión.

Hoy día, se cumple aquello que indica un economista del momento, nada ortodoxo ni contrario al orden imperante, Ha-Joon Chang, de que: “Hay países que prácticamente venden pasaportes a través de planes consistentes en que se admita de forma poco menos que inmediata a quienes aporten una determinada cantidad de «inversión», sistema que no hace más que agravar la escasez de capitales padecida por la mayoría de los países en vías de desarrollo”.

Agrega el autor: “Prácticamente todos los países ricos de la actualidad echaron mano del proteccionismo y de las subvenciones para fomentar sus industrias nacientes, y muchos de ellos (sobre todo Japón, Finlandia y Corea) impusieron también severas restricciones a las inversiones extranjeras. Entre los años treinta y ochenta del siglo XX, Finlandia clasificaba oficialmente a todas las empresas con más del 20 por ciento de titularidad extranjera como «empresas peligrosas». Varios países (sobre todo Francia, Austria, Finlandia, Singapur y Taiwán) recurrieron a empresas públicas para potenciar los sectores clave”.

Y es que estamos volviendo al sentido nacional. Lástima que su desarrollo se da en otras economías que han sufrido la voracidad del inversionista extranjero, o que, producto de haber invertido fuera de sus fronteras, se desindustrializaron.

Se debe confiar más en la inversión productiva a partir de la canalización del ahorro social nacional. Lo que supone una intervención de la banca para que cumpla con su papel de intermediador.

Las ideas de liberación nacional enfrentadas al continuismo

Por lo que, algunos factores de la oposición coinciden en aspectos esenciales con el chavismo. La diferencia puede estar en relación con las simpatías por un amo u otro. De allí la importancia de precisar esas cuestiones que hacen la diferencia en la oposición para el día después.

Las actuales condiciones objetivas y subjetivas a escala mundial, dan como para que aquella idea según la cual no era posible el desarrollo sin inscribirse en las reglas de la globalización, ya no es dominante, eso ayuda para buscar consensos. Ahora las cosas son distintas.

Se debe confiar más en la inversión productiva a partir de la canalización del ahorro social nacional. Lo que supone una intervención de la banca

La recuperación de la economía estadounidense y de otros países desarrollados, con base en la implantación de políticas en correspondencia, resulta una referencia indiscutible, aunque tengan sentidos contrarios a los que se quieren alcanzar para Venezuela. Pero es en esas ideas que debe inscribirse la reconstrucción. Lo que supone privilegiar la producción nacional frente al producto importado.

De allí se puede alcanzar algo tan elemental como la diversificación del aparato productivo, cuestión fundamental para el desarrollo. Eso ahora puede ser visto con más claridad.

Allí debe centrarse el debate. Por ejemplo, hay quienes observan con buenos ojos la ley antibloqueo. Incluso ven, mejor aún, que los chinos inviertan en Venezuela. Para nada advierten las consecuencias que eso puede traer para los obreros venezolanos y el medio ambiente. Eso debe ser parte de la diatriba.

Por eso ha sido difícil alcanzar consenso en la oposición venezolana en relación con el futuro de Venezuela. Y es que existen ideas contrarias, excluyentes. Unas de sentido nacional y popular y otras, obedientes a intereses contrarios, e inscritas dentro de un pensamiento vetusto que viene siendo superado por sus propios creadores.

Ahora bien, si algo demuestra este largo período de más de un siglo de desarrollo capitalista dependiente del petróleo, de Estados Unidos, y ahora de China y Rusia, es que se debe frenar la dependencia de la producción de un solo rubro para el sustento de la economía y de la importación de bienes manufacturados y agrícolas, sustituyendo la producción nativa. No debemos depender de la importación, en particular de productos que bien pueden ser elaborados en nuestro país. Esa amarga enseñanza nos deja este largo período. 

La iniciativa de la consulta popular para el 7 de diciembre, hasta el 12, puede servir para el debate. Este evento, impulsado inicialmente por el Pacto Unitario, instancia configurada meses atrás por 27 partidos políticos, buscando una instancia unitaria que trascendiera lo alcanzado hasta ahora en la materia, puede servir para el debate en cuestión. Una de las cuestiones acordadas al respecto es que se presenta propicio para el impulso de escenarios asamblearios que permitirán que la gente se exprese, algo fundamental en el momento político.

Debemos unirnos en torno de lo posible, creando instancias de dirección política amplias y verdaderamente democráticas. Nos debe unir la lucha contra la dictadura y las libertades democráticas. La libertad de los presos políticos y el regreso de los exiliados.

El programa para el día después debe formar parte del gran debate nacional en el cual participan tanto gente de la oposición, como muchos sectores que con ella no simpatizan estando contra el gobierno, o que vienen del chavismo y aún no ven con buenos ojos o no se identifican ni con unos ni con otros.

La unidad ante todo para salir de la dictadura. Pero el debate acerca del día después debe tener como norte que buscamos construir un mejor país que brinde desarrollo soberano, bienestar a la gente y la más amplia democracia.

Por: Carlos Hermoso / ElPitazo

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